o ven y lo escuchan muchos, millones. Los que lo aman y los que lo odian, los que lo disfrutan y los que lo sufren. Conduce el programa político de TV más visto y también impuso su nombre a un fenómeno que dio vuelta la radio: por primera vez en 10 años Mitre (en Mendoza, por FM 100.3) superó a Radio 10 y es la más escuchada por amplio margen.
Sin embargo, no luce como un hombre que se sienta más allá del bien y del mal. Sentado a la cabeza de una larga mesa de madera noble, se empeña en dejarla inmaculada, después de haber jugado sobre ella con Salsa, su perrita de siete meses.
En su casa, rodeado de sus amores y sus cosas, Jorge Lanata es un tipo más, que vive con intensidad el momento profesional que supo construir.
Hoy a las 22 vuelve a la pantalla con Periodismo para todos (PPT), el programa que recuperó a la política para la TV abierta y con el que ganó una audiencia que no se veía en el género al menos en casi dos décadas. En Mendoza, no lo pasará ninguno de los canales de aire, como sucedió el año pasado. Se podrá ver por DirecTV, o en internet, a través de losandes.com.ar o por ElTrece.TV
“Me gusta hacer el programa -dice con entusiasmo-. Lo encontramos haciéndolo. Cuando empieza vos tenés como una intuición, pero recién sabés cómo es al año. Y se terminó transformando en un fenómeno social en sí mismo. En un momento en el que cada vez la gente habla menos, el programa cumplió con la consigna que tenía, romper el miedo. Sirvió para que la gente rompa el miedo y eso fue útil.
-¿Puede que ese mismo fenómeno sea la base de la consolidación del éxito en Mitre?
-El año pasado ya estaba primero en mi franja, que era un invento, porque la franja de 13 a 15 no existe en la radio. Cuando fui a hacer radio a Mar del Plata, pensé que este año la 10 iba a bajar porque era un año electoral y se iban a alinear, y yo quería ir a un lugar popular para tratar de reforzar ese perfil de Mitre.
Y de hecho, seguimos primeros, pero con más diferencia. Ahora, estar primero me carga de responsabilidad porque me hace tener que mantenerlo. Eso sí, trato de no creérmela. Yo sé que en la vida a veces estás primero, a veces segundo, a veces último y a veces estás afuera.
-¿Cuánto te importa el rating?
-Yo no laburo con el minuto a minuto. El programa lo siento; cuando me aburro, cambio; cuando me divierto, sigo. No soy distinto al público, no soy tan marciano. Eso sí, cuando el programa termina lo primero que hago es ver el rating. Laburo en televisión y quiero medir más. Con eso estoy conforme. El año pasado hicimos un programa de 18 puntos promedio que, para un programa político, es un delirio.
-¿Para qué sirve el rating entonces?
-En realidad, cuanto mejor estemos en rating, más libertad vamos a tener. Como periodista, el rating lo que me da es libertad, así hago lo que quiero. El rating es mi poder. Como trato de usarlo a favor, está bueno porque a la gente también le va a servir.
-Hablabas de este éxito como fenómeno social, ¿en qué sentido?
-Tiene que ver con una sintonía de la época. Mitre estaba primera hace 20 años cuando el menemismo se estaba cayendo. Hoy es el kirchnerismo lo que se está cayendo, las circunstancias políticas coinciden. Incluso hasta la política de medios termina siendo una remake de los '90, lo que pasa hoy con Cristóbal (López) y demás, no es tan distinto a lo que pasó con Moneta y con el CEI. El contexto también es similar: la re-reelección de Menem es hoy la re-reelección de Cristina. El malhumor social también es similar.
-En el terreno de los medios, has quedado como una de las pocas voces que dice otra cosa.
-Eso es malo para la gente y bueno para nosotros. Ojalá hubiera más canales y más programas periodísticos. Nunca me asustó competir, nunca laburé para el Estado, siempre he peleado. Me he peleado con Clarín, con La Nación, con todo el mundo, porque defendía mi lugar con convicción. Como están las cosas, en la TV abierta sólo estamos nosotros y Majul. Si me vas a preguntar sobre el libro que escribió sobre mí, te digo que no lo leí y que no lo voy a leer nunca. No me importa lo que digan de mí. No soy el retrato que los otros hacen de mí.
-¿Creés que este panorama se puede agudizar en los medios?
