Fue durante el verano de 2014, cuando personal de Lucha Contra el Narcotráfico del Este concretó un procedimiento con el secuestro de marihuana, cocaína y dinero.
Lo novedoso fue que descubrieron tanto a la droga como al dinero enterrados en el fondo de la casa y que también se encontró estupefacientes en los pañales de un bebé que estaba en brazos de su madre cuando se allanó el lugar.
El caso comenzó a ser tratado en debate oral y público en los Tribunales Federales.
Una familia
A juicio llegaron siete imputados: Ariel Olivares y sus hijos Héctor, Fabián y Hernán, junto con Jennifer Castro, por tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, al igual que Sergio Salinas. Mientras que Horacio Leal fue acusado de partícipe secundario.
Todo comenzó con una denuncia anónima en la que se señalaba con nombre y apellido a una persona que es “traficante de droga”.
Agregaba como dato destacado que “el tal Carlos ha salido de la cárcel hace tiempo y distribuye la droga en Palmira (San Martín) y San Roque (Maipú)”. También se aportó que “tiene como socios a los hermanos Olivares”, y que traslada la droga “en camiones hasta la zona Este para su distribución”.
De acuerdo a los preventivos policiales, los Olivares se dedicarían al acopio, fraccionamiento, distribución y venta de estupefacientes, tanto en su casa (Pablo Loos al 200 de San Roque), como en la modalidad de entrega “a domicilio”.
Por su parte, Salinas tenía la “guarda” de la mercadería. Tras allanamientos quedó demostrado que los Olivares enterraban la droga y el dinero en el patio de las casas.
En tanto, Jennifer Castro durante el allanamiento tenía un niño de 3 años en brazos que en los pañales tenía un envoltorio con 110 gramos de marihuana.