Jugando al truco por la Corte - Por Carlos S. La Rosa

Calavera no chilla: en la Legislatura ganó el que mintió mejor, porque lo cierto es que nadie tenía tan buenas cartas como decía tener.

Jugando al truco por la Corte - Por Carlos S.  La Rosa
Jugando al truco por la Corte - Por Carlos S. La Rosa

El año pasado, el gobernador Alfredo Cornejo -luego de no obtener las mayorías necesarias- decidió postergar el debate sobre la ampliación de los miembros de la Corte Suprema de Justicia local hasta que se alcanzaran los consensos suficientes.

En tal sentido, aunque políticamente un tanto traído de los pelos, el incipiente acuerdo insinuado entre Cornejo y el sector K liderado por la senadora Anabel Fernández Sagasti, puede considerarse un intento por ampliar esos consensos.

Sin embargo, cuando ese primer intento naufragó, en vez de seguir pacientemente buscando otros, se decidió lisa y llanamente condenar a toda la oposición por su obstruccionismo. Algo que puede ser más o menos cierto en general, pero que en este caso se comprende porque casi siempre que un presidente o un gobernador propone cambiar la composición de la Corte (y peor aumentándola), las sospechas acerca de querer hacerla más afín a sus intereses políticos, suelen ser razonables. Quizá ésta sea la excepción que justifique la regla, pero aunque en Mendoza no existan las brujas, que las hay, las hay. Entonces, no deja de ser lógico para la oposición pecar más por obstruccionista que por colaboracionista. Y para la opinión pública, poner un dejo de duda acerca de posibles contradicciones entre las intenciones declaradas y las que no. No tanto por sospechar, sino por si las moscas. Por eso que solía decir el General de que el hombre es bueno, pero si se lo controla mejor.

Lo cierto es que esta semana, el gobernador -o alguna de sus espadas- decidió abandonar el camino del consenso y apostar al de la picardía. Ver si lo que no se estaba logrando con las reglas de la política se podía imponer con las reglas del juego de cartas argentino por excelencia, ese que culturalmente proviene más del viejo Vizcacha que del Martín Fierro. Nos referimos al truco, el del envido, falta envido y quiero vale cuatro.

En consonancia con el juego, se eligió como fecha para el debate los instantes siguientes al del partido entre Argentina y Nigeria, suponiendo que tanto si se perdiera como si se ganara en el fútbol, a nadie le importaría en absoluto lo que se estaba discutiendo en la Legislatura, ni siquiera a los diarios del día siguiente. Descubrióse, además, que dos legisladores justicialistas estarían ausentes, uno por enfermedad y el otro por viaje. Y que tres diputados de un partido nuevo les habían jurado dar quórum. Las cartas estaban echadas y eran buenas: gracias a los peronistas, los radicales ganarían el envido, y gracias a los de Protectora, ganarían el truco.

Pero lo que quizá no previeron los audaces jugadores oficialistas es que en el truco no suele ganar el que tiene las mejores cartas, sino el que sabe mentir mejor. Es que así como la mentira es un pecado en la política y en la vida, en el truco es una virtud, un mérito, un talento.

Y así fue nomás. Las espadas cornejistas ganaron el envido porque el justicialista enfermo no se levantó de la cama aunque le ofrecieron una camilla y el otro justicialista no adelantó su viaje aunque le ofrecieron un avión privado. Pero cuando hubo de cantarse el truco, los de Protectora le dijeron que no al quórum que antes habían jurado que sí. Prefirieron quedar como contradictorios antes que como los responsables de que la ampliación se aprobara. Los radicales, con cierta razón, pusieron el grito en el cielo, pero los que se jugaron la ampliación de la Corte al truco fueron ellos. Y calavera no chilla, ganó el que mintió mejor, porque lo cierto es que nadie tenía tan buenas cartas como decía tener.

En fin, que si no se pueden lograr los consensos necesarios para aprobar la ampliación de la Corte, tal vez se podrían probar infinidad de otros caminos para agilizar el funcionamiento de la Justicia. El gobernador ha realizado una amplia reforma en el área con una cantidad importantísima de leyes aprobadas y si éstas se aplican bien quizá aún con siete jueces supremos sea suficiente para que las cosas empiecen a andar mejor. Sin necesidad de tener que confundir las leyes de la política con las del truco, porque nunca es conveniente tratar de mejorar la institucionalidad provincial con prácticas que la desmejoran.

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