Los nombres del doctor Alfredo Camacho, Emilio Prieto, Marcelo Aranda, Richard Castagnola, Aldo Lucas González, Leopoldo Lauro, Rodolfo Urquiza, José Luis Peña Medrano, Pedro Carrizo, Rudy Berté, Andrada, Enrique Ganem, Rodolfo Martín y Enrique Bertranou surgieron espontáneos en el emotivo relato de Juan Carlos Canizo Puebla, cuando evocó a algunos de aquellos compañeros del Colegio Nacional Central -hoy Colegio Universitario Central - en los albores de la práctica del rugby en la provincia, a partir de la fundación, un 22 de setiembre de 1945, de la Unión de Rugby de Cuyo.
Entidad que entonces reunía a los clubes pioneros de ese deporte en Mendoza y San Juan, entre los que sobresalían Colegio Nacional Central, Obras Sanitarias, Universitario, Mendoza Rugby Club, Sporting y Huazihul, que con posterioridad, al dividirse dio origen al club Amancay de San Juan.
El auge del rugby permitió que luego se incorporaran instituciones del prestigio de Liceo Rugby Club, a comienzos de la década del '50, y Marista Rugby Club, en los inicios de los años '60. Además de otros que desaparecieron con el paso del tiempo pero que también dejaron su sello en tiempos de un permanente crecimiento para el rugby, como Medicina Rugby Club, Los Cóndores, San Rafael Rugby y Automóvil Club, ambos del Sur de la provincia.
Juan Carlos cuenta que tenía alrededor de 15 años cuando en 1949 descubrió su interés por ese deporte que lo marcaría para siempre: "En esa época cursaba el secundario en horario nocturno en el Colegio Nacional Central, donde se había formado un equipo de rugby. Hasta que un día el profesor de historia, Álvarez Lloret, preguntó en voz alta: "¿Quién de ustedes quiere jugar al rugby?".
Fui el único de los 20 ó 25 alumnos que levantó la mano y contestó afirmativamente. Me acuerdo que el rector, doctor Rodríguez Lara, que hacía de todo en el colegio porque era el director, el secretario y el tesorero, fue una de las personas que más nos transmitió su vocación y amor por ese deporte.
Empecé a entrenar a la par de muchos de aquellos muchachos que ya nombré y en uno de mis primeros partidos tuve el orgullo y el estímulo de marcar un try. No lo podía creer, me entusiasmé de tal manera, sentía tanta felicidad y alegría que desde ese día el rugby pasó a ser lo más importante en mi vida. Al no existir tantas categorías previas como en la actualidad, rápidamente pasé a jugar en la Primera División.
Además, como podía ocupar distintas posiciones me convertí en un jugador funcional muy útil para el entrenador, por lo que llegué a jugar de hooker, medio scrum y tercera línea. Pese a que teníamos un equipo joven y en formación logramos triunfos resonantes al vencer a Sporting y Obras Sanitarias, y en lo que constituyó una verdadera hazaña, a Huazihul de San Juan, que traía un invicto de diez años en los que repetidamente salía campeón".
Liceo campeón
Juan Carlos trajo también el emotivo comentario de su paso por Liceo Rugby Club, donde en la temporada de 1955 vivió la inmensa satisfacción de consagrarse campeón: "En abril de 1950, el capitán Jorge Fernández Lima, que había sido destinado en la provincia, un médico odontólogo que había seguido la carrera militar y que en su juventud había jugado en el SIC de Buenos Aires, comenzó a seleccionar jugadores para que integraran al equipo que se encontraba en formación en el Liceo Militar "General Espejo", establecimiento de nivel educativo secundario que en 1948 había iniciado su actividad académica en Mendoza.
Con cadetes de las tres primeras promociones - 1948, '49 y '50- se formó un grupo de trabajo que entonces se conoció como "La escuadra de rugby del Liceo Espejo".
