La idea fue del visionario, y por entonces intendente, Miguel Natalio Firpo. Él fue el que reunió a un grupo de jóvenes inquietos de San Carlos y les propuso experimentar con distintas alternativas en construcción, más económicas y autosustentables que los modelos tradicionales.
Así es como en este barrio de Eugenio Bustos -que surgió en la década del '80- aún se pueden ver 'casas-prototipos' levantadas con quincha, al estilo iglú, a través del sistema UMA, premoldeadas con estructuras metálicas, etc.
El Juventud Sancarlina fue precursor en su tiempo y un sitio de referencia en Mendoza para los interesados en bucear nuevas técnicas exploratorias de construcción, quienes lo visitaron y estudiaron por años como prueba real y palpable de que otros métodos de vivienda son posibles.
"Éramos jóvenes y atrevidos. Enseguida aceptamos el desafío de Firpo y nos pusimos a indagar en técnicas que tuvieran más que ver con conceptos ecológicos y sustentables", recuerda Elías Derrache, con algo de nostalgia.
Venían de celebrar en 1985 el Año Internacional de la Juventud -bajo el lema "Participación, desarrollo, paz"- y ellos no cargaban más de 25 años. De allí surgió el nombre de esta cooperativa de vivienda que nacía con unos 50 integrantes, todos coincidieron en llamarla Juventud Sancarlina.
"Encaramos el desafío con toda la ilusión, con los ideales de democracia y religión que ardían en nuestras mentes y nuestros corazones. Así también nos golpeamos duro con la realidad. Terminamos imputados en los Tribunales Federales, porque la empresa constructora nos había falsificado las firmas", recuerda Miguel Funes, vecino y hoy director de Vivienda del municipio sancarlino.
La historia
Pero vamos paso a paso en esta historia. Lo primero que lograron estas familias -gracias a la ayuda del municipio- fue ser propietarias de un terreno de varias hectáreas. Estas tierras, donde antes se levantaban viñedos, estaban muy cerca del arroyo Yaucha y de la ruta nacional 40, un lugar que por entonces era desolado y se ha poblado notablemente en las últimas décadas.
Con los papeles del terreno en mano, las familias accedieron a una operatoria del Banco Hipotecario para construir las primeras 45 viviendas. Este barrio tuvo una segunda y tercera etapa de construcción, con lo que suma cerca de cien casas.
La construcción era a través de la autogestión, pero estos jóvenes no tuvieron suerte con la firma elegida. Habían logrado -a través de materiales, áridos y otros elementos conseguidos a bajo costo- ahorrar el valor de dos viviendas, con lo que habían convenido que la empresa les levantaría construcciones nuevas.
Esto nunca sucedió y por reclamar lo que creían justo terminaron peleados con el municipio, con gente del IPV, con la misma empresa. Tanto que -en 1989- el propio Santiago Felipe Llaver no les entregó las llaves de sus casas en el mismo barrio, sino que la inauguración del mismo fue en Pareditas. "Frente a todo el lío judicial que teníamos, esto quedó sólo como una anécdota más", se ríe Miguel.
Para todos los gustos
Aunque la mayoría de las casas de este complejo son construcciones comunes, hay un sector central donde se ubican los 'prototipos'. La que más llama la atención es la vivienda de Emilce Naim, que fue construida con el estilo iglú.
"La casa de horno", es el nombre con el cual todos -según cuenta la propia Emilce- identifican a su vivienda. Cuenta que al principio, venía mucha gente a 'husmear' en las ventajas y desventajas de este formato tan particular. Después se replicó el modelo en un barrio de Paso de las Carretas, pero no se logró la misma eficiencia.
"La gente no está acostumbrada a vivir en una casa redonda, pero yo no la cambio por nada, es muy funcional", confía la mujer, quien está buscando el molde original para realizar una ampliación.
"Parece pequeña, pero aquí hemos recibido hasta 50 personas", apunta. El espacio está diseñado estilo loft con los dormitorios en planta alta. Lo bueno de este formato es la economía, pues los propietarios se ahorran todos los gastos en vigas, maderas y lo correspondiente al techo de la vivienda.
En la cuadra siguiente, está el prototipo construido al estilo -así lo llamaron los vecinos- 'González Galiño'. Se trata de una estructura metálica plegada que la arman en un día y sobre la cual acoplan los ladrillos. El mayor beneficio es la rapidez en la construcción.
Semejante facilidad en la construcción se dio en la casa hecha con el sistema UMA. "Es una vivienda económica, con un tinglado armado tipo mecano como base. Es similar a la anterior, pero más resistente. Son ideales para casas de emergencia, que las levantás en unos días", apunta Miguel Funes. El plato fuerte fue la construcción del Centro Cultural del barrio con quincha modificada.
Los vecinos apostaban a este tipo de construcción ecológica y se contactaron con un grupo experimental en Chile, de donde vinieron expertos para asesorarlos. "Vimos que allá usaban el barro en viviendas de clase alta. Aquí exploramos con sarmiento, jarilla, etc. Fue una gran experiencia y el centro todavía sigue en pie", contó Elías.
Vida comunitaria
Este es uno de los complejos vecinales donde todos se sienten a gusto en el lugar. Accedieron a la casa propia de jóvenes, allí criaron a sus hijos y hoy reciben a los nietos.
Muy pocos han emigrado a otros lares y son contados los que alquilan o se han mudado hace poco. La mayoría nació con el barrio y piensa terminar allí sus días. "Pensando en eso hicimos el Centro de Jubilados cerca de la ruta. Entramos jóvenes y saldremos ancianos", se ríe Elías Darroche.
La casa de don Elías es de puertas abiertas. Su familia tiene una viñita cerca del Centro Cultural, que es punto de encuentro, de guitarreadas y de calor cuyano. "Vienen amigos para la vendimia y allí hacemos el asado de fin de cosecha... siempre hay alguna excusa", se ríe Elías.
Los vecinos se siguen juntando en la placita o en la calle para algunas fechas especiales. "Somos muy unidos, como una familia. Yo soy de La Consulta, pero ya no me voy de aquí", confía Emilce.
Con la sombra adecuada y una vista increíble de la cordillera, estos sancarlinos se sienten privilegiados con el lugar que les tocó para vivir. Todo lo hicieron con mucho esfuerzo, incluso las casas de la primera etapa venían con grandes errores y requirieron reparaciones. Pero la gente trabajó por igual y entre todos decidieron el futuro de su barrio.
Por ejemplo, fueron los vecinos los que decidieron no tener cunetas. Esta es otra particularidad del complejo habitacional, cuenta con un sistema pluviométrico que conduce el agua por la orilla de las calles hasta caer a una cuneta estratégica, que conduce el agua hasta el arroyo. Respecto a los árboles, ellos los regaron de pequeños y ahora no necesitan más agua que la lluvia.