Con la llegada de los inmigrantes a nuestro país a principios del siglo XX, Mendoza recibió a miles de familias de origen europeo y de bajos recursos quienes venían con la idea de “Hacer la América”.
Italiano, españoles, franceses, rusos, polacos y árabes, recién llegados desde los puertos de Buenos Aires, se alojaban en amplias casas de adobe o en albergues ubicados muy cerca de la estación del ferrocarril en lo que se llamó Continuación Las Heras y lo que posteriormente conocemos como la calle Juan B. Justo.
En los primeros tiempos, estas edificaciones, se transformaron los denominados conventillos: los más conocidos fueron el 14-14 y el de “cuello duro”. Ya en los años 20, ese lugar comenzó a extenderse y se instalaron una gran cantidad de prostíbulos que se hacían llamar “casas de cita” o de “tolerancia” los que estaban permitidos por ley.
Las casas de infierno
Las casas de tolerancia o citas se ubicaban por lo general en la Quinta Sección. Al pasar la barrera del ferrocarril en la calle Las Heras, se circulaba por su prolongación hasta unos 500 metros. Allí se encontraban estos lugares de citas por donde se entraba por un zaguán, el que llevaba a los visitantes a un salón principal.
Era la pista de baile en donde los parroquianos al compás de la música elegían a su pareja; eso daba a un patio amplio, el cual protegía a los concurrentes con una parra. De derecha a izquierda se abrían numerosas alcobas donde las “pupilas” recibían a la clientela. Las habitaciones eran pequeñas, y contenían una cama matrimonial de metal. Por supuesto, la higiene resultaba muy precaria.
Existía también una pequeña abertura casi a la altura del techo -como ventilación- y estas casas contaban con sólo dos pequeñas letrinas.
Las "pensionistas" llevaban batas transparentes y largas que dejaban poco a la imaginación. O bien lucían vestidos largos, algunos un poco ajustados y con un tajo al costado; otros eran anchos y con volados.
Las telas eran llamativas, de tafeta o satén para las soleras de verano y terciopelo para los vestidos de invierno.
Esclavas del sexo
Desde 1906 hasta 1930 operaron varias organizaciones de trata de blanca que delinquían en el país y también en Europa. Una de las más conocidas fue la Zwi Migdal quien reclutó a miles de jóvenes mujeres. Las chicas eran engañadas con la promesa de conseguir en la Argentina un trabajo digno como mucamas o niñeras.
Al llegar al puerto de Buenos Aires, estas inocentes mujeres eran inmediatamente sometidas a la prostitución.
Esta “mafia” estaba apoyada por algunos jefes policiales y también por muchos funcionarios públicos y políticos quienes obtenían importantes ganancias, al estar involucrados indirectamente al negocio. Esta red tenía su sucursal en Mendoza.
Al llegar las víctimas al Oeste del país, vía tren, eran alojadas en una residencia para luego ser seleccionadas. Posteriormente se las “repartían” entre los propietarios de los clubes nocturnos y también de las casa de citas.
Cuando algunas de ellas se escapaban, los “tutores” o cafishios las “cazaban” (gracias a una inmensa red de complicidades) y las traían de nuevo al prostíbulo.
A fines de los años '30, las organizaciones que manejaban el gran negocio de la prostitución en nuestro país fueron desbaratadas y muchas de las mujeres pudieron escapar de ese sometimiento; otras, en cambio, decidieron continuar con la profesión más antigua del mundo.
Se sabe que la trata de personas sigue siendo, al día de hoy, un verdadero flagelo.