Julieta Navarro por fin descansa en su casa de Buenos Aires. Fueron días movidos y estresantes para la periodista mendocina, que hace unos meses dejó su lugar en el noticiero matinal "Buenos Días América" y comenzó un nuevo desafío laboral en Paraguay. Pero debido a la pandemia tuvo que adelantar su viaje a la capital.
"Yo tenía que volverme el 3 de abril, trabajo un mes y luego vuelvo unos días a Buenos Aires. Pero se suspendió todo, cerraron los aeropuertos, las fronteras. Y hace dos días nos enteramos que salía un micro de repatriación, entonces esperamos hasta que se dio el viaje. Fue todo muy rápido y sobre todo con el miedo de viajar con cincuenta personas 24 horas es un tema", cuenta después de ser parte de la travesía de repatriados argentinos en Paraguay.
Por estos días cumplirá la cuarentena obligatoria como todos los que llegan desde el exterior y acomodará su trabajo en el canal América, la señal donde trabaja hace cuatro años y con la que cumplió funciones especiales en el país limítrofe.
Después de seis años de radicarse en Buenos Aires, junto a su esposo el periodista Lucas Jerez, la mendocina comenzó su camino en la televisión porteña en el canal de cable A24 y desde el comienzo dejó el entretenimiento para volcarse de lleno a las noticias.
"A las dos semanas que llegué hice un casting y entré al canal. De ahí en adelante estaba predispuesta a hacer de todo, desde policiales, espectáculos, móviles, lo que se daba. Siempre pensé que iba a trabajar de otra cosa hasta que encontrara trabajo en los medios, pero se dio todo distinto. Siempre muy consciente de que no era habitual mi situación, por eso le saqué el jugo a todas las experiencias. De hecho no me había planteado el periodismo en televisión y acá se dio por ahí. Hoy pienso que me gustaría volver al entretenimiento, pero no sé si me siento tan segura", reflexiona la joven ex virreina Nacional de la Vendimia 2014, que dio sus primeros pasos en Canal 9 en los ciclos "El mirador de cine" y "Cada Día".
-¿Cómo transitás tu trabajo en la televisión y el desafío de estar al frente de las noticias?
-Cuando empecé en “Buenos Días América” a trabajar con Antonio Laje fue otra escuela. Porque te vas adaptando a las maneras de trabajar. Antonio es un maestro, no le gustan las medias tintas, tenés que estar informado sobre los temas aunque a vos no te toque presentarlos. Fueron tres años de un master, porque estar al aire cuatro horas es mucho tiempo. Pasa el vivo, la información y hacer una co-conducción fue una gran escuela para mí. De lunes a viernes era estar metida en el trabajo; además del vivo hacíamos la producción. Y me subí a una rutina que me resulta medio adictiva. Me parece muy emocionante ejercer el periodismo desde ese lugar.
También aprender de los compañeros y tener la apertura de aceptar la mirada del otro sobre tu trabajo. Estamos tan expuestos y sumás las redes sociales, que a veces tenés una respuesta sin piedad.
-¿Te pasa que te tiran mala onda en las redes?
-Mala onda, no. Porque no tengo un perfil que invita a eso o a la polémica, no tengo la fortaleza para generar un personaje duro desde ese lugar. Por suerte la gente es muy amorosa conmigo, pero sí me ha pasado de alguna crítica sobre mi trabajo.
-¿Te fue fácil adaptarte al ritmo y vida de Buenos Aires?
-Estuve dos años padeciéndolo un poco. El hecho de hacer amigos, de encontrar mis lugares acá, de sentirme ‘‘en casa’’. Y hoy siento que Mendoza es un lugar al que siempre quiero volver, pero desde lo personal, lo familiar, es mi lugar de amor y paz. También fantaseo con volver a trabajar, pero hoy me siento bien, aprendí a vivir la ciudad, a conocer gente.
-Se casaron con Lucas y al poco tiempo se mudaron, fue un cambio para ambos.
-Sí, tal cual. Venir sola no sé cómo hubiese sido, porque llegamos los dos con nuestros objetivos profesionales y personales. De a poco vamos concretando lo que nos imaginamos. Obvio que en el camino las cosas van cambiando. Puertas que no te imaginás que se van abrir. Y a los dos nos pasaron cosas re lindas en lo laboral. Creo que fue fundamental la compañía para apoyarnos mutuamente.
-¿Te pasó de vivir un mal momento en el trabajo?
-En realidad hay gente con la que te cruzás y deseás no volvértela a cruzar. Hay personas que tienen otras formas de relacionarse y en un momento me sentí medio campechana, muy confiada y por ahí te cuesta ver la esencia de la gente. Pero pasa en todos los trabajos. Me pasó que me crucé con gente que no me gustaría volver a trabajar, que no sacan lo mejor de mí, que no te ayudan a crecer.
-¿Extrañás algo de Mendoza, de tu vida acá?
-Sí, creo que el tiempo que tenemos para dedicarle al otro. Incluso acá tenés buenos vínculos y cariño, pero nadie tiene tiempo para compartir. Cuando hablo con mi familia o amigos, te das cuenta que en Mendoza tenemos un momento para poner pausa y juntarte, escuchar al otro. Y acá te sentís un robot, vas para adelante sin pensar mucho porque si no te entra el bajón. Sin querer, te volvés más frío para poder adaptarte.