Juan Aguilar “el mendocino”

Fue campeón argentino tras ganarle a Ramón Avenamar Peralta y tuvo tres combates memorables con Carlos Monzón y nueve con Víctor Galíndez.

Juan Aguilar “el mendocino”
Juan Aguilar “el mendocino”

Juan “Mendoza” Aguilar se convirtió en una de las figuras más queridas y respetadas de la afición por su fama de guapo y porque arriba del cuadrilátero ponía absolutamente todo en beneficio del espectáculo.

Considerado el ídolo más grande del deporte alvearense de todos los tiempos, solo comparable en el departamento sureño al recordado piloto del Turismo de Carretera José Manzano, Aguilar fue el protagonista de recordados combates, en los que llegó a enfrentar tres veces a Carlos Monzón (1 empate y 2 derrotas), nada menos que nueve con Víctor Emilio Galíndez (2 triunfos, 2 empates, 4 caídas y 1 sin decisión), cuatro con Ramón Avenamar Peralta, al que despojó del título de campeón argentino (1 victoria y 3 derrotas), tres con su comprovinciano Jorge Víctor "Aconcagua" Ahumada (3 derrotas), una con Andrés Selpa (victoria) y una con Miguel Ángel Cuello (derrota).

Se recuerda que entró en la historia y en el corazón del público mendocino el 5 de abril de 1968, cuando en el estadio de la Federación Mendocina de Box se le plantó de igual a igual al prácticamente invencible Carlos Monzón para alcanzar una merecida y honrosa igualdad. Esa noche fue despedido al grito de "Mendoza, Mendoza" y se convirtió para siempre en Juan “Mendoza” Aguilar el apodo que lo acompañó durante el resto de su carrera.

Era el único hijo varón en un hogar que se completaba con cinco hermanas. Aguilar recuerda su infancia en su Bowen natal, cuando jugaba al fútbol y corría en bicicleta, hasta que alrededor de los 14 años se decidió por el boxeo en la categoría pluma en el gimnasio del club "Kid Cachetada", así llamado en homenaje a Antonio Lucero.

Al comienzo de su campaña como amateur trabajó bajo la dirección de Ursulo Saldaño y Aldo Guerrero hasta que Rubén Lilloy, el padre de Ricardo Lilloy, que en una época fuera presidente del Club Independiente Rivadavia, impresionado por sus condiciones, lo trajo a Mendoza capital y se lo recomendó a Francisco Bermúdez.

De la mano de don Paco mostró progresos sorprendentes, pasó a la categoría mediano, y en condición de amateur integró la Selección Argentina de Boxeo que participó en los Juegos Olímpicos de Tokio.

Su debut como profesional se produjo el 13 de agosto de 1965 con un triunfo por puntos sobre Juan Carlos Castellanos en el ring de la calle Mitre, para superar luego de manera sucesiva a Perea, Bustos, Natividad, Valenzuela y Rocha.

Otra resonante victoria, esta vez frente a Andrés Selpa, entonces campeón argentino y sudamericano de la categoría mediano, el eterno adversario de Eduardo “KO” Lausse, le abrió definitivamente las puertas del Luna Park.

Sus nueve combates con Galíndez, conocido como "El Tigre de Vedia" por su fiereza arriba del ring, a quien le quitó el invicto en el primer enfrentamiento entre ambos, hicieron de ese duelo un clásico del boxeo argentino a comienzos de la década del setenta: 8-3-70, Luna Park, Aguilar por puntos, 10 rounds; 24-6-70, Luna Park, empate, 10 rounds; 14-8-70, "Pascual Pérez", sin definición, primer round; 18-9-70, "Pascual Pérez", Aguilar por puntos, 10 rounds; 20-11-71, Luna Park, Galíndez por puntos, 10 rounds; 22-7-72, Luna Park, Galíndez por puntos, 12 rounds; 15-12-72, "Pascual Pérez", empate, 10 rounds; 14-4-73, "Luna Park", Galíndez por puntos, 12 rounds y 10-8-73, Tucumán, Galíndez por KOT, 6to. round.

“Le gané dos, empaté dos, perdí cuatro y una quedó sin decisión. Esta fue la más espectacular de todas porque se suspendió a los dos minutos y medio del primer asalto, cuando tras un violento cuerpo a cuerpo chocamos nuestras cabezas, que sangraron profusamente. El árbitro detuvo el combate porque así no podíamos seguir. Puedo decir con legítimo orgullo que le quité el invicto y que fui el único que lo tiró por ocho segundos la primera vez que nos enfrentamos. Siempre resultó un adversario temible, durísimo, al igual que Monzón, uno de los más difíciles de todos los que enfrenté. En la sexta pelea que hicimos me arrebató el título de campeón argentino que yo le había ganado a Peralta, otro rival de primera línea”.

