JJOO: la visión de la nueva camada de periodistas deportivos mendocinos

Tres jóvenes especialistas en Deportes trazaron sus análisis respectivos sobre los juegos olímpicos desde la Antigua Grecia hasta Río 2016.

JJOO: la visión de la nueva camada de periodistas deportivos mendocinos

Juegos Olímpicos: la esencia sigue intacta desde hace miles de años

Por Emanuel Maza

Cuando el estadounidense William Faulkner ganó el Premio Nobel en Literatura (1949), en su discurso de agradecimiento invitó a los jóvenes escritores a trabajar en “las eternas verdades universales sin las cuales toda historia es efímera y predestinada al fracaso: amor y honor, piedad y orgullo, compasión y sacrificio”.

Él no lo supo y no lo sabrá nunca, pero en sus palabras está la descripción de lo que representan los Juegos Olímpicos ahora y en sus inicios, como si la llama nunca se apagara.

Los Juegos Olímpicos de la Antigüedad tuvieron su origen en Grecia y durante ese lapso estuvieron divididos en tres partes que suman un total de 1170 años: la primera es conocida como Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia y comprende un período de 620 años (776 a. C. y 156 a. C.); la segunda es el Período de Transición, cuya duración es de 108 años (264 a.C. y 156 a. C.), en aquellos tiempos confluyeron los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia y el Circo Romano. Esta tercera parte consta de 658 años, teniendo su origen en el 264 a. C. y su culminación en el 394 d. C.

La abolición del Circo Romano y el fin del período de los Juegos de la Antigüedad llegó con el comienzo de la era Cristiana: primero, el emperadorTeodosio I y luego Teodosio II terminaron con lo poco que quedaba.

Existió un período de 1200 años (entre el 500 y el 1700) donde el deporte no dejó huellas en la historia. En esa etapa no tuvo protagonismo ni relevancia.

El COI (Comité Olímpico Internacional) fue fundado en 1984 por iniciativa del pedagogo e historiador francés Pierre Freddy Coubertin (el barón de Coubertin). Y tuvo como primer presidente al griego Dimitrios Vikelas(1894-1896).

“El espíritu olímpico no es propiedad de una raza ni de una época” decía en su momento el francés. De esa reflexión proviene su máximo sentido de lucha: tenía la idea de restaurar los Juegos Olímpicos –no Olimpiadas, ya que éstas son el período de cuatro años entre un Juego y el siguiente, donde los deportistas compiten por la clasificación– que se celebraban en la Antigua Grecia. Siempre con la premisa de fomentar el deporte en todo el mundo con fines educativos, pedagógicos e inclusivos.

José Benjamín Zubiaur fue un educador argentino que participó en eloperativo retorno del máximo evento deportivo a escala mundial. El entrerriano, en 1889, emprendió un viaje a la Exposición Universal de París–evento histórico que marcó el comienzo de la Revolución Francesa– y allí conoció al Barón de Coubertín, quien lo definió como “una persona progresista que recomienda públicamente el valor del deporte para que sea incluido en la currícula escolar”.

Zubiaur se confirmó entonces como uno de los trece miembros que dieron origen al COI, siendo el único iberoamericano.

Once años más tarde sería expulsado. Se tomó como excusa la ausencia del argentino en las reuniones que se realizaban en Europa. Es imposible pasar por alto que Zubiaur era un empleado público que carecía del apoyo gubernamental necesario para viajar.

Desde que se iniciaron hasta que se retomaron, la forma de los Juegos Olímpicos ha ido cambiando, aunque no su esencia. Su concepción ya no es amateur: por iniciativa del entonces presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, en Seúl 1988 se permitió explícitamente la participación de deportistas profesionales. Sin embargo, es el espíritu amateur quien mantiene encendido el pebetero; son los sueños y las pasiones más grandes que cualquier cantidad de oro, de plata o de bronce.

William Faulkner escribió mejor de lo que corrió, saltó o nadó. No fue más rápido ni más alto ni más fuerte que nadie (el lema olímpico es citius, altius, fortius, cuya traducción sería más rápido, más alto y más fuerte), pero sus palabras fueron brillantes.

Él no lo supo ni lo sabrá nunca, pero los Juegos Olímpicos tienen todo: amor y honor, piedad y orgullo, compasión y sacrificio.

El hockey sobre patines pide pista

Por Rodo Barrera

No es considerado como deporte olímpico pero fue exhibición en Barcelona ’92 donde Argentina obtuvo la presea dorada. Aun luchan por que sea deporte olímpico.

Sin duda alguna, sacando de lado el fútbol que es el deporte más popular, la disciplina más exitosa a nivel Selección ha sido la de hockey sobre patines. Es que este deporte, que tiene sus mejores hockistas en San Juan y Mendoza ha obtenido cinco campeonatos mundiales (San Juan ’78, Novara ’84, Recife ’95, Reus ’99 y Francia ’15). Además obtuvo en los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92 la medalla de Oro como deporte de exhibición.

En esa edición, fue la única vez en la que el hockey sobre patines se hizo presente. Fue olímpico gracias al fallecido Juan Antoni Samaranach I Torelló, quien fue ex presidente del Comité Olímpico Internacional y ex jugador conocido de hockey sobre patines durante la década del ’40. Tras ser exhibido, miembros del Comité Olímpico Internacional no quedaron satisfechos con la performance de dicha actividad.

