Junín: demoran restauración del Hotel de los Inmigrantes

La comuna había comprado la propiedad en ruinas y prometido su reapertura para el año pasado. Analizan si reforzar la actual estructura o demoler todo salvo la fachada.

Junín: demoran restauración del Hotel de los Inmigrantes
Junín: demoran restauración del Hotel de los Inmigrantes

En la esquina de las calles Defensa y 25 de Mayo, frente a los ferrocarriles de Junín, se levanta desde hace un siglo el Hotel de los Inmigrantes, un alojamiento de habitaciones en balcón que a comienzos del siglo XX albergó a quienes llegaban buscando un futuro en la zona.

Y aunque ese hotel ha sido pieza fundamental en la historia de Junín y San Martín, pasado el esplendor de las primeras décadas tuvo una mala vejez y terminó ensombrecido, alojando a hombres y mujeres del submundo de la noche que solían reunirse en el bar de persianas oxidadas que funcionaba en la ochava.

Para recuperar esa esquina histórica y con la idea de destinar el alojamiento a estudiantes universitarios, en 2013 la comuna compró la propiedad y armó un proyecto para restaurar el hotel y habilitarlo en 12 meses. “La idea es que sirva de alojamiento a los jóvenes de la región que cursan en nuestro centro universitario y que por motivos económicos no pueden viajar”, explicaron desde la comuna en aquel momento.

Y al poco tiempo, los trabajos en el hotel comenzaron con mano de obra municipal, que en una primera etapa se dedicó a levantar pisos, sellar pozos sépticos y revisar cañerías e instalaciones. Sin embargo, esa tarea se detuvo en 2014 y al día de hoy no se retomó: el hotel no fue restaurado y mucho menos habilitado.

Desde el área de Obras explicaron que al revisar la estructura del viejo edificio surgieron dudas respecto a su solidez: “Aunque se ha mantenido en pie durante más de un siglo, necesitamos la garantía de que se adapta a los códigos de edificación vigentes porque allí van a vivir y a dormir decenas de jóvenes”.

El edificio de dos plantas cuenta con 11 habitaciones, un salón grande en la planta baja y también cocina y baño. El proyecto de restauración incluye la construcción de baños para cada habitación, en la que se alojarán entre cuatro y seis estudiantes.

“Mire, la obra está detenida pero no el proyecto, porque la comuna está determinando qué camino seguirá entre dos opciones que se le presentan”, explicó el diputado Jorge Sosa, que es ingeniero y asesor del municipio en este tema.

Así, la primera de las opciones es reforzar la estructura existente, para lo cual hay que trabajar en todos los niveles, desde la fundación y los pisos a las paredes y las losas; el segundo camino es mantener la fachada tradicional del hotel, pero demoler todo hacia adentro y construir una estructura más liviana con materiales en seco.

“Estamos haciendo el cálculo de estructura para cada caso y una vez finalizado, sabiendo presupuestos, ventajas y desventajas, la comuna decidirá qué camino seguir”, agregó Sosa, y subrayó: “Es cierto que originalmente la idea era inaugurar el hotel en 2014, pero en esto lo mejor es no apurarse. Hablamos de un edificio muy viejo y queremos habilitarlo sabiendo que será seguro para todos los que lo habiten”.

En este contexto, el área de Obras espera tener el detalle de ambas opciones a mediados de año y a partir de allí decidir si se refuerzan la estructuras del viejo hotel o si solo se mantiene la fachada y el resto se demuele y se construye todo de nuevo.

Un edificio con historias

La cuadra del Hotel de los Inmigrantes es una de las que más historias guarda en toda la región, y como ejemplo alcanza con mencionar que en la esquina opuesta funcionó, para la misma época, el Hotel Taño, más precario y barato que el de la competencia.

Ese lugar, propiedad de la familia Llaver, fue más tarde bar, almacén, carnicería y bicicletería; luego fue una de las talabarterías más conocidas en todo el Este, distinguida incluso por el Ministerio de Producción de Mendoza.

“En aquellos primeros años, el que tenía plata iba al hotel de los Inmigrantes y el croto se hospedaba en el que atendía mi viejo”, recordaba hace algunos años don Elías Llaver: “Por día, mi viejo llegaba a tener cien clientes y mi madre los ubicaba según la plata que tenían”.

Dormir en el patio costaba 5 centavos, hacerlo bajo el techo de la galería 10 y si uno tenía 20 centavos podía darse el lujo de dormir en el galpón: “Al día siguiente se les daba algún mate cocido o un vino como desayuno y ya estaban los camiones en la puerta esperando para llevarlos a las fincas de la zona”.

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