A los 73 años (08-06-40) Juan Antonio Falchi se refleja en la imagen de sus dos nietos varones -Ignacio (10) y Thiago (6)- pequeñas promesas del semillero del Deportivo Guaymallén, quienes con habilidad y picardía siguen los pasos del muy orgulloso abuelo que cada fin de semana los acompaña en las categorías pre infantiles donde juegan habitualmente. Es como si el “Lalo”, porque así se lo conoció siempre en nuestras canchas, volviera a correr detrás de la pelota con aquel ímpetu de la añorada infancia y la primera juventud.
Falchi había nacido en San Carlos, pero la familia se radicó al principio en otras zonas de la provincia, porque su papá trabajaba de enfermero y era trasladado de un modo permanente a distintos centros asistenciales: Santa Rosa, El Algarrobal en Las Heras y Lavalle hasta que don Francisco Falchi junto a su esposa Carmen hizo realidad el sueño de la casa propia en Rodeo de la Cruz. Tenía 14 años cuando con su amigo el “Gringo” Di Pascua se fueron a jugar a las inferiores de Corralitos, lo que así evoca con una expresiva sonrisa:
“Yo jugaba de ocho y el Pascuita, que era un gran tipo, de defensor. Como no teníamos movilidad hacíamos el trayecto en bicicleta. El primer partido contra Atlético Palmira lo perdimos 7 a 0 y el segundo ante Atlético Argentino, 9 a 0. Después de las dos goleadas sentía tanta vergüenza que le dije a mi amigo:
“Me voy… No vengo nunca más”. Él siguió solo hasta que también dejó. Al tiempo me convencieron para que volviera a jugar en Deportivo Guaymallén, pero como había firmado para Corralitos en la Liga Mendocina, tuve que hacerlo dos años de “mula”, con otro nombre. Firmaba como Juan Carlos Moyano. Nunca olvido que cuando jugamos contra Huracán Las Heras, un delegado de apellido Avallay me saludó con cierta curiosidad antes del partido: ‘¿Pero usted no es Falchi, el de Corralitos?’
Por suerte no hizo problemas porque me podrían haber descubierto y suspendido. En esa época me ponían como volante central en el mediocampo e integré una cuarta especial que dirigía don Guillermo Alonso y que tenía muy buenos jugadores: Agraín, Tello, Boer, Córdoba, Cabrera, Capó, Bonetto, Valenzuela, Griffo, Marzolier, Pepe Mancini y Luján. Cuando el dirigente Adriano Yanelli compró mi pase en 40.000 pesos, el club me inscribió como debía ser.
El Poroto Bustos, que dirigió a Guaymallén en 1960, me puso de número cuatro en mi debut oficial en la Primera ante Palmira, donde tuve que marcar al “Nene” González Hermoso, un puntero muy veloz y codicioso. Al otro año el club me prestó a Andes Talleres, donde jugué toda la temporada en la Reserva. Había vuelto a jugar como número ocho y recuerdo a algunos compañeros como Corvalán, Romero, Eibar, Casanova, los dos Domínguez, Fugazzotto y Patoruzú Rodríguez, que había llegado de Tunuyán. Fue la primera plata importante que gané en toda mi carrera.
También estudiaba y trabajaba, y como saqué número bajo porque me tocó el 014 me salvé del servicio militar obligatorio. Completé el ciclo primario en la escuela Juan Galo Lavalle de ese departamento y en el secundario llegué hasta segundo año en la Universidad Popular. En casa éramos siete hermanos (tres varones y cuatro mujeres) y en esa época trabajé primero en un aserradero y después como acompañante y chofer en un reparto de jabón de la fábrica Guereño”.
Gran capitán
Evoca Falchi que, recomendado por el padre Pedro Volpe, que era hincha del Deportivo Italiano, en 1964 se concretó su pase a esa institución que militaba en la Primera B del fútbol argentino, donde en cinco temporadas hasta 1968 jugó 114 partidos de manera consecutiva: “El pase se hizo en 800.000 pesos más un partido amistoso en Mendoza o el pago de otros 200.000 pesos. El club respondía en esos tiempos a la denominación de Asociación Clubes Italianos en la Argentina (ACIA) y estuvo muy cerca del ascenso en un par de oportunidades.
En esa época actuaban en la B equipos del nivel de Colón y Unión de Santa Fe, All Boys, Arsenal y Tigre. Me tocó debutar de número tres, hasta que quedé definitivamente como cuatro. Llegamos a tener una delantera integrada por cinco atacantes de Boca Juniors que se habían incorporado a préstamo: Puebla, Sangiovanni, Pesci, Ferreño y Taborda.
