Hace unos pocos días, un grande de la pintura mendocina, José Bermúdez, fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Mendoza, por la Municipalidad de la Capital.
Un justo homenaje por parte del municipio central de la provincia, uno más de los muchos que con plena validez ha recibido el pintor, en su extensa trayectoria.
Se convocó a un acto cálido, sencillo y emotivo en una de las salas de la Nave Cultural que contó con la inestimable presencia de un puñado de colegas que lo sigue con insobornable lealtad y otras personas más que aman su labor además de, por supuesto, las autoridades municipales, encabezadas por el intendente Rodolfo Suárez, y los concejales, que rápidamente adhirieron a la iniciativa del Ejecutivo y convirtieron en ordenanza la condecoración propuesta. Obviamente, también sus hijas, Liliana y Roxana.
O sea, una concurrencia muy consustanciada con un hombre que ha desarrollado un arte que representa cabalmente la vida y la dinámica del hombre y la mujer mendocina, especialmente retratando escenas de la vida laboral en el campo.
Resultó muy conmovedor escuchar a este sanrafaelino, ya en sus 94 años quien, a pesar de sus problemas de audición, expresó con tono entrecortado pero audible "el gusto" de haber sido parte del arte, de las razones valiosas del arte" y de la importancia de decir y hacer arte cuando se siente; y concretar lo que se piensa desde la tela.
Esto es así porque Bermúdez ha expresado reiteradamente que él "pinta la vida". Y para Bermúdez, la vida es armonía entre el sentir y el hacer.
También y tal vez para no comprometer con el olvido a maestros y pares, citó en su breve mensaje a los multifacéticos Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci, "cuyas obras -dijo- nos llegan con su mensaje y por su sensibilidad".
En la obra del maestro Bermúdez se puede leer un período de la vida mendocina y del mundo mismo, pues en él encontramos desde los primeros trabajos con basamento estrictamente social de las primeras serigrafías hasta las diferentes etapas en las que fue transformando, mutando, intensificando un quehacer pleno de color y de significancia.
"Bermúdez -citando a la escritora y crítica de arte Mercedes Fernández- cree y hace gala de lo que cree, cuando ofrece una dinamización, una oferta amplificada, un espejo en el que nos miramos como sociedad. Porque el arte es eso: relación con el otro, compromiso, responsabilidad, ideas en juego".
Asimismo fue comentado en la reunión de la Nave Cultural la importante lucha social del artista, librada especialmente en sus años jóvenes y de mediana edad, muchas veces plasmada en sus obras, como una denuncia de lo que él no quería que ocurriera en el laboreo de las fértiles tierras de nuestro suelo.
Sin ser ésta una nota de análisis de una obra, no puede olvidarse la época en que el Ciudadano Ilustre participó del taller de muralismo en Mendoza (1957-1961) junto con Luis Quesada y Mario Vicente (ya fallecido), quienes plantearon la tarea de construir un lenguaje popular como proyecto artístico dentro del movimiento muralista continental, aportando a este género y haciendo escuela.
Falta citar que nos queda una obra muy vasta del querido artista, en numerosas pinacotecas nacionales e internacionales, y esperamos que pronto otra vez sus trabajos vuelvan a las paredes del Museo Provincial de Bellas Artes-Casa de Fader, para deleite de los visitantes foráneos y locales.
Y volver a apreciar así a un artista empeñado casi obsesivamente en pintar la vida como objeto de la entrega, y en la vida, al hombre, al joven, al trabajador, al lustrabotas, a la florista, a la modelo, al pintor, al niño y hasta a los animales domésticos .
Con esto, entretiene y purifica a quien lo mira; limpia al que se detiene frente a la obra, de toda contaminación o ruido inútil del afuera de un mundo que él no comparte.