Aguilar también evocó sus desafíos con Monzón poco antes que este se convirtiera en el campeón mundial de los medianos: “Hicimos tres peleas, le empaté una y me ganó las dos restantes. La primera fue en Mendoza (5-4-68) y como no me pudo ganar tras un trámite muy parejo, se quedó con la sangre en el ojo. La revancha se programó ese mismo año en el Luna Park (20-6-68), donde me ganó por puntos, y la tercera en Rosario, (7-3-70), donde perdí por abandono”.

Después de caer por decisión médica en la séptima vuelta el 8 de mayo de 1970 en un colmado "Pascual Pérez, como consecuencia de que perdió completamente la visión del ojo izquierdo por un golpe que sufrió en el tercer asalto, Aguilar tuvo la oportunidad de enfrentar nuevamente a su vencedor, Avenamar Peralta, en Mendoza el 11 de junio de 1971, al que despojó del título de campeón argentino. / Félix Suárez (especial)

Anécdotas del pícaro Juan

Gallito ciego

Aguilar recuerda que tenía apenas ocho años cuando comenzó a boxear en la división mini-mosca en su Bowen natal bajo la dirección de Ignacio “Cinchón” Domínguez y Cirilo Orozco: “Me entrenaba en un gimnasio muy modesto, que muchas veces se quedaba a oscuras porque se cortaba la corriente eléctrica. Entonces nos alumbrábamos como podíamos y solíamos hacerlo con velas que prendíamos alrededor del ring. En esa época, con otros chicos de mi edad jugábamos al “gallito ciego” arriba del ring porque peleábamos a ciegas, con los ojos vendados y tirábamos golpes al azar. Después recogíamos las monedas que el público nos tiraba”.

Mendocino en Japón

Su gran orgullo fue haber representado al país en los Juegos Olímpicos de Japón de 1964. Lo hizo en la categoría mediano con la presencia de don Paco en su rincón, oportunidad en que realizó dos combates: en la primer eliminatoria derrotó al japonés Terman Hitoschi pero perdió en la segunda ante el polaco Tedauz Walasek y quedó eliminado. "Resultó una experiencia inigualable" según su relato.

Sparring intocable

Después del resonante éxito que alcanzó el 10-2-67 al derrotar a Andrés Selpa en Mendoza el profesor Bermúdez lo eligió como sparring de Nicolino Locche, que se tenía que preparar para su pelea por el campeonato mundial con Paul Fují el 12-12-68 en Japón.

"El "Gringo", como yo lo llamaba a Locche, era mi gran amigo, yo lo quería muchísimo. Acepté de inmediato y tuve que hacer de Fují e imitar sus golpes, su guardia, cómo se paraba y la forma en que caminaba el ring porque don Paco lo tenía todo estudiado. Después Nicolino puso toda su magia y todo su talento para ganar una pelea y un título maravillosos. Fui el primero que salté al ring, lo levanté en mis brazos, lo sostuve largo rato y lo llevé en andas mientras él no podía contener el llanto. Esa imagen dio la vuelta al mundo y es uno de mis grandes orgullos haberlo ayudado en su rincón".

Nobleza boxística

En el ambiente del boxeo se recuerda siempre el muy buen gesto de Avenamar Peralta, que era asistido por Alfredo Porzio y Bruno Alcalá, que luego de su primera pelea con Aguilar en Mendoza, en la que ganó por abandono en un hecho poco común, tomó el micrófono y desde el centro del ring se dirigió al público con estas palabras: “Tuve suerte, Aguilar es un hombre que sabe, se merece una nueva oportunidad, espero darle esa chance”. El sanjuanino, hermano de otro monstruo del pugilismo como fue Gregorio “Goyo” Peralta, volvió a sorprender con sus declaraciones cuando el mendocino le arrebató el título de campeón argentino medio pesado: “Me ganó un verdadero boxeador y una gran persona”.

Regreso sin gloria

Después de pelear con Miguel Ángel Cuello el 24-11-73 en el Luna Park, Aguilar viajó a los Estados Unidos invitado por Carlos Novotny. En ese país sólo realizó dos peleas con sendas derrotas ambas en Nueva York: el 13-5-74 en el Felt Forum vs. Angel Oquendo y el 19-7-74 en el Nassam Coliseum vs. Bobby Cassidy. Vivió en el país del Norte entre 1973-1987, donde sufrió la desgracia de perder a uno de sus hijos, Jorge Alejandro, un golpe tan duro que apresuró su regreso definitivo a Mendoza.

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