Jorge Newbery, la última entrevista

En 1914, el aviador y propulsor de la aeronáutica militar argentina visitó Mendoza. Días después falleció aquí en un accidente.

Jorge Newbery, la última entrevista
Jorge Newbery, la última entrevista

Fue una de las primeras entrevistas que diario Los Andes publicó el sábado 28 de febrero de 1914 a una de las figuras más destacadas del siglo XX.

Nos referimos al intrépido aviador Jorge Newbery, quien llegó a Mendoza el 22 de ese mismo mes para hacer un minucioso estudio sobre las posibilidades de realizar el cruce de los Andes en aeroplano. Inmediatamente partió hacia Puente del Inca para hacer mediciones y observaciones referentes a su vuelo. También estuvo en Uspallata, con la idea de ejecutar desde allí la travesía.

El 26 de febrero regresó a la Ciudad de Mendoza y al día siguiente fue entrevistado por un periodista de este matutino. Reproducimos gran parte de esa nota a continuación.

La entrevista

Ayer, por el tren de las 7 y 40, regresó de la cordillera el ingeniero don Jorge Newbery.

Viene, como lo hemos anunciado ya, de estudiar los vientos en la cumbres y hacer otras observaciones con que ha conceptuado necesario complementar sus anteriores estudios a fin de intentar la grandiosa hazaña de cruzar la cordillera de los Andes.

Creímos nuestro deber entrevistarle y fuimos a verle anoche para recoger sus impresiones.

Al primer golpe de vista se advierte en su rostro la acción de los vientos helados de la cumbre que le han azotado durante estos últimos días mientras practicaba sus experiencias y observaciones. La fisonomía, algo demudada, conserva, sin embargo, indelebles sus rasgos enérgicos.

Empezamos por pedirle que nos diera su última impresión, la que ha recibido durante su estadía en la cordillera, y nos la manifestó sin mayores rodeos.

Reconoce las dificultades de la empresa, los enormes obstáculos que se oponen al vuelo de un ave mecánica en aquellas alturas y latitudes, pero es sinceramente optimista.

Tiene grandes esperanzas en el éxito de la empresa, cuyos detalles ha estudiado con verdadero ahínco y hasta con cariño, si cabe el concepto. Sin embargo, por modestia, no quiera dar mayores detalles; conceptúa que pudieran interpretarse, saliendo de él mismo, como una reclame que desea eludir.

–¿Dónde se elevará?– le preguntamos.

–No tengo nada resuelto de manera definitiva al respecto –nos contestó–, pero si el sitio es apropiado, como podré constatarlo en una visita que haré mañana, posiblemente me elevaré en Los Tamarindos, desde donde me sería más fácil ir tomando paulatinamente altura mientras vuelo hacia el oeste hasta alcanzar los cinco mil metros a que necesito llegar para efectuar la travesía, elevación que calculo poder alcanzar en media hora de vuelo. En caso que por circunstancias especiales no conviniese decolar en Los Tamarindos, empezaría la prueba en Uspallata, que se encuentra a 1.730 metros sobre el nivel del mar.

–¿Y dónde piensa efectuarse el "aterrizaje"?

–Mi propósito es hacerlo en Santiago mismo.

–Pero en caso de desperfectos en el motor y otros inconvenientes análogos, ¿encontraría en el camino lugar apropiado para "aterrizar"?

–Difícilmente. En el caso o los casos a que usted se refiere, la única probabilidad de salvación sería descender en algún cajón de las montañas y tratar, pocos metros antes de tocar el suelo y mediante una maniobra rápida, que el aparato no se precipite de frente, como en un aterrizaje vulgar, sino que toque el suelo con la parte trasera, empinado como para emprender de nuevo el vuelo. La probabilidad remotísima de poder efectuar con éxito esta maniobra es la única esperanza que me restaría de no perecer en caso de que se haga imprescindible un descenso.

–¿Qué aparato utilizará en la travesía?

–Un “Morane Saulnier”, de 80 H.P. pero que mediante una modificación que le he introducido en el motor puede desarrollar hasta 95 y queda convertido en aparato especial para alcanzar grandes alturas. Es exactamente el mismo aparato que tiene Fels con la sola diferencia de la variante referida. Con el objeto de transportar a esta mi aparato mañana salgo para Buenos Aires y dentro de unos diez días estaré de vuelta para intentar la empresa.

–Las autoridades de la Provincia, le preguntamos también, ¿le han ofrecido ya su concurso?

–Inmediatamente de mi llegada. La jefatura de Policía me ha propuesto escalonar a lo largo de mi itinerario el escuadrón de seguridad para prestarme auxilio en caso necesario, pero no he querido aceptar el ofrecimiento porque no puedo asegurar la fecha de mi partida. La intentaré cuantas veces crea necesario hasta que las circunstancias me parezcan propicias, y en esto pueden transcurrir muchos días.

–¿Y los riesgos de la empresa, señor Newbery?

Nuestro interlocutor se limitó a sonreír.

Destino trunco

Esta entrevista es un documento único, porque fue la última vez que el aviador Jorge Newbery expresó sus palabras en público sobre su vuelo para cruzar la cordillera.

El destino quiso que nunca emprendiera aquella hazaña, porque en la tarde del domingo 1 de marzo, en medio de una demostración aérea realizada a pedido de unas jóvenes en Los Tamarindos, perdió el dominio del avión que tripulaba (el mismo que mencionó en la entrevista) y se estrelló con su máquina contra el suelo falleciendo en el acto y salvándose milagrosamente su compañero Benjamín Giménez Lastra.

La noticia de la muerte de Newbery causó conmoción en el país y en el mundo.

Dato curioso

Cuando llegó Jorge Newbery a Mendoza en 1914, fue recibido con gran afecto por la alta sociedad local. Esto se dio porque a fines del siglo XIX, su padre, Ralph Newbery –conocido en nuestra provincia como Rafael–, era uno de los mejores dentistas que existían en el país por aquel tiempo y todos los meses venía a la ciudad para atender a sus pacientes. Por varios años, su consultorio fue el Grand Hotel, ubicado en calle Gutiérrez 145 de ciudad.

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