"Ángelo" Praderio tiene 37 años y es licenciado en Ciencias Geológicas con especialidad en Paleontología. Mate de por medio, explicó cómo fue que se le ocurrió convertirse en "buscador de tesoros".
Los modos serenos poco dicen de la pasión que ha motivado todas sus decisiones y del esfuerzo que ha llevado seguir sus sueños.
Una sola pregunta le ilumina la mirada y es el disparador para contar su historia, que a pesar de su juventud tiene ya muchas experiencias acumuladas, y es cómo llega a Malargüe.
"Llegué a Malargüe desde Entre Ríos con mi familia en el año 81. Vivimos casi dos años en Bowen, General Alvear y después nos trasladamos a Malargüe... Creo que la decisión de entrar a la escuela Técnico Minera fue porque ya tenía una convicción, creo que desde que tengo uso de razón, desde muy chiquito, sabía lo que quería y lo que me gustaba.
Ya era un apasionado por salir al campo con mi familia. Además, Malargüe es el ámbito ideal para compartir esas experiencias en forma familiar o con amigos. Salir a buscar minerales, rocas, fósiles era lo que realmente me apasionaba, así que creo que después de tantos años, que yo haya terminado en esto no es una casualidad, sino que es algo que yo fui buscando en mi vida", reflexiona.
En su relato dice: "Me recibí en el año '93 en la escuela Técnica Minera y en el '94 empecé a buscar trabajo. Gracias a un buen promedio que tenía en el colegio secundario trabajé tres meses en la Dirección de Minería en la provincia de Mendoza; con dieciocho años, realmente fue una experiencia fantástica. Yo tenía claro el objetivo de mi vida en ese año, que era juntar plata para poder estudiar, ya que mis padres no me podían ayudar económicamente, eso lo tenía más que claro.
Trabajé en una imprenta, entré a trabajar en una empresa petrolera haciendo análisis de cutting, en la que la Escuela Minera me dio una mano para poder entrar, ahí estuve unos meses y después estuve los últimos cuatro meses del año '94 en otra petrolera. Realmente era fantástico el perfil que te daba la escuela y como técnico incorporado a las empresas petroleras andábamos bárbaro. Pero, bueno, no era lo que yo quería tampoco", cuenta.
"Cuando llegaron los primeros días de diciembre, averigüé dónde estaba la carrera de Geología y Paleontología y la que mejor alternativa me ofrecía en cuanto a becas, posibilidades de tener una obra social, y cercanía, era en ese momento San Juan y realmente me encantó porque era una ciudad que estaba en pleno desarrollo y crecimiento, tenía mucho apoyo para los estudiantes universitarios, me convenció mucho la idea de irme a estudiar allá y así fue, me anoté para empezar el cursillo en febrero del 95, rendí bien, ingresé y entramos una camada de cerca de cincuenta chicos.
Así comencé la carrera de Ciencias Geológicas donde estaba la rama de Paleontología que era lo que más me gustaba", relata casi sin respirar.
"Lo primero que hice cuando llegué a San Juan fue buscar el museo de Ciencias Naturales, y entré a trabajar ad honorem apenas empecé los estudios; estudiaba de ocho a dos de la tarde, después tenía prácticas dentro de la facultad y después, de cinco a diez de la noche trabajaba en el museo; así vieron la convicción que yo tenía y lo que realmente me apasionaba", indica.
"En el '96 me eligieron para venir a una campaña acá, a Cañadón Amarillo, con la gente del museo de Ciencias Naturales de San Juan y la Universidad Nacional de Chicago en la que en ese momento Paul Sereno era la eminencia a nivel mundial en Paleontología y bueno, me premiaron con la posibilidad de venir a hacer una campaña de tres meses, imaginate el orgullo y la satisfacción de estar en mi tierra, en Malargüe y haciendo lo que me gustaba", dice.
"Con los años terminó en esto que presentamos hace un par de años. Esos restos fósiles de Cañón Amarillo que llevaron casi diez años de preparación y estudio en Estados Unidos, eran una nueva especie, el eslabón perdido entre los dinosaurios y las aves. Todavía tengo fotos de esa campaña, las excavaciones y de ese fósil que sacamos y que realmente no pensamos que iba a ser lo que era", confiesa.
"Ir a la presentación de Aerosteón y haber estado con esa gente con la que había compartido esto, prácticamente después de 12 ó 13 años fue un orgullo y una satisfacción; y el que hoy me encuentre en Malargüe como director de un Centro de Investigación y responsable del Área de Paleontología para mí es como un sueño", finaliza.