"Han sido los 33 años más importantes de mi vida", dice Jorge Horacio Jesús Nanclares. El magistrado recuerda que ingresó a la Suprema Corte de Mendoza cuando tenía 38 años, por sugerencia de León Víctor Chade (ministro de Gobierno de Santiago Llaver) y de Leopoldo Orquín (en ese entonces intendente de Guaymallén). Con ambos había trabajado como asesor legal en aquellos años de retorno democrático.
Su ingreso al máximo tribunal fue polémico: "La discusión era cómo un gobierno que se iba nombraba a tres ministros de la Corte". Esos tres eran Nanclares, Fernando Romano (jubilado en 2012) y Pedro Llorente, quien aún se resiste a la jubilación. José Octavio Bordón ya era gobernador electo cuando Llaver nominó a los tres.
Ahora Nanclares se va de la Corte con polémica: el affaire de los sueldos de funcionarios judiciales equiparados a magistrados. Pero él defiende a los dos principales nombrados con jugosos sueldos: su sobrino y director de Gestión Carlos Quiroga Nanclares; y su secretaria privada, Elizabeth Carbajal.
Hoy parece lejano el mes de noviembre, cuando Nanclares buscó y obtuvo otro mandato como presidente de la Corte apoyado por sus pares peronistas, mientras que los radicales ponían sus voluntades tras José Valerio. "Cuando por primera vez se vota en forma dividida, es una señal de que me tenía que retirar", dice ahora mirando aquello.
-¿Qué rescata de su paso por la Corte?
-El aporte más importante que hicimos fue la creación del Tribunal de Gestión Judicial Asociada, por la ruptura del juzgado unipersonal. Y reconozco alguna tozudez, porque los abogados viejos y algunos jueces no se adaptaban a ese cambio.
-La idea de los tribunales colegiados en lo Civil la toman de Chile...
-Sí. Se da la paradoja de que en Chile empiezan en el fuero penal y luego los implementaron en el laboral. Hicimos una adaptación para lo Civil; con algún orgullo decimos que no fue una idea sólo personal, hubo mucha gente que aportó, fundamentalmente mi sobrino que tiene una gran capacidad de gestión, y un grupo de jueces muy activos, sobre todo los que integraron los primeros tribunales de gestión asociada. Otro hecho que rescato es haber tenido el honor de trabajar en la comisión redactora del nuevo Código Procesal Civil.
-¿Le quedó algo que quería hacer y no llegó?
-Siempre hay algo más por hacer. Llegó un momento, a lo mejor por algunas decisiones cuestionadas en este último tiempo, como el intento de modificar el fuero civil sin consultarlo con los jueces. Y apartir de allí se desataron una serie de inconvenientes y de puntos de vista diferentes en la sociedad, pero fundamentalmente del lado del periodismo y probablemente de sectores del Poder Judicial pusieron la mira en la organización que tiene la propia Corte. Esto me expuso en lo personal y fundamentalmente a Elizabeth Carbajal. Ella es mucho más que mi secretaria privada, toda la parte operativa pasaba por su persona.
-¿No se cuestiona usted los nombramientos de los equiparados?
-Defiendo la legitimidad y la legalidad de estos funcionarios cuestionados, pero reconozco que la distancia salarial con el resto de la población es enorme, genera una situación de inequidad social que es difícil de explicar, más en situación de pandemia con médicos y enfermeros arriesgando la vida.
-¿Hubo aprietes para que se vaya?
-Cuando hablo de presiones en general, tampoco es que sea una apretada. Los hombres pasan, las instituciones quedan. Le he ofrecido al Gobernador si necesita la experiencia que yo pueda aportar, con mucho gusto puedo compartirla. Me voy con la frente alta, muy satisfecho de todo lo que se ha trabajado y con muchos errores, sobre todo en el último tiempo de mi gestión. Tengo una edad en la que se me hace más difícil seguir el ritmo de los cambios tecnológicos; tengo el espíritu reformista, pero también soy hombre del siglo XX y el uso de la tecnología me cuesta.
-Hay un rumor de que se usó la denuncia del ex intendente de Santa Rosa Sergio Salgado contra usted por la equiparación de su secretaria, para apretarlo.
-El juego institucional de la Justicia es tener que soportar las presiones. Presionan los sectores empresarios, sindicales y el periodismo refleja esas presiones. En el caso mío, estar mencionado prácticamente todos los días desde que el gobernador decidió, en su legítimo derecho como gobernador, reordenar la pirámide salarial... De esos temas tuve una charla con el Gobernador el día viernes, después de esa charla y estar seguro de que no había una presión política, el lunes presenté una renuncia por considerar que mi ciclo estaba agotado.
-A usted lo tocó vivir la grieta judicial...
-Esa situación política excede a la Corte. El país está dividido. Probablemente lo sorpresivo sería mi posición personal, que podría haber jugado a favor del radicalismo, pero en 32 años he demostrado que cuando me puse la toga, me saqué la camiseta. Fui muchos años profesor de historia. Antes la enseñaba de manera imparcial, hoy me duele la historia: los argentinos hemos hecho todo mal desde 1810. Las peleas entre Saavedra y Moreno, de Artigas con Buenos Aires, unitarios y federales, el gobierno que le hicieron imposible a Illia. La historia de los argentinos es la de las diferencias irreconciliables.
-La grieta se centró entre la mano dura y el abolicionismo, un debate de Alfredo Cornejo con un sector de la Justicia penal.
-Porque los argentinos tratamos que todo sea blanco o negro, en este caso, garantistas o fachos de la derecha represiva. Hay términos medios.
-¿Con qué gobernador se llevó mejor y con cuál peor?
-Los momentos más duros fueron en los gobiernos de Iglesias y Cobos, aún cuando con Cobos tuve una relación muy fluida. Pero institucionalmente, cuando hay crisis económicas siempre se pone la mirada en los sueldos del Poder Judicial. Cobos decidió una reforma constitucional para relativizar el principio de intangilibilidad. Su ministro de Gobierno era Cornejo. La mejor relación fue con Jaque, que resolvió el problema de los sueldos de los magistrados.
-Ya que lo menciona a Cornejo, él puso un fuerte énfasis en el fuero penal. ¿No hubo chisporroteos?
-No ha habido gobernador más activo en lograr la eficacia del Poder Judicial. A pesar de mis enojos iniciales con Cornejo, considero que para la Justicia ha sido el mejor gobernador. Estaba muy bien orientado hacia dónde debía ir la Justicia. También coincide con el mejor ministro del gobierno de Macri, a mi criterio, que fue Germán Garavano, porque era un especialista en reforma judicial, más allá de los avatares políticos y de las acusaciones de espionaje.