En japonés, "zaibatsu"se traduce como "camarilla financiera". El término se hizo famoso a mediados del siglo XIX para representar un tipo de capitalismo nacionalista en el que unas pocas grandes corporaciones monopólicas sostuvieron el desarrollo industrial de todo el país. El impulsor de ese patriotismo económico fue el emperador Meiji y familias como Mitsubishi, Yasuda, Sumimoto y Mitsui se convirtieron en los fabricantes y prestadores de servicios de todo lo que requería la economía nipona.
Tras su desmantelamiento luego de la derrota en la Segunda Guerra Mundial, sorprende comprobar que ahora regrese este nacionalismo a la economía, el cual hoy tiene más que ver con la ola que inunda al resto del mundo y que lleva a países tan disímiles como EE.UU., el Reino Unido, la India o Brasil a embanderarse en el eslogan de "primero lo nuestro".
En el caso de Japón, su parlamento acaba de aprobar una enmienda a la ley de inversiones extranjeras. Ésta fija un piso máximo del 1% a la compra de acciones de empresas pertenecientes a sectores estratégicos sin tener que solicitar autorización previa al gobierno. Antes de que los legisladores votaran este cambio, el piso era del 10%, lo que da la pauta de la preocupación de las autoridades por cerrar la economía a lo foráneo, recordando un poco lo que sucedió durante la era Meiji.
Sin embargo, esta vez no se trata de que Japón se proteja de la invasión de productos manufactureros importados para poder alcanzar su desarrollo económico, cosa que sí ocurrió durante la segunda mitad del siglo XIX. Ahora, el gobierno del Primer Ministro Shinzo Abe ve con preocupación el regreso al proteccionismo que inunda el mundo entero, comenzando por el discurso inflamado de EE.UU. y su presidente Donald Trump, quien para mal o para bien, ha dado la medida de lo que los demás están haciendo en este sentido.
Es así cómo han surgido émulos de Trump en distintas partes del mundo, tales como Boris Johnson, que fue elegido Primer Ministro británico con una mayoría abrumadora bajo el lema de que el país debe recuperar su soberanía económica, o Jair Bolsonaro en Brasil, muy preocupado por proteger los intereses brasileños como corresponde. Y eso sin hablar de países con gobiernos elegidos con procesos distintos a los de las democracias occidentales, como China, Rusia o Arabia Saudita, por citar tres ejemplos. Cada vez más, el discurso del nacionalismo económico se impone como una moda que arrasa con los vestigios de la globalización y el libre comercio.
Un contraste marcado
En el caso de Japón, el contraste es mucho más marcado, puesto que el mismo Abe había invitado, en septiembre de 2013 en un templo del capitalismo como la Bolsa de Nueva York, a todos los inversores extranjeros a volver a apostar por su país, tras varias décadas de estancamiento económico. "Buy my Abenomics" (compren mi plan económico) les había propuesto, un llamado que fue seguido de manera masiva por los grandes inversores internacionales. A tal punto, que el índice Nikkei 225 creció un 60% desde entonces.
Pero ahora que ya se aprobó la nueva reglamentación, son estos mismos grandes inversores que alertan del riesgo de que se produzca una fuga de capitales y un derrumbe de la bolsa de Tokio. La nueva ley entrará en vigencia en marzo próximo y, además de la limitación para adquirir más del 1% de una compañía estratégica sin previo aviso, también habrá que informar a las autoridades si los inversores tienen la intención de participar en el management de la empresa, proponiendo el nombramiento de un administrador o la venta de una división de la rma, por ejemplo.
Abandono de inversores
Las empresas afectadas por esta nueva ley se cuentan por cientos, según los analistas, las que corren el riesgo de ser abandonadas por los inversores externos (los sectores más sensibles se encontrarían en defensa, telecomunicaciones, agricultura, ferroviario, electricidad y nuclear). Porque casi un tercio de la capitalización bursátil está hoy en manos internacionales. De acuerdo con los datos, más de 2500 fondos de inversión extranjeros ya poseen más del 1% de compañías niponas.
"Esta regla del 1% es totalmente contradictoria con lo que hizo el gobierno hasta ahora en materia de apertura y gobernanza empresaria. Esto puede afectar seriamente el atractivo de Japón como centro financiero. El Gobierno fue muy torpe, porque su principal motivación fue impedir la toma de control de activos y tecnologías por parte de intereses chinos. Pero al final, da la impresión de apuntarle a todo el mundo", se quejó Yasushi Hatakeyama, CEO del banco Lazard en Japón.
Pero quien más escandalizado se mostró con la medida fue Akira Kiyota, CEO del Tokyo Stock Exchange (la Bolsa de Tokio), el principal afectado por la enmienda aprobada. "Es una iniciativa completamente estúpida", exclamó, dando la pauta de su enorme fastidio, en un país poco acostumbrado a este tipo de reacciones en público.
Por Martín Burbridge