Solidaridad es una palabra mágica que nos moviliza a todos. Y el futsal está lleno de esas historias, las que nos humedecen los ojos y nos aceleran el corazón. La semana pasada, una publicación en redes sociales despertó a las almas caritativas y le cumplió el sueño a un niño de ocho años que quería afiliarse y jugar con sus compañeros los torneos de Fefusa. Una semana después, los actos de amor siguieron apareciendo.
La historia tiene como protagonista a Jeremías, pero como partícipes necesarios a su madre, los muchachos de la AgruPasión por el Barrio del Tomba y a toda la comunidad de San Pablo Futsal.
Sandra Morales trabaja junto a su marido, Javier, en las inmediaciones de Godoy Cruz cuidando coches. El está allí desde hace algunos años y ella desde hace seis meses, tiempo que lleva si un trabajo formal.
Jeremías tiene sólo 8 años y deseaba jugar al futsal pero más allá de que el club lo tiene becado con la condición de que no deje la escuela y que no esté en la calle, la familia no podía afrontar los gastos. Ahí fue cuando sus papás, que viven en una casita humilde en el Campo Papa, decidieron hacer un sorteo de un huevo de pascuas para recolectar la plata que le hacía falta.
“Somos muy humildes, vivimos frente a una línea (lugar donde se vende drogas) y no quiero que mis hijos tengan esa realidad, quiero sacarlos de ahí. Daría todo por ellos”, nos comentaba entre lágrimas Sandra, que es como tantos una luchadora de esta sociedad, habitualmente, injusta con la gente que intenta salir adelante.
La noticia conocida por los chicos de la AgruPasión, que son los mismos que luchan por qué el Tomba vuelva al Gambarte, llegó a las redes sociales y de ahí al país ya que “gente de Salta, de Tucumán, de muchos puntos del país me escribieron y mandaron su colaboración” nos contaba Oscar Dogo Jurado, uno de los hombres que lleva al Tomba tatuado en su corazón. Es el mismo al que Diego Dabove le dejó de regalo su camisa negra antes de irse a Argentinos Juniors.
Todo eso hizo que Jere pudiese jugar defendiendo los colores de su amado Godoy Cruz, que es casi su casa, porque sus padres pasan muchas horas allí. “Muchas veces sólo nos alcanza para la comida del día y otros para que solo coman los chicos”, cuenta Sandra con la emoción lógica que le generó saber que la misión estaba cumplida. Una vez que se conoció la noticia, los chicos del Colegio San Pablo de Luján se movilizaron para poder ayudar a Jeremías.
“Los chicos vieron que en la foto estaba sin botines y decidieron comprarles unos de regalo”, cuenta Fernando Cicilotto, quien rápidamente activó una colecta que fue muy exitosa. La entrega de todo se iba a hacer el viernes por la noche, pero Sandra y Jeremías no llegaron al club. Fue así que ayer por la tarde varios chicos de San Pablo volvieron al Tomba para dar los regalos y los alimentos a la familia.
Había que ver las caras de los protagonistas. Sandra no paraba de repetir que “ahora tendremos para comer tres o cuatros semanas” mientras agradecía a todos por la colaboración y Jeremías disfrutaba de sus nuevos elementos para jugar.