La actual generación de jóvenes cuenta con recursos que la posicionan en un lugar privilegiado respecto de otras anteriores. La mayor accesibilidad al sistema educativo y a las nuevas tecnologías los dotan de herramientas fundamentales para su desarrollo.
Pese a esto, se mantiene una especie de núcleo duro de exclusión que, debido a diversas circunstancias, no logra mejores condiciones.
Por otra parte, la misma sociedad tiene mayores exigencias y persisten ciertos prejuicios y valoraciones culturales, por lo cual esta mayor trayectoria educativa no resulta suficiente y en sectores con mejores condiciones económicas también hay grupos que no ven los resultados. Por eso, hay quienes hablan de las “paradojas” del avance académico.
Pese a ellos, el sistema educativo no logra dar respuesta suficiente a las necesidades de los jóvenes. Las vicisitudes económicas en algunos sectores sociales los repelen del ámbito académico para procurarse el pan y, para quienes no tienen estas dificultades, el acceso al mercado de trabajo resulta un verdadero desafío.
En definitiva, “el sistema educativo y el desarrollo tecnológico se presentan al mismo tiempo como mecanismos de integración y segmentación social entre los distintos colectivos de jóvenes”, señala Carina Lupica, directora Ejecutiva del Observatorio de la Maternidad y autora del informe “Jóvenes en la Argentina. Oportunidades y barreras para su desarrollo”. Este abordaje se concentró en analizar la realidad de jóvenes de entre 14 y 24 años.
La especialista explicó que este segmento tiene más acceso a los recursos educativos y tecnológicos, pero la calidad de los conocimientos adquiridos es diferente según la situación socioeconómica de sus familias de pertenencia.
Por otra parte, el mercado de trabajo se ha vuelto más exigente y las credenciales educativas (niveles alcanzados) que solicita son cada vez mayores. En consecuencia, hoy se generan oportunidades para aquellos que han adquirido mayores capacidades, mientras hay un vasto sector que no termina ni la secundaria.
Más educación
Las nuevas generaciones han tenido más acceso al sistema educativo, aspecto positivo no sólo en cuanto a su formación sino también a la adquisición de herramientas sociales.
El informe muestra que, en 2001, 48,2% de la población de 25 a 29 años -etapa teórica de finalización de la juventud e inicio de la adultez- había terminado los estudios secundarios y el 6,4% había completado el nivel universitario. Nueve años después, en 2010 la proporción se incrementó a 57,4% y 7,8%, respectivamente.
La mayor cobertura educativa se ha dado fundamentalmente en los niveles básicos pero se ha extendido al nivel secundario y superior.
Esto gracias a la ampliación de la cantidad de años obligatorios en el sistema educativo a partir de la Ley de Educación Nacional N° 26.206 y el aumento de la inversión con el mismo fin gracias a la Ley de Financiamiento Educativo, a lo cual se suman programas de gobierno para favorecer la continuidad de las trayectorias.
Quienes dieron el batacazo en este sentido fueron las mujeres, que actualmente alcanzan más años de educación formal que los varones.
Según el informe, en 1986 cuatro de cada diez mujeres en edad fértil (39,2%) habían concluido el nivel secundario de estudios o más, mientras que en 2012 lo consiguieron seis de cada diez (58,6%).
En tanto, se duplicó la cantidad de mujeres que culminó sus estudios terciarios o universitarios, que pasó del 8,3% en 1996 al 17,7% en 2012.
Claramente se trata de un logro importante: desde el punto de vista individual, “bien concebida, la educación apunta a desarrollar las capacidades de las personas para que éstas puedan ejercer sus derechos y libertades, impulsar sus proyectos de vida, afianzar y recrear su cultura, participar de los sistemas de aportes y retribuciones (ante todo mediante el trabajo), y conseguir así bienestar y protección social”, destaca el trabajo mencionado.
En definitiva, cuando se hace con equidad y calidad, la educación favorece la inclusión y brinda mejores oportunidades.
En tanto, desde una perspectiva social esto repercute en las condiciones sociales, económicas y culturales de los países, y en la construcción de ciudadanía, identidad social y fortalecimiento de la cohesión social, agrega el informe elaborado por Lupica.
Asimismo, el acceso a la tecnología, la cual esta generación domina ampliamente, permite disponibilidad de recursos, información, comunicación y contactos, lo que les otorga una gran ventaja frente a pares de otras décadas. La sociedad hoy se mueve con una celeridad inédita, lo que agiliza también la obtención de resultados.
De acuerdo con los datos del Censo 2010, 73,1% de las mujeres jóvenes y 72,9% de los hombres jóvenes (de 14 a 24 años de edad) utilizan computadora.
Persisten desequilibrios
Pese a este avance en la formación de las nuevas generaciones, persisten los desequilibrios que reflejan las desigualdades dentro de la estructura social ya que el 41,4% de las mujeres en edad fértil (14 a 49 años) y el 50,1% de los hombres de ese mismo segmento no completaron el nivel secundario.
Es que la tasa de abandono en el nivel medio sigue siendo muy elevada entre los sectores más vulnerables, lo que colabora en la reproducción de sus condiciones de vida en términos de exclusión, pobreza y desigualdad.
Según el informe, en el 30%de los hogares con menores ingresos la proporción de personas que no terminó el secundario es mayor que el promedio, incluso casi cinco veces más que entre quienes pertenecen al 30% de los hogares con mayores ingresos. En el primer grupo, un 60% de las mujeres y un 70% de los hombres tienen el nivel medio incompleto.
