Su historia empezó, como tantas otras, en el campo buscando sacar jugo a la tierra. Tunuyán fue su lugar de nacimiento y como la cosa no funcionaba, Juan Antonio Figueroa decidió buscar otros rumbos.
Empezó con el deporte siendo arquero del equipo de La Primavera. El boxeo era lo que le gustaba y Monzón su ídolo, pero en la familia no querían saber nada con ese deporte, y él le hizo caso a los mandatos.
Un buen día, con apenas 21 años, buscó nuevos horizontes y se vino para la Capital. Allí Juan Romo fue su primer entrenador de boxeo, pero al poco tiempo pasó a ser entrenado por el maestro Diego “Corrientes” en el Luis Ángel Firpo.
"Con don Diego llegó el debut. Fue en Tunuyán contra el Tigre Millán, al que le gané. Hice tres peleas como amateur y al no encontrar rivales cerca, ‘Corrientes’ consiguió que pasara al profesionalismo, donde debuté (también en Tunuyán) contra Juan Carlos Morales. Me entusiasmé y entrenaba con todo, para tratar de superarme", cuenta Figueroa.
"Después trabajé con Pablo Castellino, que también había sido peso pesado y del que aprendí mucho. Un día decidí irme con don Paco Bermúdez.
Estuve cuatro meses trabajando hasta los domingos, pero él estaba muy dedicado a Gustavo Ballas, que fue campeón del mundo, y me volví al Firpo.
Ahí ‘Corrientes’ se la jugó y consiguió una pelea por el título argentino frente a Domingo D'Elía, un santafesino radicado en Chaco, al que le gané el 11 de julio de 1982 y me consagré campeón argentino.
“Casi enseguida fuimos a Buenos Aires con Patricio Díaz, que peleaba en el Luna Park, y se formalizó el desafío por el título sudamericano que estaba en poder de D'Elía, pero nunca se concretó”, contaba.
Se fue después a Venezuela con Amílcar Brusa y de ahí a Estados Unidos, donde hizo dos peleas. Volvió a Mendoza y estuvo casi un año sin actividad por falta de rivales.
"Al cabo casi de un año me concertaron una pelea por el título argentino y me preparé solamente 25 días. En esas precarias condiciones, subí al ring para perder con Walter Falcioni. Me encontré verdaderamente decepcionado y decidí largar".
El “Gigante de la Feria” fue una de las grandes figuras del boxeo mendocino de fines de los 70 y comienzos de los 80. Así llamado por su enorme corpulencia, largos brazos y alta contextura física -1,98 de estatura y 93 kilos- y por su trabajo de changarín y cargador de bolsas de papas, zanahorias, zapallos y cebollas en el Mercado Cooperativo de Guaymallén, donde incluso seguía trabajando en su época de pugilista.
Aquel llamativo Goliat de mirada dura y desafiante, fuertes puños, singular potencia y enorme valentía se convirtió en un increíble fenómeno de popularidad, por su gran poder de convocatoria cada vez que las marquesinas de los días viernes anunciaban su estelar presencia en el ring de Av. Mitre.
El público respondía de manera masiva, seducido por ese 'Bonavena' local que generalmente alcanzaba el perfecto y espectacular KO que la afición esperaba y le exigía.
Completó 29 peleas con 20 victorias (15 por KO), 8 derrotas (7 por KO) y 1 empate. Las tres que protagonizó con Musladino -dos victorias y una derrota- fueron, según su propio testimonio, las más violentas de su breve trayectoria entre 1976-1985 Se recuerda además que en 1983 se presentó en Atlantic City, Nueva Jersey, en los Estados Unidos, donde enfrentó a José Ribalta y Mike Perkins, y que en 1984 combatió en Wembley, Londres, Inglaterra, donde fue derrotado por Frank Bruno.
También lo hizo ese mismo año en San Pablo, Brasil, frente a Adilson Rodríguez en la época que intentó combatir por la corona sudamericana.
El mejor de todos
"Yo soy el mejor", repetía en sus momentos de mayor esplendor, por lo que firmaba excelentes contratos y se llevaba limpio el 30% de la recaudación.
Lo que así recordó en una charla en agosto de 2001, cuando había pasado a saludar y a tomar unos mates con sus amigos del puesto 10 de la Feria de Guaymallén, lo que hacía habitualmente.
"Gané mucha plata en Mendoza porque hacía muy buenos arreglos y tenía muy buena onda con el promotor Leonardo Paludi, quien manejaba toda la programación del boxeo de Mendoza".
'Si me descuenta un peso no subo', le exigía, y me daba lo que le pedía. Sin embargo, nunca pude hacer buenas inversiones y para colmo me agarró el 'Rodrigazo', que me puso KO, me dejó en la lona.
"Se devaluó todo, me hizo bolsa, quedé en cero. Me recuperé con lo mío, con mi trabajo de chacarero y con mi vieja camioneta Dodge porque puse un reparto de frutas entre Rodeo del Medio y Kilómetro 8. También empecé a trabajar por mi cuenta y los domingos en un turno de 24 horas en la vigilancia de la Municipalidad de Guaymallén. De ese modo le pude brindar bienestar a mi familia y estudios a mis hijos, que crecieron sanos y fuertes”.
Con el tiempo ese grandote noble, generoso, espontáneo, muchas veces hasta ingenuo e inocente, como él mismo reconoce, que durante años cargó bolsas para poder vivir y se movió en ese colorido mundo de frutas y verduras, se afirmó en el área de Seguridad del municipio de Guaymallén, donde ingresó en 1994 y adonde llegó a ejercer el cargo de supervisor.
Ficha personal
Juan Antonio Figueroa
Hijos: cuatro. Sandra Mabel, Diego Roberto,
Chintia Liliana y Marisol.
Un rival: Antonio Musladino.
Entrenador: Pablo Castellino.
Lo mejor: la oportunidad de viajar y conocer que me dio el boxeo.
Un amigo Pedro Pascual Fernández, el "Picho". Ese número 8 que la rompía en Argentino.