Así como la luz de las estrellas viene del pasado, la historia de estas 38 mujeres viajó sin ruido durante cuarenta años, para ser redescubierta por otra: la periodista y escritora argentina Josefina Licitra.
En 2011, mientras estaba trabajando en un perfil sobre el presidente uruguayo José Mujica, Licitra entrevistó a Lucía Topolansky: su compañera, senadora nacional de presencia fuerte en el Parlamento.
“En aquella charla, Topolansky habló de la gesta colectiva que había sido el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), al que ella y Mujica se habían sumado en los 60, contó cómo esa militancia tenía sus réplicas en las decisiones de gobierno, recorrió su propia vida y evocó los eventos políticos y personales que habían marcado su juventud. Ahí mencionó, sin mayor detenimiento, la Operación Estrella”.
Y allí, se desató la curiosidad. ¿Cómo escaparon? ¿Por qué había tan pocos registros sobre el hecho? ¿Quiénes eran estas mujeres que habían sobrevivido el encierro y enfrentado la adrenalina de un escape por túneles y cloacas en los turbulentos 70?
Al buscar archivo, Josefina encontró poco: otra fuga en el mismo año, la del penal de Punta Carretas del que escaparon ciento once varones, parecía haber eclipsado la de Cabildo.
Pero además, la Operación Estrella “sucedió en un tiempo en el que las mujeres eran vistas, incluso en los movimientos de izquierda, con un prisma que las llevaba al redil de las ‘pequeñas cosas’; a un lugar devaluado, inofensivo y alejado de las marcas discursivas que hoy permiten hablar de igualdad de género”, expone.
Buscó a las 38. Entrevistó a la mayoría. Sólo una prefirió no recordar una época que le había dejado cicatrices.
-¿Cómo fue revisitar el movimiento de izquierda (históricamente conservador en temas de género) desde este presente traspasado por los feminismos?
-A veces se quiere suponer que la izquierda tenía un nivel de vanguardia mayor, pero respondía a las coordenadas sociales del momento. Entonces no había planteos de género con la fuerza y la determinación con la que se instalan hoy en la sociedad. No estaban dentro del debate público. Pero sin duda, al ver la poca atención que se le había dado a esta fuga de mujeres, tanto en la historia del movimiento como en los periódicos, no se puede dejar de observar esa suerte de “silenciamiento” desde lo que hoy llamamos política de género.
“38 estrellas” es un libro coral. Las voces recuerdan, reconstruyen, reeditan en su memoria lo que pasó en Cabildo.
-Eran entonces presas muy jóvenes, abrazadas a un ideal, a veces armadas. ¿Qué encontraste en ellas ahora mayores?
-Una de las cosas que más me llamó la atención es que no había grandes subrayados épicos. En general, su relato era más bien parco, sin ese barniz heroico que sí se imprime en los relatos de los hombres del movimiento, quienes, aparte, suelen ser mucho más locuaces. Eso, me encontré con mujeres muy honestas, que tenían incluso una mirada autocrítica.
Josefina explica que el MNLT puede considerarse uno de los más “limpios” dentro de los movimientos u organizaciones de acción de la izquierda latinoamericana. Acaso porque no enfrentaba a una dictadura tan sangrienta y brutal como la argentina, por ejemplo. “De hecho, surge en democracia. Una democracia con derechos limitados y muchos pisoteos sindicales. Una democradura”.
-Escribir una crónica implica muchos encuentros con los entrevistados. Quizá hasta trabar una relación. ¿Qué tipo de responsabilidad sentís al publicar estas historias?
-Yo siento el peso de esa responsabilidad. Un pacto de respeto. Quizá alguien se enoje. O no. Eso no me desvela. Lo que sí me interesa es que sientan que fueron escuchadas. Una escucha que es un punto de unión entre la versión de ellas y la visión atravesada por mi subjetividad.
-¿En qué medida este libro te tocó? ¿Qué te modificó? ¿Qué te dejó?
-Me ayudó a ver ese universo que rodeaba a mis padres cuando eran jóvenes militantes. Ellos participaban de una facción chica, estudiantil, del Erp. Para ellos, los Tupamaros eran un ejemplo. Quise asomarme a la forma más pura del ideal por el que habían luchado mis padres.
-Y en este contexto de lucha por los derechos de las mujeres, ¿cómo vivís la militancia?
-Fui a algunas marchas, poco rato. Mi dinámica diaria me hace difícil estar en las calles. Pero cuando hago presencia es más un acto conmigo que con organizaciones. Sí publiqué textos. Sí me sumé a ese #MeToo en relación al tema del aborto. Creo que si todas podemos decir con cierta naturalidad que abortamos, se avanza. Me angustió mucho que no se aprobara la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Me dio bronca. Que el cuerpo de la mujer deba todavía soportar decisiones ajenas me parece espantoso. De algún modo, el libro vino a paliar este momento. En ese sentido, me hizo bien. Lo siento como oportuno. Y lo digo lejos del oportunismo. Para mí, en lo personal, publicar esta fuga de mujeres justo ahora atraviesa las capas de lo simbólico.
“Todos hemos sobrevivido a más de una cosa y todos hemos huido de más de un lugar. Pero por afuera de esa desesperación atávica y común hay una historia, y es fascinante. Y puede reconstruirse porque hubo fugadas que quisieron hablar. A todas ellas, una por una, como en una fila antojadiza y de combinaciones infinitas, les doy las gracias”, cierra la introducción de “38 estrellas”.
La crónica tiene quien la escriba
Josefina Licitra nació en La Plata, en 1975. Cuando estudió periodismo, todavía no se hablaba de la crónica, ese género híbrido entre lo periodístico y la literatura.
Intuitivamente, escribió en 2004 un texto que apareció en la revista Rolling Stone, “Pollita en fuga”. El mismo que la lanzó al Premio Nuevo Periodismo de la Fundación García Márquez. Él mismo integraba el jurado.
Cuando escribió esa historia (la de Silvina, una chica de 15 años líder de una banda de secuestradores y prófuga en el conurbano) no tenía ni la menor idea de qué era la crónica.
Con o sin teoría, ese fue de entrada su modo de narrar. Y reconoce como vicio que aún no conecta con la escritura de ficción. “Admiro quienes tratan con libertad un tema basado en un caso. Pienso, por ejemplo, en lo que hizo Luis Ortega en base al libro de Palacios sobre el caso Robledo Puch. Pero yo no logro apropiarme de una historia que no tenga un origen en el territorio de lo verificable”.
Actualmente, tiene la dinámica de una freelancer. Edita la Revista Orsai, habla de libros en “Dulces y amargos”, un programa de Radio Nacional, escribe para El Mercurio (de Chile), para la revista Piauí (de Brasil) y para el New York Times en Español.