En aquel plantel que obtuvo por primera y única vez en la historia una medalla de Oro se encontraban los hermanos Pablo, Alejandro y Gabriel Cairo. Sin dudas, un apellido emblemático en el deporte del patín. El comienzo no fue bueno para el combinado Nacional que arrancó con una derrota en el debut ante Estados Unidos. Luego del traspié, Argentina fue tomando confianza y llegó al partido decisivo. Su rival, una vieja conocida, España. La final fue complicada pero el resultado fue a favor de la Albiceleste por 8 a 6 con un gol del capitán, Pablo Cairo.

Después tres años más tarde, Argentina volvería a ser campeón del mundo para repetir en la ciudad española de Reus en 1999. Es increíble que al tener sobre el tapete un deporte con tantos éxitos (5 campeonatos mundiales y una presea dorada), no sea considerado deporte olímpico, siendo que está en la cima del ranking mundial junto a la Roja.

Además, una actividad que tiene sus raíces en la zona de Cuyo, principalmente en San Juan y Mendoza donde han visto nacer enormes jugadores a lo largo de la historia del hockey nacional. En el caso de nuestra provincia, ha tenido la dicha de haber visto a dos de los mejores jugadores del mundo. Se trata justamente de los hermanos Pablo y Gabriel Cairo. El primero fue campeón mundial en Novara ’84, Recife ’95 y Reus ’99, más la dorada en Barcelona ’92. Como técnico de la Albiceleste fue subcampeón del mundo en Estados Unidos 2005. Por otra parte, su hermano Gabriel, se consagró campeón dos veces y pudo darse el gusto de ser campeón olímpico junto a sus hermanos. Suma a sus logros, sus múltiples campeonatos con Barcelona, club en el que brilló en Europa.

Ahora la pregunta que todos los amantes de este bello y apasionante deporte nos preguntamos es, ¿Cómo es posible que esta actividad habiendo cosechado tantos logros no sea olímpica? Y siendo realistas, le ha dado muchas más alegrías que el fútbol que hace más de 20 años que no puede celebrar un título a nivel Selección. Además, el hockey tiene jugadores que han dejado una huella en la historia, dejando alma y vida en cada campeonato mundial que no recibe la atención por parte de la prensa y de la mayoría de los argentinos.

Y para que el hockey sobre patines sea deporte olímpico, dirigentes, jugadores y fanáticos de este deporte tendrán el deseo de verlo definitivamente como una disciplina olímpica.

Que así sea…

Un edificio derrumbado que sigue usándose para vivir

Por Rodrigo D'Angelo

Fin de un sueño. Un sueño que estos 18 jugadores del seleccionado argentino de fútbol tenían de lograr algo que, para el que ha estado al tanto de la situación, parecía más una hazaña digna de un guion cinematográfico o una novela fantástica, cuyos personajes protagonizan una epopeya en un contexto adverso.

Un edificio derrumbado que sigue usándose para vivir, parecía más una hazaña digna de un guion cinematográfico o una novela fantástica, cuyos personajes protagonizan una epopeya en un contexto adverso. Esta es la realidad, una realidad que un cuerpo técnico, encabezado por un Julio Olarticoechea que aceptó un desafío digno de su personalidad: difícil y que implique un gran sacrificio. Sin embargo, fue un reto que este tipo, tan sonriente y optimista, no pudo afrontar como lo quiso hacer.

Una derrota, una victoria y un empate fue el saldo final de una participación que duele como se llegó: la renuncia de un técnico que no solo tenía poco apoyo popular, más allá de una avalada trayectoria, sino también un casi nulo respaldo en todo aquello que es necesario para trabajar en óptimas condiciones.

Al ver el calendario, la cita en Río se acercaba, pero los jugadores se alejaban. El sabor amargo por perder dos finales de Copa América, y prescindir de su sueldo desde hace más de medio año, hicieron perder la paciencia a Martino.

La AFA, con su costumbre de mirar a la pared, contrató al único DT disponible que estaba en Ezeiza. Lejos de que el horizonte se esclareciera, el Vasco pudo completar la nómina cuando bajarse del avión era una opción cercana.

Los amistosos demostraron la odisea que tendría que transitar este sub-23 si quería alzarse, al menos, con el bronce. Tras el primer diagnóstico frente a Portugal, la Selección se mostraba en terapia intensiva. La victoria sobre Argelia fue la mejoría “antes de la muerte”, consumada ante Honduras.

Las lágrimas de chicos como Correa, Rulli, Calleri, Pavón, Cuesta, Lo Celso y tantos más no solo son de eliminación. No, no se dejen engañar. No culpen a cualquiera de ellos por no tener puntería. No recaigan sobre un técnico que afrontó esta pesadilla por amor a la celeste y blanca (como cualquiera de nosotros lo haría). Sería un despropósito pensar eso. Nuestra caprichosa está manchada y sin rumbo desde hace mucho tiempo, y ahora se tocó fondo.

La eliminación en Brasilia es un síntoma más de esta enfermedad llamada AFA. Una pandemia que ha acabado con (pocos) dirigentes honestos, técnicos responsables, jugadores de elite como un tal Lionel Messi (sí, no crean que su adiós fue solo por fallar un penal). Se ha cobrado vidas, ha convertido al deporte que más amamos en un negocio putrefacto, carente de pasión. Un edificio al que se le caen cada vez más escombros, pero que aún se sigue usando para vivir.

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