Así surgió el Liceo Rugby Club, equipo que hizo su debut oficial en mayo de 1953, cuando se afilió a la Unión de Rugby de Cuyo. De esos tiempos recuerdo la presencia de Horacio Scaiola, Alfredo Eduardo Moreau, Américo Washington Cortínez, Carlos Cantú, Alberto Ficcardi, Emilio Francisco Caraccioli, Hugo del Valle Tuma, Hernán Jorge Henríquez, José Roberto Terol, Luis Pocho Sabez, Raúl Mario Pavese, Alfredo Pilar Navarro y Rodolfo Tobi Valle Labé.
Fue en 1955, cuando cumplía con el servicio militar en la localidad de Uspallata, donde Fernández Lima, que conocía mis condiciones me convocó para reforzar el plantel del Liceo, que entrenaba en la plaza de armas del establecimiento bajo la dirección del subteniente Mario Augusto Roumiggiere.
Esa temporada Liceo resultó campeón, con aquella formación que entre otros compartí con Jorge Luca, Eduardo Oscar Di Lella, Ricardo Andaluz de Rosas, Norberto Antonio Ragni, Carlos Ernesto Folkenand, Nolo Menéndez, Chiqui Chiapetta, José Roberto Pepe Terol y Norberto Soria. Me retiré muy joven, en 1960, con 26 años de edad, después de 12 temporadas, porque había empezado a jugar en 1949.
En junio de 1960, la Suprema Corte de Justicia me habilitó como martillero (matrícula Nro. 914) y posteriormente quedé habilitado para ejercer como corredor de comercio (matrícula Nro. 107). Sin embargo, entre 1961-1962 me radiqué dos años en los Estados Unidos, donde al principio conseguí trabajo en una fundición de Los Angeles, en el estado de California, en la que se fabricaban llaves y otros elementos para plomería.
Me desempeñé en la parte técnica y en el área de control de calidad, cuando las piezas que se hacían llegaban al final del recorrido. También trabajé en J.C. Penney's, una gran tienda que todavía funciona, en la que primero fui vendedor de zapatos y luego gerente de la sección calzados. Como estaba casado y no había llevado a mi familia, cuando nació mi segundo hijo decidí regresar definitivamente".
Feliz Tortuga
A su regreso a Mendoza se vinculó nuevamente al rugby, entonces como árbitro de Primera, tarea que desarrolló hasta 1979, cuando había cumplido 45 años. "Pienso que como referí me gané un respeto y un nombre, porque siempre dirigí con la honorabilidad y responsabilidad que el rugby exigía. Mi mayor recompensa es que los cientos y cientos de jugadores que dirigí me honraron con su amistad y cordial relación después que dejé de arbitrar.
Participé en el Campeonato Argentino y también dirigí en Chile", confiesa Canizo Puebla, al referirse a esa otra etapa importante de su larga trayectoria. También evocó su paso por la Asociación Veteranos de Rugby Tortugas de Cuyo, agrupación que nació en octubre de 1962 para prolongar el noble espíritu del rugby, la unión y la camaradería entre los viejos jugadores.
"Tortugas fue una hermosa prolongación de nuestra vida de jugadores. Los viajes a Chile tenían un encanto especial porque el intercambio deportivo era una excusa para divertirnos con sana alegría, pasear, conocer, pasarla bien. Allá nos esperaban con el pisco y los mariscos. Los más viejos se ponían medias negras, porque no se los podía tacklear, otros se ponían pantalones largos y hasta se disfrazaban al salir a la cancha".
"El Chato Castilla, que tenía más de 80 años, para diferenciarse mucho mejor se ataba globos rojos en las piernas. Entre tiempo y tiempo jugábamos al truco y tomábamos algún pisquito para refrescarnos. Ese espíritu de Tortugas, que es el mismo del tercer tiempo, se ha mantenido a través de los años y es lo más hermoso que tiene el rugby. La única diferencia es que ahora esos encuentros son cada vez más competitivos, porque los muchachos hasta se entrenan para participar. Pero la filosofía continúa intacta: la amistad, el compañerismo, la solidaridad y la sana alegría".