A Javier Calamaro parece que no le pasa el tiempo. En julio cumplió 50 y luce diáfano en unas botas garage compradas en Camden. Se lo ve tranquilo y entusiasta, no sólo por su paseo fugaz por la provincia, en el que cantó en un evento privado y probó varietales de alto perfil, sino por el lanzamiento de “Próxima vida”, compacto que se encargó de repartir, y donde se muestra envuelto en un tapa color cian en la que él aparece desnudo flotando en el agua, como en el interior de una cápsula amniótica.
Esta imagen sincroniza con el concepto musical: un renacimiento, un giro luminoso, la banda de sonido de su estado de ánimo del presente, en la que hay amor por su esposa y por su hijo, por sus hermanos, sus amigos, sus canciones del pasado, por esas evocaciones sentimentales que se interconectaron en los últimos cinco años.
De allí una antología de reversiones, de alteraciones rítmicas, desde el candombe pasando por el tango, el folclore, el rock de rutas, la balada melancólica, incluso el bolero que suman 12 estados que identificaron a Javier.
- ¿Qué emociones te despierta el disco?
- Cuando lo escuché impreso, del primero al último track, no entendí nada. Me gusta por la lograda mezcla de estilos. Todo lo que está ahí está íntimamente ligado con lo que viví durante estos cinco años. No es que estuve todo ese tiempo haciéndolo, en realidad refleja doce momentos diferenciados.
- ¿Cómo se fue creando?
- No tenía una idea original. Hace dos discos atrás varias personas me dijeron que en estos tiempos sólo existen las canciones, no los discos; pero bueno, les dije que iba a componer canciones y las grabaría para un mismo disco. Y eso fue lo que hice. Sé que acá no es nada fácil editar pero no entro en ese juego porque no pertenezco a ninguna multinacional.
Tampoco seguí los consejos de los profesionales. Esa es la verdad. Lo primero fueron las baladas, pero después se me ocurrió algo murguero y dejé que todo se confundiera. No me dejé llevar por la teoría de dejar un tema y sacarlo porque el siguiente es distinto o no encaja en algún imaginado concepto.
- ¿El título a qué hace alusión?
- El título original era “Hasta la tumba”, el nombre de la primera canción. Pero “Próxima vida” es el reflejo de un cambio de parecer. Por empezar, en estos últimos años fue una agonía para mi papá que todavía no se murió y tiene 98 años. A él le dediqué “Este minuto”, pero ya pasaron ocho años de toda esa crisis. El álbum es un período de vida que alcanza todo lo que sé. Es una cápsula emocional.
- Contame de las versiones. Hay una de un clásico de Spinetta.
- Si. El 8 de febrero del 2012 estuve muy inquieto. El ‘Flaco’ se moría en una cama a quince cuadras de mi casa. Estaba con un amigo guitarrista, el Indio Márquez y encaramos grabar “Post Crucifixión” ahí, en el estudio casero.
No lo tenía pensado para ningún disco pero finalmente quedó en este. Quería una versión, no un cover, pero acá no puse nada, me dejé llevar por el espíritu de Luis y la canté con su misma tonalidad de voz. No creo en las epifanías, tampoco creo que yo pueda experimentarla, pero es curioso, porque así salió. Fue un reflejo visceral.
- ¿Y "Piedra y camino"?
- Este tema me lo enseñó mi hermana Ebe porque había conocido a Atahualpa durante su exilio en París. Ella se fue en 1975 y no volvió más pero me había quedado con el recuerdo de esta zamba. La adoro. Tiene un pedazo de mi hermana y del relato del exilio que me marcaron de por vida.
- También hay tres fuertes canciones de amor...
- Es el amor visto desde tres puntos de vista. En realidad, yo nunca había experimentado el amor de tal forma, un amor casi doloroso de sentir, muy guarro para transformarlo en música. Con el tiempo aprendí a hacer canciones de amor pero tenía que estar enamorado hasta la médula.
- ¿Y hay temas de desamor?
- La descarga la hice a través de una canción pensada como un tango pero quedó bien rockera, “Sordidez y sordera”. Pero allí no hablo de odio, sino de alguien que está perdidamente solo. Tiene que ver con una época en que todo el mundo alrededor mío estaba muy mal.
- Pero "Lo lamento" también parece un tema subversivo. ¿Cómo llegó Coco Sily a ella?
- Es una canción muy ácida, irónica, es quizá la canción más hija de puta que he hecho hasta ahora. Habla de la mierda incrustada en la sociedad, aquella mierda que está en los estamentos de las clases y esa podredumbre en la que se cimienta. La hice con humor y sarcasmo. Tiene un tono burlón y crítico contra la sociedad.
Cuando llegó el momento de ponerle el interludio, la parte instrumental en el clímax de la canción, el solo de guitarra se convirtió en un recitado. Quería que se remarcara mejor el mensaje y me me ocurrió invitarlo a Coco, un amigo desde hace muchos años y fue perfecto. Fui a su programa de radio y lo grabamos ahí, él sin saber qué iba a grabar, lo hicimos en vivo sin que le importe correr riesgos. Hay un video de este hecho. Anda por ahí.
Mixes interiores
“Próxima vida” es uno de los álbumes más personales de Javier Calamaro. Tres adelantos de los doce temas nuevos fueron presentados en el recital que el hermano de Andrés realizó en octubre en una cápsula sumergida en la Península de Valdés, tres temas que de algún modo sintetizan los estilos salteados del álbum: dos escritos por él, “Hasta la tumba” y “Tu rey”, la primera bien rockera y la segunda una balada y una versión del clásico de Atahualpa Yupanqui “Piedra y camino”.
Grabado en su propio estudio en Don Torcuato y producido por él junto a Indio Márquez y Leandro Chiappe, está grabado con la banda estable de Calamaro en estos últimos 15 años y cuenta con la colaboración de lujosos invitados como Roberto Musso (El Cuarteto de Nos), su hermano Andrés, el comediante Coco Sily y el folclorista Fabricio Rodríguez.
En el tracklist hay reversiones del tango “Cambalache” de Discépolo, el bolero “Bésame mucho” de Consuelito Velázquez, “Post Crucifixión” de Spinetta y la mencionada zamba en tono rockero “Piedra y camino”. Los temas de autor son “Hasta la tumba”, “El kiosco de la felicidad”, “Tu Rey”; entre otras.