-Creo todavía hoy, y lo digo desde hace tres años, que Cristina va a ir por la reelección. Nadie se baja de una revolución. Yo no creo que el Gobierno esté haciendo la revolución pero ellos creen que sí. ¿Qué revolución tiene prensa libre? Todo el aparato de propaganda del Gobierno cuantitativamente es el 80% de los medios; cualitativamente no existe. El periodismo oficialista nunca funciona porque la gente no es tonta. Acá hay cuatro vivos llenándose de plata y el Estado tirando plata en algo que no le sirve para nada.
-El kirchnerismo piensa este problema en términos de "batalla cultural". ¿Qué pensás del concepto?
-Me parece patética como idea, porque es pensar que el público es manipulable. La idea que tienen de los medios es completamente stalinista. Proyectan lo que querrían de sus propios medios, creen que "se maneja" una redacción. Eso no es así, lo sabe cualquiera que haya trabajado en una redacción. Creen que los medios son algo que no son; no saben un carajo de medios. Nos adjudican más poder del que tenemos en realidad.
-Mucho de tu público se reivindica como antikirchnerista. ¿Vos te parás también en ese lugar?
-No. Te voy a dar un ejemplo. Yo estaba peleado con Clarín, porque competía con Clarín. Cuando Moyano hizo el paro en la planta salí a defender a Clarín y fue muy loca la reacción porque mucha gente del diario me llamaba para agradecerme. Y yo no lo hice por ellos. Yo soy periodista. ¿Cómo voy a estar a favor de que un diario no salga? Que salga Tiempo Argentino, Página, que salga el que sea.
-En ese contexto vos dijiste que, en la pelea, Clarín era el lado débil. ¿Lo seguís pensando?
-Es tan obvio eso. Lo que pasa es que esa frase fue extrapolada por 678 y muy manipulada. Tenembaum me preguntó: "Entre el Estado y Clarín, ¿quién es más fuerte?". Obviamente, es más fuerte el Estado. Si vos tenés de un lado al monopolio de la fuerza, de la ley, de la posibilidad de regular cualquier cosa, y del otro lado a cualquier empresa, ¿quién va a ser más fuerte? El peor enemigo del doble discurso es el tiempo.
¿Cuándo el poder queda desnudo? Cuando pasa el tiempo. Este gobierno habla para la izquierda y gobierna para la derecha. Hay que ver los números. Bajó la pobreza y hay más asistencia social, pero la concentración económica es la misma, más dos millonarios del sur. No cambió nada. Podés tener mucho relato, pero hay un momento en que el relato se estrella con la vida.
-Uno de los argumentos predilectos que se escuchan entre los kirchneristas es que vos terminás trabajando en Clarín por la plata.
-Yo gano muy bien desde hace mucho tiempo. En América gané mucha guita, mucha más que ahora. Para mí el acercamiento al grupo fue al revés. Mucha gente vio esto como una claudicación y yo lo vi de dos maneras. Primero, como un triunfo, porque ellos me llamaron. Y después me di cuenta de que eran más los prejuicios que yo tenía con ellos, que ellos conmigo. Yo soy Lanata, perdón si suena soberbio; no necesito estar en Clarín para ser yo. Hace 15 ó 20 años que es así. Hago absolutamente lo que quiero hacer y me hago cargo de mis aciertos y mis errores.
-¿Qué pensás del episodio en Canal 7 entre Juan Miceli y Larroque, diputado y referente de La Cámpora, por el uso de las pecheras en la inundaciones?
-El caso de Canal 7 es especial. Algunos hacen las cosas por convicción y otros, por la plata. Hay chicos a quienes veo en los medios y que en la vida real por méritos profesionales no tendrían ninguna oportunidad de estar ahí. Este gremio es muy chico. Acá estamos un día de un lado del mostrador, otro día del otro. Cosas como las que hizo el otro día esta chica Agustina Díaz, de adular al entrevistado contra lo que decía su compañero, son una lástima.
No se hace; la gente se va a acordar de ella por su buchoneada. Hay gente que volcó por completo. Lo que espero es que ahorren lo suficiente porque después les va a costar mucho laburar. Hoy Víctor Hugo es el Gómez Fuentes del kirchnerismo y bueno, así terminó Gómez Fuentes… No vale la pena. Igual, en 20 años todos van a decir que no estaban.