Boca Juniors se coronó anoche, merecidamente, en campeón de la Supercopa Argentina tras vencer con disparos desde el punto penal a Rosario Central, 6-5. Por lo expresado a lo largo del encuentro, el triunfo resultó justo y permite al pueblo bostero volver a creer en un equipo que se sacó de encima la malaria de las última definiciones.
El Xeneize inició mejor la etapa y mostraba intenciones de coparle la salida al Canalla. Esas dos primeras acciones en favor de los de La Ribera, a partir de acciones de balón parado, fueron un indicio. Bastó que el Colo Gil hiciera pie en zona media para que el elenco de Cocca empezara a jugar el partido que más le convenía. Boca, incómodo, perdió el libreto original y sufrió ese lapso en que los rosarinos encontraron en el vértigo de Lovera una opción para romper el sistema defensivo rival. Con Reynoso impreciso y Zárate con doble defensa encima, el Xeneize, sin quererlo, encontró las chances más claras de este primer tiempo para convertir, por la vía del contragolpe. Y se armó un duelo de ida y vuelta que levantó a los espectadores de sus asientos. Sin ser bien jugado, con imprecisiones y nervios de uno y otro lado, las pocas emociones de la etapa alcanzaron. Saltaban los rosarinos con ese remate lejano de Villagra que Andrada sacaba al córner y enseguida surgía el ¡uhhhh! en la otra cabecera del Malvinas con dos chances clarísimas para el once de Alfaro. Central era más inteligente para ocupar posiciones en ofensiva e incomodaba a un Boca que tenía a Marcone para destruir y no para construir. Clara señal de que algo andaba mal. Y en ese vértigo inicial, de mucha fricción y pocas ideas, ninguno consiguió la ventaja soñada. La promesa de repetidas emociones quedaba para el capítulo final.
El fútbol tiene una dinámica imprevista que muta incluso con los estados de ánimo o las inseguridades. A partir de eso, Central, conociendo las ansiedades y temores de Boca, decidió jugar el complemento. Con un sistema donde el orden era factor fundamental, el Canalla inquietó desde algunos balones parados. Ahora quien conducía al Canalla era Rinaudo y Boca era un concierto de malas decisiones. Se jugaba más cerca de Andrada que de Ledesma. Con el ingreso de Tévez, Boca encontró algo de tranquilidad para volver a ganar metros en el campo de juego y, aún sin ser del todo profundo, a merodear el área Canalla.
La increíble acción que despilfarró Nández, luego de la mejor acción colectiva xeneize, mostraba otra cara del complemento. Ahora era Rosario Central quien se refugiaba sobre su arco y especulaba con algún contragolpe. Y sufría esa decisión. Una guapeada de Villa terminó en una acción con un remate de Pavón que pegó en el travesaño y picó dentro del arco. Después, los postes salvaron al Canalla y condenaron la definición a remates desde los doce pasos, donde Boca se sacó la mufa de las finales perdidas y se quedó con un merecido festejo por lo expresado en los 90'.
Una fiesta impecable en la previa del juego
Un duelo de DJs animó la previa y entretuvieron a la gente a pura música. Luego, minutos antes de que los equipos hicieran su ingreso, en un Malvinas Argentinas oscuro e iluminado por las luces de los celulares, una tela fue desplegada en el círculo central donde se realizó una presentación plena de animación virtual, con luces, imágenes y un campo de juego de fondo en el que se proyectaron diferentes escenas relacionadas con todo lo que rodea a un encuentro de fútbol, todo esto seguido por drones que seguramente tomaron las mejores capturas.
De fondo sonaron los acordes del himno nacional argentino y en el medio se proyectó la imagen de la Supercopa con los escudos de Boca Juniors y Rosario Central de cada lado. La gente de Central desplegó un banderón inmenso y luego encendieron bengalas de color amarillo. También hubo fuegos artificiales y un ingreso de los equipos al mejor estilo final de Copa Libertadores.