En nuestro país cada vez más se comenta, como queja, la falta de respeto que tienen los jóvenes, ya sea al hablar como al actuar; tanto entre ellos o respecto del trato hacia las personas mayores.
Pero no debe sorprender que un adolescente sea irrespetuoso con maestros y profesores si sus padres van a la escuela y se dirigen a los docentes con agresividad y palabras soeces y llegan hasta el ataque físico.
Lamentablemente, en la Argentina de los últimos tiempos, la falta de respeto se ha generalizado; no sólo se atacan las personas; tampoco se respetan las investiduras. Hemos visto horrorizados los insultos a la ex presidente de la República y que han continuado dirigidos al actual Presidente.
Lo que más desanima es que los insultos no provienen de personas sin educación sino de funcionarios y ex mandatarios, como el caso de Gioja, ex gobernador de San Juan. Ni hablar de Hebe de Bonafini, que insulta al Presidente, a los jueces y a todos los que se atreven a estar en desacuerdo con sus pensamientos. Del insulto a la amenaza, a la agresión física o la invasión de lugares públicos, todos hechos delictivos, hay un paso corto. Estos casos no se dan en ningún lugar del mundo, absolutamente en ninguno; ni en países ricos ni pobres y, cuando llegan a ocurrir, las sanciones son severas. En nuestro país no hay sanciones, ni siquiera por desacato a las investiduras.
El bullying es otra forma, muy cruel, de falta de respeto. Son víctimas permanentes la vicepresidente de la República y el ex gobernador de Buenos Aires por las condiciones físicas que los afectan. Hay jóvenes que por no tener ayuda y protección adecuadas llegan al suicidio.
Si nuestros jóvenes contemplan estas faltas permanentes de respeto provenientes de adultos y que transcurren en impunidad absoluta ¿podemos pretender que no se burlen del compañero obeso o del que usa anteojos, y que no sean agresivos de palabra y de comportamiento?
Dra. Norma C. Magnelli - DNI 3.049.912
