Entre tiburones es el resultado de un blog alojado durante dos años (2011-2013) bajo la cabecera de The Guardian que pretendió explicar a la gente cómo son los pobladores de la City. Su autor, el periodista holandés Joris Luyendijk, antropólogo de formación, se acerca a este mundo para él ignoto con la técnica que aplicaría a una tribu recién descubierta en Borneo.
A partir de preguntas elementales o provocativas, consigue que unos 200 nativos rompan la omertá y expliquen las razones de su conducta.
El punto de partida es el hundimiento de Lehman Brothers en 2008. Y la conclusión, que nada sustancial ha cambiado desde entonces y que se está incubando una nueva burbuja financiera. Nadie se siente responsable, ni personal ni corporativamente, de una crisis que a punto estuvo de provocar el colapso del sistema financiero global.
Los bancos de inversión ya habían anticipado un ensayo general a finales de los noventa con la burbuja de las puntocom.
Los bancos centrales obligaron a crear murallas chinas que hoy parecen de chiste y taparon aquel agujero emitiendo dinero barato que alimentaría la burbuja inmobiliaria.
Como lego en la materia, Luyendijk no pretende descubrir soluciones al bucle de las crisis financieras periódicas, sino desentrañar las reglas internas de esta pequeña ciudad multiétnica de 250.000 habitantes, férreamente dividida en tres grandes castas: los directivos, los responsables de riesgos y regulaciones, y una enorme plataforma burocrático-administrativa (back office) que abarca servicios legales, recursos humanos, tecnología de la información, registro de transacciones, etcétera.
No hay discriminación por clase social, raza o tendencia sexual; de hecho, la City es la industria más multicultural de Reino Unido. La fuerte estratificación interna está marcada solo por el dinero que uno hace ganar al banco y que se traduce en remuneraciones muy generosas. A cambio se aplica con fiereza un darwinismo que expulsa a quien incumple los objetivos.
La llave más segura de acceso es el talento matemático, mejor si va acompañado de una total falta de escrúpulos morales.
La ley es la única barrera en la búsqueda del tesoro. Por eso, cuantas menos regulaciones, mejor, y si es preciso se sortean.
Los grandes perdedores en la guerra de castas son los controladores de riesgos. Los antiguos bancos de inversiones, vinculados a sagas familiares, fueron adquiridos por megabancos, cuya eventual bancarrota será cubierta por el contribuyente.
Nadie, pues, tiene interés en escuchar a los agoreros internos cuando está en juego un beneficio grandioso mediante productos a menudo incomprensibles para sus promotores y cuyo riesgo es imposible de evaluar. Alguien compara este escenario con el juego de la ruleta rusa en la cabeza de otro.
Esta nueva fiebre del oro condujo al desastre de 2008 con el estallido de las obligaciones de deuda garantizada (CDO), un producto complejo que entre otras cosas escondía en su interior millones de hipotecas tóxicas y créditos de dudoso cobro.
Las regulaciones posteriores han exigido a los matemáticos desarrollar su creatividad en nuevos artefactos financieros cuya trazabilidad solo es visible para las computadoras.
Las negociaciones de alta frecuencia solo resultan comprensibles para sus creadores, que se ven obligados a explicar los riesgos a los altos ejecutivos. La verdadera amenaza, dice uno de los expertos, no es que los directivos nos oculten cosas, sino que ellos ignoren los riesgos.
El bestiario de la City agrupa a numerosas especies depredadoras, pero Luyendijk sostiene que sería un error atribuir el desastre a la codicia individual, es todo el sistema el que está dopado para crear burbujas sucesivas que alimenten al Minotauro. Y no vislumbra ningún Teseo capaz de destruirlo. De los partidos políticos no espera gran cosa, una vez que conservadores y laboristas se han convertido en aliados del tinglado financiero, que por lo demás genera el 10% del PIB británico.
Desde su profundo escepticismo sobre la capacidad regenerativa de la gran banca, solo plantea un par de reflexiones finales: qué tal si sustituimos el aforismo “demasiado grande para caer” por “demasiado grande para existir”. Washington troceó AT&T en los ochenta bajo la Administración de Reagan.
Se eliminaría así la cobertura última de los contribuyentes y la red que protege a los saltimbanquis financieros. No estaría de más, concluye, incorporar al sistema retributivo de bonus el concepto de malus.
"Entre tiburones". Joris Luyendijk. Traducción de Mario Santana. El Hombre del Tres. 2016 (300 páginas).