"Un día le pregunté a mi hija por Andresito (Di Césare) y me dijo: 'No sabés lo que es; me llama cada 5 minutos, me pregunta cómo estoy vestida. Le voy a cortar'. Pero nunca me imaginé que la iba a matar", dijo ayer Graciela González, abriendo la etapa de testigos en el juicio por el femicidio de su hija Julieta (21), crimen por el cual está imputado Andrés Salvador Di Césare (26).
La mujer, una policía que cumplía funciones en una comisaría de Maipú en la primavera de 2016 cuando murió su hija, le contó a los jueces Jorge Coussirat, Alejandra Ratto y Juan Mauricio cómo fueron los últimos contactos que tuvo con la joven.
"Ese 21 de septiembre me acompañó a la comisaría y a las 19 me llama, me dice que se termina de bañar y me va a buscar a la comisaría. Esa fue la última conversación", explicó la uniformada, indicando que luego estuvo llamado a su hija por teléfono desde las 23 a las 0.30 del día siguiente. Pensó que se había ido a bailar pero al otro día uno de sus hijos le informó que Julieta no había vuelto.
Después de efectuar una denuncia por el paradero de la joven, González logró comunicarse al celular de Julieta. "Escuché una voz de mujer o aflautada que, desesperada, dijo: 'cortá, cortá'", relató.
También se refirió a la relación que Di Césare tenía con Julieta. Los jóvenes se conocían "desde chicos" ya que fueron vecinos hasta que el acusado cumplió 8 años y su familia se mudó. Ambas familias era muy unidas, al punto que el padre del imputado es padrino de uno de los hermanos González.
“Volví a ver a Andresito en 2015. Aparentemente, mi hija y él seguían siendo amigos. Ella me dijo: ‘Mirá quien viene, el Andresito’ y él se acercó y me dio un beso”, explicó la mujer policía.
Pero fue al año siguiente cuando la joven le volvió a hablar de Di Césare: "Me dijo que se iban a juntar y después me dijo que tenían una relación". Ese vínculo fue definido por la madre de la víctima como obsesiva. "Me dijo que Andrés le había dicho que cuando eran chicos le había dado el primer beso. Me parece que estaba obsesionado con mi hija".
Ante la pregunta de los defensores Pablo Cazabán y Fernando Luquez, la testigo explicó que, cuando desapareció su hija, llamó a algunos hombres que Julieta conocía "por desesperación" y que sospechó de ellos (incluso llamó por teléfono a un bodeguero) pero nunca de Di Césare. "Teníamos una excelente relación con la familia", explicó González.
Esta relación se agrietó, según la uniformada, cuando el padre del imputado la llamó para decirle que quería “arreglar” la situación.
Ayer también declaró un gestor cultural de Maipú que fue amigo de Julieta y aseguró que la joven mantenía una "relación de encuentros oportunos" que no era muy simétrica: "Ella se tomaba a pecho la relación pero me dijo que no recibía lo que esperaba".
La importancia de las pericias
Ayer también declararon, a pedido de la fiscal de Homicidios Claudia Ríos Ortiz, dos mujeres policías que trabajaron en la pericia del Ford Fiesta Kinetic del detenido y en la escena del crimen.
La primera indicó que encontró una mancha hemática visible a simple vista en el techo del vehículo y otros rastros de sangre en el apoya-cabezas del asiento del acompañante y en el piso.
Algunos indicios mostraban que la sangre se había “proyectado” con fuerza; en cambio, una mancha encontrada en el asiento le permitió inferir a una de las testigos que “una persona lesionada estuvo allí un tiempo indeterminado” y que probablemente un asiento había sido lavado.
Por otra parte, la policía que trabajó el 27 de septiembre de 2016 en una ripiera cercana al penal Almafuerte en Cacheuta -donde se encontró el cadáver de Julieta- no dio mayores precisiones sobre el hallazgo, salvo que el cuerpo estaba cerca de la banquina en una zona con arbustos.
En relación a los tres planteos de nulidad presentados en la jornada inicial por la defensa, los jueces los desecharon y darán los fundamentos de estas decisiones al momento de dictar sentencia.
Las testimoniales continuarán hoy.