Además de los arqueros Cambiasso y Periotti, Reynoso, un cinco tucumano que había pasado por San Lorenzo y Racing; Rodolfo Motta, Galeano, Albamonte, Mazzeo, Del Inocenti, Arena y el pibe Micó, que después se hizo muy conocido como entrenador.
Siempre viví en un hotel de la calle Entre Ríos 639 y en esa época la mayoría de los mendocinos que jugábamos en Buenos Aires nos reuníamos todos los lunes, que era el día que teníamos libre, en la sastrería que el “Poroto” Ricardo Omar Varela, que era el representante de San Martín en Buenos Aires, tenía en pleno centro, en la Avenida Rivadavia al 1188.
Habitualmente veníamos: el “Pato” Gramari (San Lorenzo), Alberto Castro (Chacarita Juniors), el “Toto” Díaz (Racing Club), el “Pocho” Gutiérrez y el “Negro” Camargo (ambos River Plate) el “Chivato” Avallay (Independiente), que después se fue a jugar a Newell's Old Boys de Rosario y yo.
Luego nos íbamos a cenar y a tomar un café para contarnos cómo nos había ido ese fin de semana con nuestros respectivos equipos. Como vivían en La Plata, porque jugaban en Gimnasia y Esgrima, al “Bola” Sosa y al “Conejo” Rogel se les hacía difícil venir.
Cuando decidí regresar a Mendoza, porque Deportivo Italiano había descendido a Primera C, el club me despidió de la mejor manera con una medalla de oro. Hasta la hinchada me entregó un trofeo en reconocimiento a mi trayectoria en que disputé más de cien partidos sin faltar a uno solo y en la que fui capitán cuatro campeonatos seguidos. Nunca más volví pero guardo, de esa institución, un recuerdo eterno”.
Los Albirrojos
A su regreso a Mendoza el “Lalo” lució nuevamente los colores de su querido Deportivo Guaymallén en aquel equipo que armó el “Turco” Hardán Curi y que normalmente formaba con: Agraín; Falchi, Capó, Galdame y Baños; Villarroel, Ponce y el “Tortita” León; Lumbía, el “Arbolito” López y Robles. Hasta que en 1970 inició la etapa más exitosa de su rica trayectoria, aquella que lo llevó a jugar en el que seguramente resultó el mejor Atlético San Martín de todos los tiempos.
Aquél de inolvidables figuras como el Gringo” Reggi, el “Pato” Gramari, el “Mariscal” Osvaldo Sosa, el tucumano Fabián González, Eduardo Maryllack, el “Ruso” Dubrowszczyck, Rodolfo Domínguez, el “Pepe” Tébez, el “Chupete” Márquez, el “Mago” Teodoro Fernández, el “Pocho” Barroso, el “Negro” Ambroggi, Juan José Pérez, el “Ruso” Czentoricky, el “Mingo” Salguero y el “Flaco” Zuvialde, que dirigía el eterno “Turco” Jorge Julio, el DT más ganador del fútbol mendocino. Evoca Falchi: “Fui titular hasta 1972, en que el Pato Gramari retornó de San Lorenzo luego de haber jugado un año en Godoy Cruz.
Es la época que más recuerdo en un equipo que se conocía y se repetía de memoria, con notables compañeros y amigos que todavía conservo. Viví mi primer Nacional y progresé económicamente. Primero había comprado un camión con el que transportaba nueces y posteriormente me vinculé a la empresa Fildagua, que antes se llamaba Cañomat, para la que trabajo desde hace 43 años en áreas de perforación.
También viví distintas experiencias en la Selección Mendocina, convocado por “Mumo” Orsi y por don Alejandro Mur en el Campeonato Argentino de 1970, donde ocupamos el segundo puesto en Mar del Plata. Cuando me retiré seguí vinculado al fútbol de Femefa, con los veteranos de Coquimbito-Peñaflor, junto a Mario Nogara, el “Picho” Fernández, Lenna, Agraín, Molina, Jorge Ortiz, el “Lalo” Bazán, Averza, el “Negro” Velázquez y Juan Torres, entre otros. Además de una hermosa familia, cientos de recuerdos y un bienestar económico, lo más grande que me dio el fútbol es la gran cantidad de amigos que hoy puedo disfrutar”.