Reí y releí la nota de Mario Vargas Llosa (Los Andes, 14 de octubre 2018) que celebra la aparición de un libro en Francia. Se trata de Le lambeau, de Philippe Lançon, sobreviviente del tiroteo que sufrió el equipo de la revista satírica Charlie Hebdo en enero de 2015. El escrito del novelista peruano es tan edulcorado, tan infantil e injustamente maniqueo, tan evidentemente correcto y tan embebido en el agua bendita del Occidente anti-islamista, que uno ya no sabe si el agente Mario Vargas dejó la CIA y recibe dinero de Macron o se recogió en alguna de las fundaciones teresianas neoliberales a las que pertenece en su cruzada por la libertad para ver si puede escribir algo que no sea esta miserable pieza propagandística.
Se debe decir de nuevo: el tiroteo de París fue/es repugnante y repudiable; las muertes, el fracaso de la humanidad. Pero eso no llegó como el huracán Michael o el anaranjado Donald, al margen de la voluntad de los hombres, por una combinación de presión y temperatura ante la que sólo resta esconderse. El ataque sistemático y sostenido de una revista que se presenta desde la tapa como Journal irresponsable y que quiso hacer pasar la burla infamante a los hombres sagrados de otra cultura por libertad de prensa podía desencadenar una respuesta violenta.
Por eso creo que la condena debió haberse formulado de otra manera: "no matarás", por ejemplo. O con la forma del imperativo categórico kantiano. O a lo Levinas considerando al Otro como lo absolutamente otro que no puede nunca ser reducido a algo como la extensión de mí mismo (y mucho menos, matado). O con cualquier forma universalista capaz de tutelar el valor "vida" de modo tal que valga para todos, como en la Declaración Universal de Derechos Humanos, "Todo individuo tiene derecho a la vida...(Art. 3°), a la libertad y a la seguridad de su persona". Que alguien más piense los carteles que portará la gente por las calles... no es mi tarea.
Se eligió en cambio para esos carteles la fórmula "Je suis Charlie" y podría haber sido "Todos somos Charlie" o "Charliberté d'expression", para indicar la identificación con las víctimas del hecho brutal o el asunto que algunos creen está en el centro de todo esto. Pero sugiero otros: "Nosotros no somos agelastes ('los que no ríen'), conocemos y apreciamos la risa, el humor, pero no deseamos que sea el valor primero. Si queremos expandir al mundo no occidental la proclama universalista de los Derechos Humanos con el fin evitar el choque de civilizaciones anunciado en el Norte (Huntington), no deberíamos obrar con violencia ni burlándonos de sus creencias y de sus hombres sagrados".
Para cartel es largo... Me doy cuenta. Tal vez en otro con letra chiquita: "Occidente ingresó hace mucho tiempo en un escepticismo que fabrica seres humanos que no creen en nada. La 'salida de la religión', la 'muerte de Dios', el 'nihilismo'; la sombra espesa del 'cientificismo', la 'crisis de los grandes relatos', nos han puesto en una situación, por decir lo menos, incómoda: los seres humanos no podemos no creer, habitamos un mundo de sentido sin el cual hay desvarío o locura. No podemos no atribuir un sentido a nuestras vidas sin el riesgo de volcarnos a ese abismo de la sinrazón. Ni los ironistas rortianos ni los historicistas foucaultianos ni los autonomistas castoriadianos ignoran eso. Saben, como Borges, que 'nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena...'. No podemos no creer, de allí que, con paradoja sólo de superficie -¡ay gurúes de las neurociencias!, ¡de los algoritmos y la inteligencia artificial!- rebosa en salud el consumo de brujería y mancias, la formación de grupos, sectas y fanatismos varios".
Carteles largos, me doy cuenta; quizá un tercero, ¡más corto!, podría decir:
"Imprescindible distinguir el humor cool estilo Woody Allen de la irreverencia sarcástica irresponsable que dibuja veinte veces hombres sagrados sodomizados". Y aun un cuarto cortísimo que se permitiese quebrar la ecuación "burla infamante = libertad de expresión", propia del cínico cabeza hueca que se cree al centro. Pues no la formula un militante de verdades religiosas, de un proyecto político, una sabiduría de vida, sino alguien que quiere vender. Que quiere vender más ejemplares de su revista irresponsable.
Nuestras vidas no pueden escapar del sufrimiento y del dolor (El malestar en la cultura, la experiencia de todos nosotros). Aceptemos gozosos, pues, los juegos del humor y relajémonos en el entretenimiento para equilibrar esos pesares, para aliviarnos de tales infortunios.
No sin andar por la vida con este saber urgente: yo no soy el único, yo no soy el centro.
Hay otros. Ser adulto significa abandonar la omnipotencia infantil, reconocer y tolerar una cantidad de restricciones. Y la libertad no consiste en hacer todo y cualquier cosa; la libertad no consiente el menoscabo del otro. Apertura de lo público, acceso a lo colectivo, universalidad de los derechos sostenidos por la ley. En cuanto al mundo islámico y otras tradiciones religiosas y culturales, búsqueda razonable y generosa de evitar the clash of civilisations.
Pongamos, para terminar, el edulcorado dibujo infantil propagandista del ex agente Mario Vargas frente a una sabiduría mundana conocida. Sin carteles, han llegado los actores al castillo de Elsinor; después de conversar un momento con el Príncipe Hamlet, Polonio ordena a los servidores: "Vamos! ¡Tratad a los actores como lo merecen!". Irrumpe entonces Hamlet gritando: "¡Mucho mejor! Tratad a cada quien como lo merece y todos recibiremos una paliza!".