Entre los variados proyectos editoriales independientes llevados adelante por escritores en la actualidad -léase Caleta Olivia, Mancha de Aceite, entre muchos otros- uno de los más llamativos por calidad de contenido y de materiales es Fadel & Fadel, la casa de edición dirigida por el joven poeta mendocino Tomás Fadel.
En dos años de existencia, la editorial (que hoy se distribuye en todo el país en un trabajo en equipo junto a la editorial entrerriana Gigante) armó un catálogo que cuenta con libros de poesía, traducciones, fotolibros, novelas gráficas y ensayos de crítica literaria, todas obras de autores que exploran formas renovadas en el terreno de las nuevas letras: tal es el caso de la hipnótica prosa de Aldo Giacometti y su nouvelle Qué no hacer, la épica automovilística de Manuel Alemian con ilustraciones de Laura Vivan 84 horas en Nürburgring o el exquisito experimento de poesía concreta The Text is Silence, titulo que interactúa con Shakespeare para un trabajo donde el mexicano Cuauhtémoc Padilla toma fragmentos de diferentes autores, los despoja de palabras y deja apenas en la página la constelación formada por los signos de puntuación del texto seleccionado.
"Me gusta mucho editar libros y desde el comienzo traté de que la variedad estuviera presente tanto en el contenido como en el diseño", nos cuenta Tomás en una charla matinal entre las máquinas y herramientas de impresión de su departamento en Buenos Aires, donde a la vez funciona esta editorial que, en equipo junto a Giacometti y Guadalupe Alfaro, sostiene la tradición de componer tapas con métodos de imprenta anteriores a la era digital.
Este año, además del recientemente editado Traducción Estética del Apocalipsis -relectura del texto bíblico a cargo del misterioso mendocino Cacho Zacrispanti- la editorial ya tiene a punto una serie ilustrada de obras de arte narradas por poetas norteamericanos del siglo pasado: "Va a ser una colección con poetas escribiendo acerca de pintores. La idea es armar una serie de ensayos con ilustraciones, coleccionable. Son veinte fascículos", explica entusiasmado mientras nos muestra algunos de los prototipos que ya están para salir a imprenta.
Poeta y traductor, Fadel viene trabajando desde hace unos años con una constancia serena pero a paso firme: como autor publicó “Los sentimientos del patova” (PAN Editora, Mendoza, 2009), “Finca” (Colección Chapita, Bs. As., 2010); “Ese es otro que bien baila”, (Paraná, 2011); la traducción de “Su Tung P'o, Viñas desmoronadas” (Colección Chapita, 2012); La Montaña (2014, a dúo con el mendocino Elio Contreras) y “Personaje” (Gigante, 2015).
A su vez, una selección de su trabajo fue incluida en 30.30: Poesía argentina del Siglo XXI, la prestigiosa colección de poesía contemporánea de la Editorial Municipal de Rosario, y también codirige desde 2010 la editorial Chapita junto a los poetas Daniel Durand y Matías Heer.
En su trabajo se destaca una lectura personal de los paisajes y la sensibilidad mendocina abordados desde diferentes puntos de vista en un proceso similar al de un monólogo interior: "Me interesa retratar la interacción entre cultura y naturaleza, no desde ese ideal de la naturaleza como algo que el hombre desea sino desde un vínculo más justamente natural, incorporando a la vez la cultura como idea de naturaleza del hombre".
Esa intención queda de manifiesto en su poemario Finca y sobre todo en La Montaña, la obra de prosa poética que escribió a dos manos junto a Elio Contreras: "Con Elio somos amigos desde jardín de infantes, es un lector absoluto de poesía, conoce muy bien el pensamiento poético sobre todo de los años noventa. En La Montaña nos propusimos trabajar más que nada sobre la forma del texto con la intención de abordarlo siguiendo los estilos de Perlongher, Zelarrayán y Leónidas Lamborghini. Nos dijimos 'pongamos un tópico que conozcamos bien y narrémoslo desde todos los puntos de vista posibles', y ahí surgió escribir acerca de la montaña. Salvo Darío Zangrandi, que me gusta mucho lo que hace, me parece que entre los escritores mendocinos de hoy el de la montaña no es un tema muy tratado".
Tomás participó de varios recitales de lectura de poesía, un circuito que lejos de apagarse cuenta con cada vez más concurrentes. Su estilo es sutilmente teatral, conciente de la situación de performance que toda lectura de poesía implica. Ahora, ¿toda poesía gana al ser leída o hay poemas a los que les sienta mejor el papel? "Creo que hay poemas que con la lectura ganan", sostiene. "Pienso ahora en algunos fragmentos del último libro de Julián Bejarano, Camorra.
Otros más retóricos puede que al ser leídos pierden algo, como los de Miguel Ángel Petrecca por ejemplo, que quizás sean más para leer en papel. Y hay poemas que parecen hablados y escritos al mismo tiempo, como los de Mariano Blatt, que ahí me parece que está su magia: son poemas orales, realmente hablados. Y ahí también es donde los imitadores de Blatt fracasan, porque imitan su tono pero cuando leés el poema en papel sentís que te están engañando".
"Me gusta y me parece necesario que se lea", concluye, "Pero hay que saber hacerlo, y si te sale mal es bueno que al menos te hayas preparado y lo hayas intentado. Digo prepararte porque a veces leyendo te podés poner nervioso, o te trabaste en un verso y seguís leyendo en vacío mientras te quedaste pensando en ese verso en que fallaste y ahí se pierde todo".
Hermano menor del director de cine Alejandro Fadel ("Me fascina lo que hace", afirma con sincera admiración), Tomás está preparando junto a él un cortometraje con textos basados en poemas de su autoría, además de estar presente en la realización de "Muere monstruo muere", el nuevo largometraje de Alejandro con textos escritos en colaboración con el escritor Pablo Katchadjian, con vistas a estrenarse este año.
Por último, también este año, Tomás publicará un nuevo poemario a través de la editorial Zindo & Gafuri: "Son versos largos con una estructura menos narrativa que mis textos anteriores", nos cuenta.
"Para mí es un poema de amor, pero alguien los leyó y me dijo: 'Estos poemas más que de amor son de flash con la naturaleza' (risas)... Creo que al final siempre termino cayendo en lo mismo, en la naturaleza... No suceden en un lugar específico pero sí hay mucho de eso. No me planteo mucho por qué escribo, trato de seguir como puedo esa primera intensidad que arde, como dice Pound. Quizás salga así porque narrar los lugares en los que crecí es una manera de hacerse cargo de lo que uno más conoce. Y me gusta mucho la manera en que al final eso que conocés se hace poesía".