La mano derecha que buscaba el cielo antes de cada tiro, lo que le daba un péndulo perfecto, era una marca registrada de Jorge Alberto Guzmán, el querido Negro, que fue dueño y señor del bowling nacional en los ‘80.
El jugador de Argentino, que se quedó con tres títulos argentinos consecutivos en 1980 (Tucumán), 1981 (Mar del Plata) y 1982 (La Falda), se coronó campeón del mundo el sábado 17 de agosto de 1983 en Toronto, Canadá, siendo el primer y único argentino que consiguió ese logro en palos chicos.
Una hazaña impresionante porque no sólo derrotó a los grandes favoritos, que eran los representantes de Estados Unidos (participaron los 5 mejores sobre un padrón de 25.000 jugadores), Canadá (los 5 mejores sobre 6.000) y Filipinas (los 5 mejores sobre 2.000), los países más importantes afiliados a la Asociación Internacional de Bowling, sino también a su propio compañero de equipo en la Selección Argentina, Enrique Corsiforti, un notable referente de la época.
Con el mérito incluso de que superó a jugadores profesionales que cobraban importantes sumas para jugar y que se dedicaban exclusivamente a ese deporte, los que no salían de su asombro cuando ese desconocido llegado de Mendoza se distanció en el marcador hasta tornarse prácticamente inalcanzable.
Dijo Los Andes en su edición del día siguiente, al destacar el resonante éxito internacional logrado por Guzmán -en esos tiempos propietario de una gomería en Guaymallén, que atendía personalmente en sociedad con su hermano Félix Luis-: “Se fue en silencio, casi ignorado por la mayoría. Y volvió con un grito que llenó de orgullo y satisfacción los corazones argentinos. Nos imaginamos ese '¡Soy el Campeón Mundial' que tiene que haber explotado en su boca después de la última bocha”.
El Mundial
Jorge Alberto Guzmán tiene en la actualidad 65 años de edad. Nació en Mendoza el 27 de julio de 1952. Obviamente que en su juventud quiso ser jugador de fútbol, por lo que se vinculó a las divisiones inferiores de Gimnasia y Esgrima, sin llegar a jugar oficialmente.
Luego, de acuerdo a su propio relato, se inclinó por el boxeo y durante un año y medio comenzó a practicar en el Mocoroa Boxing Club bajo la dirección del profesor Francisco Bermúdez, que lo consideraba un liviano prometedor y con condiciones.
Hasta que en los ‘70, cuando no tenía ni la menor idea de qué se trataba, aceptó una invitación de su hermano Félix Luis y de otro amigo para que los acompañara a Las Vegas Bowling Club, que entonces ubicaba en la calle Lavalle, en la misma dirección que hoy ocupa el restaurante Las Tinajas, donde cientos de jóvenes de ambos sexos se reunían cada noche en sus 15 canchas atraídos por la adrenalina que provocaba ese juego que consistía en bajar, con la mejor puntería posible, la mayor cantidad de palos grandes o palos chicos, según la línea que se elegía para jugar.
Tres meses antes del viaje a Canadá, Jorge, que entonces trabajaba como gomero, inició su preparación para llegar al Mundial en las mejores condiciones físicas, lo que le permitió fortalecer las piernas.
Durante el día jugaba 5 líneas en 2 canchas distintas de manera continuada por espacio de una hora, y por la noche, cuando cerraba el negocio, salía a correr por la Costanera, “Ni siquiera me sacaba el mameluco”, cuenta con una expresiva sonrisa.
“En lo que ellos llaman duck pin, salimos terceros por equipos en caballeros y también en damas. En individuales ellos hacen un promedio de 150 palos, mientras que nosotros, solamente llegamos a 125. Los norteamericanos y canadienses utilizan al máximo todas las ventajas que les da la cancha. Por eso usan más la potencia que otra cosa”.
“Allí nos encontramos con un juego nuevo que denominaban five pin, de sólo cinco palos con un aro de goma en el centro, donde pega la bocha. Es un juego en el que es más importante la precisión que la potencia, y ahí prevalecimos nosotros. Fuimos campeones por equipos. En individuales salió primero un jugador de Canadá y segundo yo”.
“Después de esos dos torneos se hace el de maestros, que es el campeonato cumbre de la competencia. Tanto es así que allí intervienen nada más que los dos mejores de cada seleccionado. En ese máximo torneo -agregó- llegamos a la final Corsiforti y yo, y tuve la suerte de ganar, siempre en el five pin".
Aldo Ronco, un campeón inolvidable
Aldo Ronco fue el primer hombre que le dio un título nacional a nuestra provincia. El jugador de Los Cóndores se quedó con los Argentinos de 1971 y 1972. Un talento único que era capaz de festejar un strike cuando la bocha recién había salido de su mano.
Después de Aldo, la Federación Cuyana festejó con Antonio “Chiche” García en 1974 y con Eduardo Suárez en 1977. Además de Guzmán.