Jerusalén, eje del conflicto árabe-israelí - Por Juan Guillemo Milia

Jerusalén, eje del  conflicto árabe-israelí - Por Juan Guillemo Milia
Jerusalén, eje del conflicto árabe-israelí - Por Juan Guillemo Milia

Jerusalén, un poblado terroso sobre un monte, tiene sobre sus espaldas una larga historia de 3.000 años, durante los cuales fue destruida y reconstruida cuarenta veces.

La ciudad, por la que han corrido ríos de sangre, ostenta con orgullo el hecho de ser la cuna de las principales religiones monoteístas del mundo. Su sacralidad continúa acompañándola porque en ella se desarrolló la vida pasión, y muerte de Jesucristo, cumpliendo de este modo la misión redentora que Dios padre le había encomendado.

Y porque allí se conservan los restos del antiguo templo (el Muro de los lamentos). Y para los musulmanes porque allí se encuentra la roca desde la que Mahoma subió al cielo con su cabalgadura. Sobre ella se construyó el famoso templo conocido como el Domo de la Roca con su brillante cúpula de color oro.

¿Acaso, dada esta conjunción de valores sacros, era posible que Jerusalén no se convirtiera en campo de batalla de las tres confesiones monoteístas? A ello se agrega que las tres comparten determinados valores y antecedentes comunes a partir del tronco judaico.

En esta ciudad, guerra y religión van de la mano. Musulmanes, judíos y cristianos, israelíes y palestinos, aislados en guetos, se miran con desconfianza, temor y suspicacia.

La cuestión no será resuelta mientras no se responda a ciertos interrogantes: ¿deben los árabes o los judíos gobernar Jerusalén?, ¿debería estar dividida la ciudad?, ¿la partición traería paz o más guerra?, ¿acaso la solución del problema de Jerusalén terminará con la guerra árabe-israelí?

Jerusalén, ¿capital de quién?

Después de cientos de años en los que judíos, cristianos y musulmanes han intercambiado roles de conquistadores y súbditos, ahora la histórica ciudad no sólo es la capital de un Estado de importancia política y militar, sino una urbe internacional; lo que en ella sucede ocupa los títulos más destacados de la prensa mundial.

Cuando Inglaterra por mandato de la comunidad internacional ocupó la ciudad y expulsó a los otomanos en 1917, erigieron la ciudad del polvo, la embellecieron e higienizaron y la sacaron de la oscuridad provinciana al darle el rango de capital de Palestina.

Los judíos escasos de espacio en una urbe anticuada dominada por musulmanes y cristianos, a lo largo de media centuria construyeron una nueva, moderna y brillante ciudad que defendieron en 1948 (al crearse el Estado hebreo y ser atacados en forma inmediata por los vecinos árabes).

En 1967 el ejército israelí ocupo la totalidad del territorio de la ciudad. Gracias a sus triunfos militares los judíos controlan la histórica ciudad, lo que no sucedía desde hace 1800 años.

En todo momento los israelíes han proclamado ante el mundo que gobiernan lícitamente desde su capital unida. No obstante la gran mayoría de Estados con representación diplomática en Israel, han mantenido sus embajadas en Tel Aviv, antigua capital del Estado Hebreo.

Justamente ahora la decisión del presidente de los EEUU ha producido una hecatombe internacional; casi todos los países se han pronunciado en contra de tal decisión. Tal determinación no contó ni siquiera con el apoyo de los más inmediatos aliados de la superpotencia.

Esta posición se vio reflejada en la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde los votos negativos superaron los 200. A su vez ha generado reacciones de los países árabes, principalmente de Palestina.

A la partición de la ciudad se oponen sus propios habitantes, además todo proceso de división deja disconforme a una o a todas las partes.

Los árabes y judíos son los ocupantes naturales de dicho territorio; para ello, además de la Declaración Balfour, ambos ostentan valiosos antecedentes históricos y religiosos que avalan la pertenencia del territorio en disputa.

Siendo esto así, no sería una solución brillante la de convertir a Jerusalén en capital de toda Palestina, con un gobierno paritario surgido de elecciones sin mácula alguna, en la que votan todos los residentes en la ciudad con una antigüedad mínima de cinco años fehacientemente comprobada, de carácter laico, con prohibición absoluta de apoyos de cualquier índole de organizaciones nacionales o extranjeras de carácter religioso.

La atención de los asuntos de los diferentes cultos será decidida por un Consejo Ecuménico, donde estarán representados todos los cultos, en forma igualitaria. Las resoluciones de este Consejo serán obligatorias, si reúnen la mitad más uno de los votos.

El Congreso de los Estados Unidos, en 1995, había dispuesto que la embajada en Israel se debía trasladar a Jerusalén. No obstante una cláusula permitía a los presidentes postergar la mudanza por seis meses.

Esta potestad fue utilizada por todos los presidentes desde Clinton hasta el propio Trump en la primera etapa de su mandato. Todos ellos han alegado que tal decisión obedecía a cuestiones de seguridad nacional.

Se suponía entonces que la embajada permanecería físicamente en Tel Aviv, mientras que el embajador se trasladaría a Jerusalén, transformando el consulado en embajada.

Esta racional actitud quedó sin efecto por la temeraria e irresponsable actitud de Trump que dispuso la inmediata mudanza. Lo que motivó reacciones en la Franja de Gaza , que fueron reprimidas por el ejército israelí con un brutal saldo de muertos y heridos. Acción que ha motivado el repudio de la comunidad internacional.

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