Uno de los mayores hallazgos de este libro, el flamante título en una larga serie de textos publicados con foco en la figura de José de San Martín, es la incorporación de un nuevo nombre en su historia. Y encima el de una mujer: Josefa. Y habrá que remitirse a la Mendoza de 1813.
Hasta este trabajo, nada se sabía sobre quien posiblemente haya sido más que una amiga del libertador. María Josefa Morales de los Ríos. Estos entretelones de la vida íntima y pública de San Martín con ella, cuya relación se profundizó aquí en Mendoza (la investigación supone que debieron conocerse en lo de los Escalada, en Buenos Aires), aporta una nueva dimensión en la sucesión de hechos históricos que dieron nuestra independencia, así como la de Chile y el Perú.
Rodolfo Terragno viene aportando a la historiografía argentina relaciones y sucesos acerca de nuestro mayor prócer, desde la publicación de su libro Maitland & San Martín, “fruto de un descubrimiento hecho en Escocia, ni más ni menos que el Plan Maitland, que diecisiete años antes que San Martín iniciara su gesta, proponía ocupar el Virreinato del Río de la Plata, cruzar Los Andes, y derrotar a los españoles en Chile y en Perú”.
Ahora, con Josefa, también descubre otra faceta. No hay pruebas ni evidencias de una relación íntima (carnal, para dejar los eufemismos) entre ambos, pero todos los documentos llevan a suponer que la casi ignota mujer fue más que una aventura de alcoba, durante los preparativos libertarios en Mendoza.
La investigación sobre ella tiene comienzo cuando Terragno adquiere una carta escrita por San Martín, en su doble pasión, la del bibliófilo empedernido y la de investigador permanente. Así es como descubre que se trata de un texto inédito, luego lo comprobaría científicamente desde todos los aspectos.
Y en lo que parece una carta sin demasiada importancia política y sí más bien doméstica, surge la figura de Josefa. La misiva está fechada en Valparaíso, en agosto de 1820, y el destinatario es Pedro Moyano, al que sabemos capataz de la chacra de Barriales, en el este de Mendoza. Este detalle en la carta lanzó a Terragno hacia una nueva búsqueda, con bastante de aventura y fortuna:
“Vuelvo a encargar a usted me cuide mucho a mí Señora Doña María Josefa Morales de los Ríos. Suminístrele de la chacra lo que quiera, en los mismos términos que a mi mujer propia”. Un párrafo antes, en la carta que San Martín despacha de Valparaíso, le pide a Moyano: “Escriba usted a mi mujer sobre cualquier duda que se le ocurra, y avísele todo lo perteneciente a lo que usted tiene a su cargo”.
No hay dudas sobre la autenticidad de la carta, ya que es un documento que ha sido estudiado por especialistas en caligrafía, historia, y hasta pasó la prueba del Carbono 14, para saber de su antigüedad. Hasta la tinta ha sido analizada en detalle.
Para Terragno, el esposo de Josefa, Pascual Huidobro, “había sido designado como espía para contactarse con todos los partidos políticos” en Chile, y así favorecer el interés libertador, al mismo tiempo que la información recogida también alertara en Perú”.
El destino, que suele dar a los mortales el tamaño de sus acciones e importancia, quiso que Huidobro, con destino a Chile, parase inexplicablemente en Mendoza, junto a su esposa Josefa. Y que aquí muriese, antes de cumplir con tan delicada misión.
No fue estrictamente una parada y Terragno lo relata en su libro: “Huidobro se dirigía a Mendoza con un cometido. Sin duda instruido por el propio San Martín o el círculo sanmartiniano, debía observar el medio ambiente, en preparación de una tarea que se le asignaría en breve: la de ir a Chile como enviado extraordinario y desarrollar allá la mencionada tarea secreta, con el propósito de formar una alianza libertadora”, sostiene.
Sin embargo, la muerte de Huidobro trastocaría todos los planes que lo tenían como enviado y representante en Chile. Y su viuda Josefa decide radicarse en Mendoza. Y parte del atractivo del nuevo libro de Terragno es indagar en cómo llegaron y por qué ella decidió prolongar su vida aquí, en medio de la gestación del ejército libertador, con un plan continental. Josefa es una española de fuertes convicciones.
Incluso cuando San Martín se instaló en Mendoza con su esposa Remedios (en la actual calle Corrientes 343), Terragno se basa en información de nuestro comprovinciano, Fernando Morales Guiñazú, para sostener que esa casa era propiedad de Josefa.
En la época, en Mendoza, ella vestía el luto de su viudez, más allá de lo que “marcaba el protocolo católico”. Pasó por nuestra historia, nuestros salones y nuestras calles, como una verdadera dama de negro.
Terragno utiliza distinta fuentes que jamás fueron relacionadas. De este modo construye un relato admirable, sorprendente, capítulo a capítulo, y deja al lector entretenido en medio de esta aventura del conocimiento
No lo anima espíritu iconoclasta alguno, ni la banalización de la historia. Se trata de una investigación sólida y mejor, abierta, al punto que el autor abrió una web para que allí se pueda aportar, polemizar, discutir y el largo etcétera del forista en la era 2.0.
Josefa, al fin, parece más que una aventura de militar agotado. No es siquiera una pasiva amante del enérgico estratega. Justamente este texto se incorpora como aporte para re-analizar los sucesos protagonizados por un hombre llamado a ser héroe, tan carnal y finito como cualquiera de los que hacen historia y la viven con pasión verdadera. Josefa resulta una mujer inquietante, muy de vanguardia, y, al final, una suerte de compañera con acceso a las intrigas, rumores y acciones palaciegas que merodean los núcleos del poder. “Una mujer con ideas propias”, define Terragno.
Hay que situarse en 1813, en la Mendoza de la gesta libertadora. Y dejar los prejuicios para acariciar una historia íntima y acaso necesaria. Una certeza: después de esta obra, a mitad del ensayo y la novela -no por sus méritos ficcionales, sino por el carácter de sus personajes-, el lector encontrará más preguntas que respuestas. Si la historia no es la ciencia de las preguntas, mejor dejar que los relatos, finalmente, inunden la triste crónica de los fracasos nacionales con sus convicciones de temporada.
“Fue casi anónima en la vida, casi anónima en la historia y casi anónima en la muerte”, completa Terragno. Y es la mejor recomendación para conocer a Josefa, un secreto menos, hoy, en la vida de San Martín.