El panorama es totalmente diferente. Parece una isla. Otro país, otro deporte, otro fútbol. Pero no. Es sábado por la tarde y Almagro e Independiente Rivadavia juegan por la tercera fecha del torneo de la Primera B Nacional 2017/2018. La cabecera local se asemeja a una platea: no hay banderas, tampoco bombos ni pirotecnia y todo transcurre con normalidad. Tanto, que hasta se oyen muy pocos insultos. Se respira otro ambiente, más puro.
Si hasta parece un entrenamiento con público. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que no está la barra brava. Sólo hay socios, familias y gente común que paga su cuota y entrada religiosamente como cualquier hijo de vecino que quiere asistir a un espectáculo. Y esa es la explicación a todo lo que “llama la atención”, cuando en realidad debería ser lo normal. Pero estamos en la Argentina…
En el entretiempo del encuentro entre el Tricolor y La Lepra, Julián Romeo, el joven titular de Almagro (45 años) accedió a hablar con MÁS Deportes y contó la fórmula para conseguir algo que para muchos parece una misión imposible.
-Julián, ¿cómo se hace para tener un partido de fútbol sin barras?
-No es una decisión simpática, mucha gente reclama la vuelta del llamado folklore pero nosotros le hemos dado prioridad a la tranquilidad, a la familia. Es algo que cuesta y va a llevar un tiempo, pero hace ya unos cuantos meses que estamos en este camino y la verdad que va a llevar un tiempo porque estamos dándole un poco de sinceridad a lo que pasaba aquí en este estadio y a lo que sucede en muchos estadios de Argentina, donde uno ve tribunas completas pero la gente entra sin pagar.
Entonces, a raíz de algunos incidentes que tuvimos hace un tiempo entendimos que los que generan los incidentes son personas que entran camufladas entre aquellos que entran gratis. Tomamos una determinación para que el socio de verdad, el que quiere pagar la cuota y quiere venir con la familia pueda estar tranquilo. Hoy solamente entran los socios.
-¿Cuánto hace que le están dando pelea a los violentos? Imagino la cantidad de amenazas y represalias que deben haber sufrido…
-Sucede que en el club este tema del negocio de los barras había avanzado de una forma totalmente desmesurada. Cuando nosotros tomamos el club, manejaban ciertos jugadores y obligaban a los dirigentes a fichar por la institución. Era demasiado. Por suerte, de a poco lo fuimos recortando hasta llegar a la actualidad, donde esos negocios directamente no están. No es fácil, no es para cualquiera y se necesita mucha convicción. Si uno es dirigente y quiere tomar este tipo de decisiones es importante no vivir en las inmediaciones del estadio.
Por otra parte, lamentablemente hay gente de bien que no comprende esto de que uno quiere darle lugar a la familia, ver un partido tranquilo y reclaman por el folklore. Entonces, hay que explicarles todo de nuevo.
-¿Qué les dicen los colegas de otros clubes cuando vienen a jugar contra Almagro y se encuentran con esta realidad tan diferente?
-Y, a los colegas yo los comprendo porque no es fácil meterse en esto, el fútbol es muy complicado. El sólo hecho de tener un plantel competitivo en la categoría que sea genera mucho desgaste, mucho esfuerzo y a veces uno trata de dedicar la energía en eso. Entonces, si se vuelca a esto se deja el otro lado descubierto. Hay muchos colegas que acompañan, se solidarizan, pero observan desde lejos. Y realmente los entiendo.
-¿Almagro demuestra que la frustrada lucha que dio Javier Cantero contra la barrabrava de Independiente de Avellaneda es algo que se puede concretar?
-Sí, convengamos que un club grande de Primera División tiene negocios mucho más importantes. Y si bien acá en Almagro esta gente también tenía sus negocios, evidentemente no eran tan grandes. La realidad es que el dirigente no tiene porqué ser Rambo ni ser un soldado, debería estar acompañado por el Estado. Nosotros hemos recurrido a la justicia, hemos hecho denuncias, hemos puesto derechos de admisión y nos hemos apalancado sobre los resortes del Estado para poder lograr esto.
-¿Y cómo se ha comportado el Estado en ese sentido?
-De momento bien, la justicia nos está ayudando pero el caso nuestro tal vez no es el denominador de los clubes. La realidad es que para tomar decisiones de esta magnitud, uno tiene que hacer denuncias en diferentes fiscalías, poner derecho de admisión en las agencias de prevención de seguridad… son un montón de cosas que se hacen que no son amenas ni simpáticas.
-¿A cuántos violentos se les aplicó el derecho de admisión?
-El derecho de admisión se le aplicó a los cinco referentes de la barra y después hemos recortado los episodios donde los barras se presentaban en grupo y la policía, la seguridad y los controles, para no encontrarse con un problema, levantaban los molinetes para que entren, algo que pasa en todos los estadios.
-¿Hay mucha hipocresía en la dirigencia del fútbol argentino?
-No sé si llamarlo hipocresía. Tal vez la dirigencia de los clubes llega hasta donde puede, no se puede exigirles a todos que hagan lo que hizo Almagro, aunque deberían.
-Y si usted pudo, ¿por qué los demás no podrían?
-Yo puedo, pero la verdad que todos los dirigentes del club hacemos un esfuerzo extraordinario, con mucho estrés y a veces la gente y los dirigentes no se sienten con tanta energía para afrontar todas estas dificultades.
Esto debería surgir de más arriba para que uno se sienta acompañado y para que uno no sienta tanto el riesgo. ¡Porque mirá que nos han hecho maldades, eh! Al vicepresidente le han pintado el auto, a mí me han tirado ladrillos, nos han amenazado y la verdad que no es fácil, no es para cualquiera.
-¿No tiene miedo por su familia?
-No. Y tengo dos hijos. Será que esta es mi forma de ser. Hay un poco de temor generalizado, hay muchas cosas que no salen a la luz y hay muchos dirigentes que son amedrentados, extorsionados y amenazados. Y la gente no se entera de esto. Claro, después hay muchos que dicen: 'yo quiero venir a ayudar, quiero ser dirigente, quiero conducir un club', pero tampoco tienen por qué ser Rambo.
-Llevan tres años de gestión y les queda uno más. ¿Existe voluntad política de continuar con esta medida?
-Sí, sí, hay voluntad y muchas ganas de continuar con esto.
-¿Tanto de ustedes como de la oposición?
-No, de la oposición. A veces la política hace que cuando están del otro lado utilicen estas cosas para ganarse la simpatía de la gente que no está de acuerdo.