En enero de 1978, Carlos Alberto “Indio” Solari cumplió los 29 años el día 17 y lo festejó durante un viaje a Salta del, por entonces, colectivo de artistas que se trasladaba en un ómnibus desde La Plata hacia la capital de la provincia norteña. Allí, en el bar “El Polaco”, ubicado frente a los Tribunales Federales, ese grupo escogió un nombre ficticio (“Patricio Rey”) y grabó su primer tema musical (“Tómalo de mi espera”). Cinco meses después, el día previo a la final del Mundial’78, Ana María dio a luz al primero de sus once hijos; junto a su marido, Luis Ernesto, decidieron nombrarlo Juan Román. Ese 24 de junio, curiosamente, también resultó una fecha significativa para el fútbol argentino y el mundial, ya que en 1987 nació Lionel Messi.
En julio de 1997, específicamente el día 5, Riquelme brillaba en el seleccionado argentino sub 20 y lo comandaba hacia el título del mundo, finalmente ganado en la final frente a Uruguay (2-1), en Malasia. Un mes después, el intendente Helios Eseverri prohibía dos recitales de los ya multitudinarios “Redonditos de Ricota” en Olavarría, ciudad ubicada al suroeste bonaerense. Frente a la inesperada decisión, la banda de rock dio su primera conferencia de prensa en público con el objetivo de explicar su posición; poco después, se presentaría en Tandil y en la localidad cordobesa de Villa María.
En 2000, el 28 de noviembre se vio a un Riquelme deslumbrante en el Estadio Nacional de Tokio, donde Boca se consagró campeón del mundo luego de derrotar 2-1 al Real Madrid. La performance de Román fue maravillosa, al punto que un año después pasó a las filas del Barcelona. Pocos días después del triunfo en la capital japonesa, a miles de kilómetros de distancia nacía Bruno Solari, único hijo del matrimonio formado por el “Indio” y su compañera Virginia.
Tres momentos diferentes, pero igualmente gravitantes tanto para Solari como para Román: el nacimiento real del grupo musical coincidió con el año en que el futbolista llegó al mundo; dos hechos clave se ligaron en el’97: el campeonato mundial sub20, con un Riquelme brillante más la primera y única presentación ante la prensa de una banda que aborrecía hacerlo, y que se sintió obligada tras las presentaciones prohibidas en suelo olavarriense; y, por último, cerca de la despedida del siglo XX, dos sucesos de alta significancia: la obtención de la Copa Intercontinental para los xeneizes, tras veintidós años, con una producción superlativa del estratega y, por otro lado, la llegada del primer fruto de la relación matrimonial entre el artista y su esposa.
Solari es hincha de Boca y se convirtió en un admirador incondicional de Riquelme. El cantante reconoció su simpatía con los auriazules en uno de los escasos reportajes que concedió a lo largo de su dilatada trayectoria artística. En la entrevista concedida a la publicación “La Garganta Poderosa”, dos años atrás, definió su pasión xeneize así: “Soy bostero y miro todos los partidos por TV. No voy a la cancha, porque soy fóbico”. Poco tiempo antes, también lo había señalado a la revista “Rolling Stone”. Su fanatismo por la azul y oro quedó confirmado cuando se tejían sospechas de una supuesta simpatía por Gimnasia y Esgrima La Plata, algo sensato teniendo en cuenta los años vividos por el “Indio” en la ciudad capital de la Provincia de Buenos Aires.
Quienes si fueron adeptos al “Lobo” platense, al punto de habérselos visto en la popular del estadio de 60 y 118 hasta que fueran famosos y obviamente reconocibles, fueron Skay Beilinson y la “Negra” Poly, dos miembros referentes de la iconografía ricotera. Supieron conocer en persona al “Negro” José Luis, un personaje legendario de la barra barava “tripera”, en los ’70. De éste, ricotero de la primera hora y militante peronista, se sabe que guardaba la grabación de un un programa radial en el cual el “Indio” lo nombró como la fuente de inspiración para una de las canciones más emblemáticas de los redondos: “La Bestia Pop”.
Solari quiso conocer a Riquelme y el encuentro se produjo en uno de los palcos de la Bombonera, en diciembre de 2011. Así lo difundió el programa radial “Rock ‘n ball”, que cuenta con el testimonio fotográfico del encuentro. Boca venía de consagrarse campeón del torneo Apertura, de la mano de Julio César Falcioni, e iba a celebrar la obtención del título en la previa del partido contra All Boys. El Indio venía de dar un potente show en Tandil y se apareció de repente en el estadio, preparado para la vuelta olímpica del plantel luego de haber logrado el vigésimo cuarto título de su historia.
Matías Capela, el utilero y además hijo del masajista de Boca, fue quien propició el encuentro. Fanático de los Redonditos, al punto de tener el pecho tatuado con la imagen del rostro de Solari, esperó la llegada de Román al vestuario con una camiseta del diez. Según contó luego Riquelme, el joven le dijo: “Está ahí en el palco y te pido que antes del partido me lleves con vos”. El futbolista, que no profesa devoción por la música ricotera, se sorprendió con la reacción de Capela: “Terminó llorando en medio de nosotros dos”, dijo. El diálogo entre los otros terminó con la promesa de juntarse a cenar en la casa del Indio, ubicada en Parque Leloir, en el oeste del conurbano bonaerense.
“Uff, Román, ¡chapeau!” expresó pocos días después el músico en los medios que lograron sacarle una declaración. En tanto, Román también le devolvió palabras elogiosas cuando fue consultado al respecto. “Fue una gran alegría que una persona tan querida por la gente se acuerde de mí y que le guste cómo juego. Dijo que tenía varias camisetas pero la faltaba la mía”, expresó.
En el fondo, quizás, las personalidades de los dos sean similares. Talentosos, corriendo el límite siempre hacia adelante y convencidos de lo que hacen, suelen coincidir en cuanto a sus escasas apariciones públicas. Prefieren encerrarse en sus respectivas casas en vez de mostrarse en reuniones sociales. Agorafóbicos, podría definírselos, pero no tristes por la elección que hacen en relación al afuera. Solari supo decir que “el escenario es el lugar más cómodo que tengo sobre la faz de la tierra”, así le toque cantar con lluvia y frío como le sucedió recientemente en Mendoza frente a 120.000 personas. Para Riquelme, la cancha representa igual que el escenario para el Indio, y allí también disfruta de estar cómodo como si estuviera en el living de su hogar. Dos artistas, dos leyendas vivientes y dos referentes unidos por una misma mirada ante la vida: Ser, más que parecer.