Juventud divino tesoro. Cuántas veces hemos escuchado esa frase. Cuántas veces vamos a escuchar ahora que hace falta un trabajo en las selecciones juveniles? Miles. La realidad es que el fútbol argentino peca de ser demasiado conservador y esa postura ideológica nos ha llevado a esta realidad. A mirar cómo se define el Mundial con nosotros hace una semana en casa.
No apostamos a los jóvenes.
Creemos que los jugadores con poca edad no tienen las condiciones para representarnos y después sufrimos cuando Brasil nos echa en la cara que Pelé ganó un Mundial a los 17 años o cuándo Mbappé, con 19, deja a todos parados como poste y se hace un picnic con nuestra defensa.
Vemos que Lukaku, el delantero que muchos admiran en Bélgica, debutó en su selección a los 16 años. Que Inglaterra tiene entre sus convocados a Alexander-Arnold de tan sólo 20 años, ya con varios años en el Liverpool. Los tres equipos jugarán las semifinales entre semana. De todas maneras, hay un error que hay que desterrar. Los jugadores se arman en los clubes, no en las selecciones y lo que sí pueda dar el técnico de las juveniles es una idea de juego que después se traslade a la mayor.
Ojo que este mal es endémico. Viene desde 1958, dónde llevamos un equipo viejo a Suecia y nos dimos cuenta que el fútbol pasaba por otro lado en el mundo tras el 6 a 1 contra Checoslovaquia.
A ese mundial no se llevó a Omar Sivorí y Antonio Angelillo que habían brillado, con 17 años en el Sudamericano de un año antes en Lima con título inluido, porque habían sido vendidos a Italia y eso, en esa época los inhabilitada para jugar para la selección. Lo mismo pasó con Distefano.
Que diferencia a lo que ocurre hoy, que si no pisas Europa, difícilmente puedas ponerte la camiseta albiceleste. En este aspecto también nos han dado una lección los ingleses que tienen a los 23 convocados jugando en su país.
En 1978, César Luis Menotti dejó afuera del equipo a un tal Diego Maradona porque era muy joven. En 1998, Daniel Pasarella no le dio lugar a Juan Román Riquelme, al que lo había tenido en el proceso previo. En el 2006, José Pekerman se dio el lujo de dejar en el banco a Lionel Messi frente a Alemania y en este 2018, Jorge Sampaoli actuó más o menos igual que el resto con Lautaro Martínez.
Debemos cambiar la cabeza. El fútbol y en el deporte en general, importa más el talento que el currículum y, muchas veces, cuando este último se engrosa es cuando los músculos se atrofian. Con ese pensamiento no hubieran existido en el deporte los Nadal, los Tiger Woods, los Del Potro.
En la semana la página de Twitter @futbolistasaxem hizo una lista de más de treinta jugadores juveniles argentinos que están hoy en el exterior, pero no en el radar de cualquier técnico del equipo nacional.
Uno puede llegar a sorprenderse con las historias y nos ratifica que lo que hubo en Rusia no es lo que hay como decían algunos jugadores, sino lo que se quiso llevar. Según muchos dirigentes, por decisión exclusiva del grupo de jugadores. Lo que es más preocupante.
Claro que de nada sirve tener tanto talento esparcido por el mundo, sino está la decisión política de apostar a una renovación. Cómo hace sesenta años, el fútbol nos volvió a dar un cachetazo y a mostrarnos que nosotros vamos por una variante equivocada.
De todas las derrotas se aprende o se debería. En la refundación sería muy bueno volver a apostar por la juventud, pero con una política de Estado que se mantenga en el tiempo, porque de nada sirve ahora rememorar los éxitos que nos dieron los equipos de José Pekerman, si después esos jugadores no tendrán su lugar.
Un caso, Wilfredo Caballero, campeón del mundo en el 2001 con Saviola, D'Alessandro y compañía, recién en este Mundial tuvo una chance. Ya habían pasado 17 años y la juventud, para él, no era un divino tesoro.