“Somos cada vez más infelices y pretendemos buscar la felicidad en el uso de las aplicaciones y de los medios sociales que nos ofrece la tecnología”, lanza el abogado Jorge Chaves, especialista en Derecho y Tecnología.
Plantea que tanto los adolescentes como los adultos comparten una orfandad que se vincula con la infelicidad.
"Huérfanos digitales. Internet, nuevas socializaciones y violencia" fue el nombre de la charla que Chaves ofreció el jueves, dirigida a docentes, psicopedagogos, psicólogos y público en general. El encuentro estuvo organizado por Medios en la Educación de diario Los Andes.
-¿A qué se refiere la expresión huérfanos digitales?
-El tema no incluye sólo a los niños y adolescentes que usan la tecnología, muchas veces sin el control de los padres, sino que también hace referencia a una situación en que nos encontramos todos en el uso de las redes sociales.
Pareciera que buscamos ciertas cosas porque no estamos satisfechos ni conformes con la vida que llevamos y pretendemos encontrar en lo virtual aquello que nos falta. Cuando hablo de orfandad me refiero a que estamos huérfanos de felicidad. Nos estamos dirigiendo a una sociedad de la infelicidad y no, por el contrario, a ser cada vez seres humanos más plenos.
-¿Cuál es esa situación común a adolescentes y adultos en lo virtual?
-El tipo de lazos que establecemos. La confusión de conexión con comunión, de socializar con interactuar; también, fundamentalmente, en torno a lo que entendemos por felicidad.
-¿Esto conlleva riesgos?
-Sí, porque producto de una búsqueda que es errada nos exponemos a muchos peligros. Nos topamos con información que no es buena, con personas que no son sanas sino perversas o tóxicas. De alguna manera las vulnerabilidades son consecuencia de estar buscando algo en un lugar donde no lo vamos a encontrar.
-La posibilidad de ocultar la identidad que ofrecen las redes, ¿facilita la violencia?
-La tecnología, a través del anonimato, ha facilitado cierto tipo de conductas violentas y de actividades criminales. Hace que su tarea sea mucho más sencilla con muy bajo costo. Antes, un agresor sexual tenía que ir a una plaza a tratar de convencer a un niño y burlar la vigilancia de los padres. Hoy le basta con crear una identidad falsa y buscar un niño que esté vulnerable, que como todos cuentan sus cosas en Facebook es muy fácil de identificar.
Se gana su confianza, lo manipula y, una vez que obtiene lo que quiere, pasa a la extorsión. Le costó lo que sale la conexión a internet y no se expuso nunca. Hasta va a ser difícil saber quién es, porque toman precauciones desde el punto de vista tecnológico para que no los atrapen.
-Se insiste en que los padres deben guiar a sus hijos, pero de acuerdo al panorama que plantea, ¿los adultos tienen más herramientas?
-El adulto siempre cuenta con la experiencia de vida y el conocimiento de la realidad del mundo. El problema es que en los últimos años se ve que muchas cosas que les suceden a los chicos les están sucediendo a los grandes. El adulto cada vez es más adolescente. Renuncia a cumplir con el rol que tiene que cumplir porque es difícil y requiere mucho trabajo e invertir tiempo. Muchos quieren vivir aquello que no vivieron y dejan a quienes tienen que guiar a su suerte.
-Esta semana se conoció el caso de una chica mendocina que fue víctima del juego de la Ballena Azul. ¿Cómo se llega a eso?
-Existen varios juegos de desafíos de este tipo, cuyos fines se desconocen. Pero ninguno te lava el cerebro, te hipnotiza o te obliga a participar. Lo que hay que preguntarse es qué lleva a un adolescente o un niño a jugar, a tolerar las lesiones. Es cierto que la Ballena Azul tiene la particularidad de que los pasos más avanzados son fruto de la extorsión, el miedo y las amenazas, y de hecho a esta chica le estaba pasando. Pero esos riesgos eran conocidos, se ha hablado del juego en las escuelas.
-¿Cuál es la línea que separa una vinculación positiva a través de las redes sociales de una negativa?
-Las estadísticas nos indican que el 94% de las personas que usan internet lo hacen para socializar y, obviamente, las redes sociales son el medio privilegiado. El problema se presenta cuando se empieza a resignar la conexión en la vida real, el verse, el tocarse. Cuando se renuncia a una existencia en el mundo off line, rica, llena de vivencias, de emociones; donde sin duda también está presente el dolor, la angustia, el sufrimiento.
Esto en las redes sociales no sucede, porque a todos les va increíble, se comen el asado más rico, van al mejor lugar de vacaciones.
Robert Spaemann, un filósofo alemán, preguntaba -antes de que existiera Internet- si uno preferiría vivir en este mundo, con todo el dolor y sufrimiento, o estar acostado, inconsciente, lleno de cables que le estuvieran dando señales de placer y de felicidad.
A nadie se le ocurriría tener una vida de ese tipo. Y sin embargo es lo que estamos haciendo ahora. No hay cables, pero emigramos a las redes sociales. Llevamos toda nuestra vida ahí, hacemos depender nuestra estima de lo que digan los demás en la web, medimos el grado de éxito en función de los ‘me gusta’ que nos pongan. Ahí es cuando empieza el peligro.
Perfil
Jorge Chaves es abogado, diplomado en Derecho y Tecnología, y encargado del Observatorio de Informática y Derechos del Niño (de la Asociación Latinoamericana de Magistrados Funcionarios Profesionales y Operadores de la Niñez, Adolescencia y Familia).
También es miembro de Internet Society Argentina Chapter y autor y responsable del Programa de Prevención de Violencia TIC y Delitos Informáticos contra Niños y Adolescentes del Ministerio de Seguridad de Mendoza.
Asimismo, integra el Consejo Consultivo de la Fundación “Ponle el Parche” (Perú) y es docente de la Diplomatura sobre Ciberdelitos Sexuales de la Universidad del Aconcagua.