Para Lupica, los jóvenes de los sectores más vulnerables acceden a una educación de menor calidad y tienen resultados educativos deficitarios. De hecho, 7 de cada 10 no logran completar el nivel secundario.
Asimismo, aunque tienen acceso a la tecnología, la frecuencia, intensidad y la habilidad para usarla es menor que la de los jóvenes de sectores sociales más privilegiados.
Por eso, al consultar a Lupica sobre quiénes han sido los beneficiarios de los cambios, explicó que el panorama ha tenido matices: “Mientras el avance de los jóvenes” de menores ingresos fue “terminar la escuela secundaria”, para los de mayores ingresos significó “acceder y finalizar los estudios terciarios o universitarios”.
Sin embargo, para algunos sectores esto hoy resulta insuficiente porque para ser competitivo se requieren posgrados.
Además, el análisis considera que la situación de esta franja etaria en general dista de ser la ideal, ya que el 55,4% de las mujeres y el 65,8% de los hombres de 14 a 24 años no completaron la educación media.
En tanto, en el nivel universitario el poder adquisitivo amplía la brecha. Así, en el 30% de los hogares con mayores ingresos 42% de las mujeres y 27,7% de los hombres lo concluyen, mientras que esto ocurre sólo en el 5,5% de las mujeres y el 3% de los hombres del 30% más pobre.
En definitiva, persisten las desigualdades y la falta de oportunidades para los jóvenes. “Muchos no alcanzan los umbrales mínimos de educación, mientras que entre los que arriban a mayores niveles educativos existe una gran proporción que no tiene garantizada la transición del sistema educativo al mercado de trabajo”, concluye el informe.
Si se trata de padres jóvenes, el panorama empeora ya que suelen no reunir el capital educativo mínimo para acceder al mercado laboral en buenas condiciones.
El país está demandando mano de obra calificada mientras que disminuyen los puestos para aquellos que no han completado el nivel medio.
Causas de la problemática
Lupica consideró que “no se trata sólo del sistema educativo sino de la inequidad estructural del sistema social, que incluye la desigualdad de oportunidades, regionales, de género, generacional y por tener o no hijos a edades tempranas, entre otras. Todas desigualdades que se refuerzan y potencian entre sí”.
El hecho de que los hijos lleguen a edad temprana influye directamente sobre esta situación, en particular cuando se trata de sectores de menores recursos.
En ese contexto, las mujeres se dedican a su cuidado e incluso tienen más chances de tener más cantidad de hijos lo que las deja relegadas al ámbito doméstico, algo que inclusive está avalado y aceptado en ese estrato social. Por su parte, los varones deben insertarse tempranamente en el mercado laboral.
Ellos no completan ni siquiera el ciclo básico por lo que carecerán del capital educacional mínimo para acceder a trabajos de mejor calidad, mayor remuneración y conformar hogares capaces de superar la línea de pobreza.
En tanto, la deserción de los jóvenes del sistema educativo se atribuye a la calidad diferencial y a las deficiencias de los servicios educativos, la falta de pertinencia de los contenidos de la educación formal, las malas condiciones de trabajo de los docentes, las carencias en la infraestructura y la devaluación de las credenciales educativas como puerta de entrada al mercado laboral, entre otras causas.
Así, el sistema educativo que por un lado logra integrar e incluir, al mismo tiempo produce una segmentación al interior de este grupo. “No ha sabido consolidarse como un mecanismo que facilite la igualdad de oportunidades”, sostiene el documento.
En definitiva, las circunstancias de origen de una persona, como la pertenencia a un hogar con determinados recursos, clima educativo y la valoración familiar e individual de la educación, tienen mucho peso y determinan las posibilidades de ascenso social.
Más universitarias, pero con dificultades para insertarse en el mercado laboral
Las mujeres que tienen la posibilidad de acceder a niveles educativos superiores también deben enfrentarse a una paradoja del sistema. Según explicó Carina Lupica, el 60% de los estudiantes y egresados de las universidades de gestión estatal y privada en la Argentina son mujeres.
“Sin embargo, incluso esas mujeres, con alto nivel educativo, sufren desventajas en el mercado de trabajo respecto de los hombres”.
La especialista lo atribuyó a los estereotipos y prejuicios alrededor de los papeles de hombres y mujeres en la sociedad, que permean de modo imperceptible muchas elecciones individuales y conductas en el mercado laboral y se transforman en barreras para su inserción.
En este sentido, enumeró algunas características de las mujeres: 1) su preferencia por carreras universitarias humanísticas por sobre las técnicas, que son las que tienen mayor demanda laboral y mejor paga; 2) la solicitud de los empleadores de mayores credenciales educativas a las trabajadoras respecto de los trabajadores; y 3) las desventajas que sufren en el ámbito educativo y laboral a causa de su maternidad.
Los cambios necesarios
El informe del Observatorio aconseja: enfrentar los problemas de aprendizaje y deserción escolar y avanzar en la terminalidad educativa, como también en la mayor equidad de logros entre aquellos jóvenes que provienen de familias con distintos niveles de ingreso.
Asimismo, se requiere promover la calidad de los servicios educativos y reconstruir el puente entre la educación y el mercado de trabajo, además de una profunda reforma del nivel medio.
Para ello, es necesario fortalecer los programas de primer empleo, fomentar la educación técnica, la capacitación con prácticas de trabajo y promover la inserción de las mujeres en carreras terciarias o universitarias técnicas.