“Nosotros no trabajamos con redes sociales sino con denuncias”, aclaró una fiscal del Sur provincial en una nota publicada el jueves por Los Andes. La afirmación, proveniente de la Justicia, refleja un hecho que quizás no nos detenemos a pensar demasiado: muchas veces nos quedamos en la comodidad de despotricar a través de la web y nuestra “denuncia” queda “enredada”.
“Entraron a robar a mi casa cuando no había nadie. Yo entré y el tipo todavía estaba en mi patio”, escribió en Twitter hace poco más de un mes una colega. Luego describió su bronca y su impotencia por lo vivido. Más que entendibles, por supuesto.
Más allá de lo que bien puede ser un ejercicio catártico, muchas veces nos quedamos sólo en el posteo (no digo que este ejemplo sea el caso). Generalmente depende del bien sustraído o de las circunstancias del atraco.
La impotencia de la víctima se acompaña con otro tibio gesto: el like o la réplica del posteo en la red social que fuera.
Si lo publicado es el “escrache” de un sospechoso o el video de un linchamiento, la sentencia llegará directa y rápidamente. Entonces no hará falta un tribunal. El martillo bajará a fuerza de un clic y sentenciará: “culpable”. Y a otra cosa, que hay tantos memes por mirar y compartir que no alcanza el día.
El planteo de la fiscal surge de acuerdo a lo que percibe, palpa y con lo que lidia a diario.
En el mismo artículo la letrada se mostró disconforme con las publicaciones que suelen replicarse en redes sociales con detalladas descripciones de sospechosos (“Este es el hdp que me robó”, suele leerse).
Pero cuando esos ciudadanos son citados para que sumen datos concretos, “no aportan nada de información”.
Entiendo que el descreimiento en la institución judicial es grande por aquello de que “entran por una puerta y salen por la otra” y que la decepción con el accionar de las fuerzas de seguridad tiene un tamaño similar.
“¿Para qué voy a denunciar? Demoro horas en una comisaría y pierdo plata en el laburo para que después ni agarren al tipo que me robó”, me lanzó hace unos días un tachero, de esos que de tanto andar y tomarle el pulso a la calle parecen saberlo todo.
Sin denuncia no hay registro ni antecedente. Sin ese acto, reflejado luego en un documento, el trabajo policial en caso de lograr una captura habrá sido en vano. Si la denuncia se libera de la red y se vuelca en una oficina fiscal el sistema tracciona.
Pero si no exigimos una Justicia cada vez más competente, unas fuerzas de seguridad más preparadas y unos ciudadanos más comprometidos y, en cambio, nos quedamos en la comodidad del berrinche, el desahogo y el escrache virtual, nada vamos a solucionar.
¿O acaso cree que Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, va a salir a buscar a quienes le robaron? Propongo que salgamos de este enredo. Y no se moleste; si está de acuerdo, no hace falta darle “me gusta”.