Los astrónomos han descubierto diez pequeñas lunas en la órbita de Júpiter, con lo que la cuenta total llega a 79; es el número más grande, por mucho, de lunas de cualquier planeta conocido. Uno de los descubrimientos es una pequeña bola de forma extraña que se mueve en sentido contrario a sus vecinas.
Juntas, las lunas ayudan a dar más información sobre la historia temprana del sistema solar. La existencia de tantos satélites pequeños sugiere que se crearon por una colisión cósmica después de que el mismo Júpiter se formó, hace más de 4000 millones de años.
"No se formaron con el planeta, sino que probablemente Júpiter los atrapó durante o justo después de su formación", dice Scott Sheppard, astrónomo del Instituto Carnegie de Ciencias en Washington. Él y sus colegas anunciaron el descubrimiento el 17 de julio.
El equipo de Sheppard usualmente busca objetos en partes muy lejanas del sistema solar, más allá de Plutón, y a veces encuentra lunas solitarias durante sus búsquedas. El año pasado el grupo informó sobre dos lunas adicionales de Júpiter.
En este caso, los científicos estaban buscando un supuesto planeta inmenso nunca antes visto popularmente conocido como Planeta Nueve. Júpiter estaba en la misma área del cielo, así que pudieron buscar lunas también.
Los investigadores descubrieron cuerpos nuevos en el sistema solar y calcularon sus órbitas fotografiando la misma región del cielo con semanas y meses de diferencia.
Después buscaron objetos que cambiaran de posición al comparar una imagen y otra con respecto a las estrellas del fondo. La primera vez que el equipo descubrió la mayoría de las nuevas lunas de Júpiter fue con ayuda del telescopio de cuatro metros Víctor Blanco del Observatorio Interamericano, ubicado en el cerro Tololo, en Chile, y luego llevaron a cabo un seguimiento con observaciones más detalladas desde otros telescopios.
Basura espacial
Todas las nuevas lunas son pequeñas, de entre uno y tres kilómetros de ancho. Siete de ellas viajan en órbitas remotas a más de veinte millones de kilómetros de Júpiter, y en dirección opuesta a la rotación del planeta. Eso las categoriza como lunas retrógradas.
La octava luna destaca porque viaja en la misma región espacial que las lunas retrógradas, pero en dirección opuesta (es decir, en la misma dirección que la rotación de Júpiter).
Su órbita está también inclinada con respecto a las de las lunas retrógradas. Eso significa que podría chocar fácilmente contra estas últimas, lo que la reduciría a polvo. Podría estar compuesta por los restos de una colisión cósmica más grande ocurrida en el pasado, dice Sheppard.
Las lunas de Júpiter reciben sus nombres en honor a dioses relacionados con la mitología alrededor de Júpiter o Zeus. Sheppard propuso bautizar a la rara como Valetudo (también conocida como Higía), en honor a una de las descendientes de Júpiter, la diosa de la higiene y la curación.
La novena y la décima de las diez lunas orbitan más cerca de Júpiter y se mueven en la misma dirección del planeta.
Si todas estas lunas se formaron al mismo tiempo que Júpiter, probablemente podrían haber sido capturadas por el gas y el polvo que aún circundaban al nuevo planeta, y haber sido engullidas. Su existencia sugiere que son restos de choques entre rocas espaciales que dejaron basura alrededor de Júpiter.
Si los astrónomos pueden dilucidar la historia de estos choques, podrían también determinar el tamaño de los satélites estacionados en la órbita de un Júpiter joven.
"Esa es una gran pregunta, y es lo que hace que estas diez lunas nuevas sean tan interesantes", dijo Douglas Hamilton, astrónomo de la Universidad de Maryland en College Park. "¿Cómo podemos vincular todo esto con cómo se formaron estos planetas?"
Sheppard dice que Júpiter podría tener algunas lunas más esperando ser descubiertas, aún sin ser vistas porque estaban escondidas en el resplandor del Sol cuando los científicos estaban buscándolas. Saturno, el segundo lugar después de Júpiter en la competencia de lunas, tiene 62 satélites conocidos.