Hace unos días, la escritora rosarina Tamara Smerling publicó su libro "Serrat en la Argentina. Cincuenta años de amor y aventura". La autora narra aquí la historia de amor recíproco entre Joan Manuel Serrat y la Argentina, a donde llegó por primera vez en 1969.
El año pasado, el cantautor catalán visitó nuestra provincia por última vez, presentándose como solista en el Auditorio Ángel Bustelo el 10 de noviembre.
Serrat llegó a Mendoza por primera vez hace casi medio siglo, cuando su música y su poesía cautivaban al público mendocino que lo seguía a través de sus discos.
El trovador español llegó al aeropuerto de El Plumerillo el miércoles 15 de julio de 1970 y ese mismo día se presentó en el recordado Cine Gran Rex.
Los Andes publicó "Entusiasmo juvenil por la presencia de Joan Manuel Serrat" donde cuenta ese momento que quedó para la historia cultural. Decía así:
"Ayer llegó y actuó en nuestra ciudad el cantante catalán, Joan Manuel Serrat. En el aeropuerto lo esperaban alrededor de doscientos admiradores (damas adolescentes la mayoría de ellos, también algunas personas mayores muy entusiastas), más de treinta soldados de la Cuarta Brigada, distribuidos estratégicamente, con fusil ametralladora; unos quince periodistas, unos diez policías de uniforme, cuatro guardaespaldas de civil.
El avión tocó pista a las 17.40. Cuando el cantante llegó al sitio donde aguardaba el contenido público las cosas comenzaron a complicarse. En medio de empellones y de expresiones verbales muy femeninas, Serrat fue recibido por el secretario de la Dirección Provincial de Cultura, profesor Ernesto Calise. Hasta allí llegó la parte protocolar, porque el resto fue un maremagnum del que incluso el propio cantante salió algo maltrecho.
Llevado casi en vilo por los guardaespaldas llegó hasta la confitería del aeropuerto, donde ofreció una muy accidentada conferencia de prensa. Accidentada: primero, porque tenía alrededor de cinco micrófonos cerca de su rostro; segundo, porque las preguntas arreciaban y él les contestaba en una voz más que baja; tercero porque el público femenino gritaba y pedía sonrisas y autógrafos.
Lo que pudo extraerse de la conferencia fue esto: "A pesar de que trabajo mucho tengo tiempo para componer porque hago lo que me gusta y cuando uno hace lo que le gusta siempre encuentra tiempo".
"Reconozco que algunas de mis creaciones son débiles. Sucede que soy un aprendiz de todo. Hago lo que me agrada".
"Un día cayó en mis manos un libro. Entonces nació un juego entre el texto y la guitarra. Y así surgieron la canciones".
"Cantar, componer y escribir es mi profesión. El día que deje de hacerlo me sentiré menos humano. No hay diferencia entre mi creación y el resto de mi vida. Hay un solo Serrat".
"La fama es algo efímero. Cuando la pierda no haré otra cosa que quedarme tan tranquilo, sin ella".
"Lorca no es -recalcó eso con énfasis- mi poeta preferido. Su fama se debe a cierta capacidad, a cierto colorido y a su fin trágico".
El presidente del Centro Catalán en Mendoza entregó una invitación a Serrat para firmar el libro de oro de la entidad. El cantante agradeció en catalán.
"Hay un rasgo principal de mi carácter: la vehemencia. Por lo general hablo despacio. Sólo cuando me enojo grito, o cuando peleo". (No pasó mucho tiempo para que esas palabras quedaran ampliamente demostradas).
"Lo que más aprecio es la amistad. La gente no se separa ni por países, ni por idiomas, ni por edades. Sólo por su cultura y su estómago, si éste está más o menos vacío".
Hasta aquí la entrevista colectiva. Resultó imposible continuar a causa del asedio del público. Cuando intentó abandonar la confitería se produjo una fuerte avalancha, sobre todo femenina. Los pedidos de un autógrafo, una sonrisa (esto último parece una suerte de pedido más difundido, a juzgar por la insistencia). Una adolescente consiguió tomar un dedo de Serrat y lo retuvo con fuerza. Como con mayor fuerza tiraban hacia adelante los guardaespaldas, el intérprete dio el grito que antes había anunciado: "Mi mano". La damita se resignó a soltarlo, pero a todo esto el dolor era intenso.
Por fin logró ingresar al automóvil que lo llevó hasta Plaza Hotel. Por supuesto que no faltó otro vehículo que siguiera, vehículo repleto de chicas, pero se consiguió despistarlos.
En el trayecto Serrat no quiso hablar mucho, le había molestado bastante el accidente del dedo. Mencionó a Pedro Salinas como uno de sus poetas favoritos en temas del amor y explicó que es muy difícil poner música a sus versos por el tipo de poesía que cultivó.
Preguntó por el director del equipo de Talleres y se dedicó a hojear "Para vivir un gran amor", de Vinicius de Moraes. Otros libros que llevaba:
"Mundo Quino", "Así es la cosa Mafalda" y "Primera antología de la cienca ficción latinoamericana".
En el Plaza Hotel, cuando un fotógrafo le pidió que sonriera, respondió con un resignado: "No por favor".
A través de infinidad de reportajes Serrat demostrando una agilidad mental notable. Ella se traduce en sus actuaciones, en la capacidad que demuestra para manejar al público".