Juicio a las Juntas: el testimonio de Ángel Bustelo que emocionó al país - Por F. Bustelo

Juicio a las Juntas: el testimonio de Ángel Bustelo que emocionó al país - Por F. Bustelo
Juicio a las Juntas: el testimonio de Ángel Bustelo que emocionó al país - Por F. Bustelo

Treinta y cinco años del inicio del juicio a las juntas militares. Treinta y siete  años del regreso a la democracia luego de la dictadura. Parecen una eternidad pero no lo es en la memoria del pueblo ni en la memoria de los que padecieron el accionar violento de persecución, tortura y muerte ocurrida en esos años.

Me piden que escriba sobre nuestro Nuremberg. Seria tedioso y reiterativo intentar recorrer líneas ya largamente escritas de los historiadores sobre este hecho, por lo que no voy a desandar lo ya andado, pero sí, y  creo fue el pedido, traer un recuerdo de cuando fui con mi padre Ángel y mi madre Elva a declarar como testigo en el juicio histórico. Yo estaba estudiando en Córdoba cuando nos llega el telegrama de la citación para declarar. Mis viejos viajaron desde Mendoza y yo desde la Docta. Nos encontramos un par de días antes en la gran capital.

Fueron los días previos de mucho nerviosismo porque éramos conscientes de que íbamos a ser partícipes de un hecho histórico. Sobre todo, mi viejo que sentía que había llegado un día en su vida para decir y contar ante un Tribunal de jueces de la democracia lo que había sentido, visto y pensado durante su año de encierro desde 1976 a 1977 en diferentes cárceles del país.

Yo lo conocía y lo veía como un animal ansioso por hacer algo para recuperar parte de su libertad interior, no la libertad física y ambulatoria obtenida luego de su liberación, sino la de su liberación espiritual mediante su declaración ante un tribunal de derecho. Contrario a los jueces que lo encarcelaron injustamente y cuyas circunstancias de detención y violaciones no fueron investigadas con compromiso leal, ni concluidas en fallo cuando debió haber pasado.

Luego de los años de la dictadura, y habiendo sido quien fue en sus luchas políticas y defendiendo a presos políticos sin medir consecuencia personal alguna, lograr pararse frente a un Tribunal de la Democracia conformado por jueces probos e intachables dispuestos a hacer lo que todo un pueblo estaba esperando que se hiciera, justicia y por ende prisión a los jerarcas. Y con la participación del gran Fiscal que había dejado su integridad física investigando bajo presiones y amenazas cada uno de los hechos que le iban llegando de las atrocidades que habían cometido los jefes militares  y sus chacales.

Verlo al gran Fiscal sentado fumando un cigarrillo tras otro, y detrás de ese humo espeso ese hombre trastornado por las ferocidades de los hechos llegados a su conocimiento para el juicio, al que todavía no se le han dado los verdaderos honores por su titánica tarea de buscar pruebas, hablar con testigos, buscar documentos para lograr que esas bestias fueran condenadas, y  el  mundo entero supiera lo que había sucedido en esta tierra, fue ese día uno de los mayores impacto de sensaciones  de admiración y respeto a un hombre que para hacer justicia estaba dejando jirones de su vida. Un gran hombre de la justicia, muy poco repetido  ni tomado como el gran referente de fiscales al no transar ni con nada ni con nadie para que el juicio a las juntas terminara con una condena.

Pues allí llegó fundamentalmente mi viejo a sentarse frente a los jueces para contar, a veces entre llantos, otras entre risas cada una de las cosas que padeció en la cárcel y de su valentía para soportar lo que estaban haciendo con los argentinos.

Han quedado documentados muchos de sus dichos, y de la forma en que se dirigía a los jueces pidiendo justicia, mas que a él, justicia por su patria. Creo que ese fue un día, como el de muchas otras víctimas que sentí estar  ante un tribunal de verdadera  justicia y que iban a ser escuchados en sus desgarradores relatos, para luego, tal vez, sanarse en parte de tantas pesadillas que no les permitían llegar al sueño reparador.

Muchas noches lo encontraba despierto a mi viejo en horas inciertas de la madrugada y cuando le preguntaba que qué le pasaba que no dormía, me decía: “me vienen a veces los recuerdos de la cárcel”, que no lo dejaban en paz. Por eso, también escribió su libro El Silenciero Cautivo, otra forma de hacer catarsis y dejar testimonio, no en primera persona por no buscar protagonismo, de los días de cárcel.

Es indescifrable e indescriptible la sensación de paz,  tranquilidad y justicia que teníamos luego de  salir ese día del palacio de tribunales.  Mi viejo estaba floreciente con una paz interior pocas veces vista. La búsqueda del valor justicia en el espíritu y alma es una ofrenda de paz en el hombre y mujer lastimados y victimizados que muy pocas veces se puede percibir. Yo ese día lo vi. El Ángel era otro al salir del tribunal. Por sus recuerdos pasaban un torbellino de cosas y nombres de sus compañeros de cárcel que con su declaración ante jueces de la democracia, tal vez podrían encontrar un momento de paz, para sí y para ellos.

Al otro día en los titulares de los diarios de Buenos Aires, que seguían las crónicas del juicio histórico, publicaron una foto del viejo limpiándose con un pañuelo sus lágrimas al  pedir perdón por llorar pero que no lloraba por él, sino por su patria.

Las declaraciones de Bustelo en el juicio

Semicubierto por un poncho de vicuña que "no uso para compadrear, sino porque sufro mucho el frío", aclaró ante el tribunal, el abogado Angel Bustelo (76), viejo dirigente del Partido Comunista mendocino, declaró el viernes 5, provocando emociones.

-Doctor Bustelo

-Escritor. Ahora soy escritor, porque al abogado lo mataron estos tipos (los militares juzgados). Al igual que mataron a mí gran amigo Benito Marianetti, que murió de pena al ver lo que estaba ocurriendo conmigo y con tantos otros ciudadanos argentinos en aquellos tiempos.

-Considerando lo que ocurría en aquel entonces, ¿no le parece un poco ingenua su percepción de la realidad, antes de ser detenido?

-Es que estos sujetos superaron todo lo previsible. Fui encapuchado, esposado, trasladado como ganado en un avión Hércules, golpeado a mansalva en ese traslado -llegué a contar sesenta y dos golpes en mi espalda-. Todo esto producido por esos señores, ejemplo de la "precaria mentalidad los militares argentinos", como dice Borges. La realidad se presentó en forma descarnada cuando me tiraron en un galón donde había como doscientos presos más. Después me golpearon, y hasta me sometieron a un simulacro de fusilamiento. Después me acusaron de ideólogo por defender la condicióon humana de los presos. Cuando llegamos a la cárcel de La Plata -después del traslado en avión-, unos tipos me dijeron al pasar: "a este viejo lo quemamos". Yo pensé: "¡La puta! qué lindo recibimiento". Así se presentó la realidad, de una forma salvaje que nadie en su sano juicio podía llegar a imaginarse en esta querida patria en la que todos lloramos por lo que se ha hecho.

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