Ayer se cumplió un nuevo aniversario del primer homicidio atribuido a "Jack, el Destripador" (Jack, the Ripper), ocurrido -igual que los siguientes- en el barrio londinense de Whitechapel, una zona -por aquellos días- poco recomendada para transitar durante noches de humedad y niebla densa.
Antes de concluir 1888, el criminal habría de concretar los siguientes destripamientos para -de inmediato- desaparecer dejando a la prestigiosa Scotland Yard en ascuas.
Sobre ello fueron enunciadas diversas hipótesis. Que se trataba de una personalidad de la realeza inglesa enfermo de graves trastornos mentales; o era un destacado maestro masón a quien sus hermanos de fraternidad decidieron eliminar, o un médico que atendía a los miembros de la realeza por lo cual consiguió inmunidad y secretismo.
Fuera quien fuere, el que se ocultaba bajo el seudónimo de Jack consiguió burlar a las autoridades y desaparecer por siempre de la escena.
Una de las posibilidades sostiene que el Destripador consiguió abordar un barco de aquellos cargueros que se despachaban con frecuencia hacia el puerto de Buenos Aires para, una vez arribado a ese destino, instalarse en la porteña ciudad y residir allí hasta su muerte. Es lo que se ha dado en llamar "la pista de Buenos Aires".
El primero en exponer esta idea fue el inglés Leonard Warburton Matters, en su libro "El misterio de Jack, el Destripador" (1929). Matters vivió algunos años en Buenos Aires cumpliendo funciones de periodista en el diario "The Buenos Aires Herald" (que ha dejado de editarse hace pocos días), lo que le permitió obtener informaciones a las que otros no tuvieron acceso y decidió escribir su libro.
Esto puede parecer una simple fabulación. Pero no fue el único que tuvo este convencimiento. A más abundamiento hemos de decir que –basándonos en fuentes bien informadas– se puede afirmar que en los primeros años del siglo XX llegaron a estas costas dos detectives de Scotland Yard con la única finalidad de encontrar a Jack y llevarlo a Londres para ser enjuiciado. Con esto la tradicional entidad policial buscaba lavar su honor herido.
Pero sigamos con quienes afirman la existencia de la pista de Buenos Aires. En 1972 el periodista británico Daniel Farson publicó que Jack –una vez instalado aquí– tuvo una tranquila existencia, habiendo sido el propietario de un bar sobre la calle 25 de Mayo, llamado Sally´s Bar. Hay que destacar que –por aquellos tiempos– esa calle, situada en "el bajo" de la ciudad, muy próxima al puerto, contaba con numerosas cantinas a las que por las noches concurrían prostitutas en busca de marineros y gente del hampa, que eran su habitual clientela. Peculiar situación para alguien que dedicó unos meses de su vida a descuartizarlas.
Por otro lado, el historiador Enrique Mayochi confirmó que existió, por las fechas que indica Farson, un local con el nombre de "Sally´s Bar."
En la misma línea de investigación se manifestó Juan-Jacobo Bajarlía, poeta, escritor, ensayista y criminólogo.
La primera publicación al respecto, hecha por Bajarlía, fue en la edición de febrero de 1976 en la revista Ellery Queen´s Mystery Magazine. En la misma, el criminólogo argentino explica la manera en que llegó a la conclusión de que el asesino había sido Alfonso Maroni (o Alonso Maduro, financista argentino que durante los hechos de Whitechapel había vivido en Londres.
El Destripador habría muerto a los 75 años, en 1929, por enfermedad. Me permito señalar la "coincidencia" de que fue en ese mismo año cuando Matters decide publicar su historia en Londres. ¿Acaso porque ya conocía que Jack estaba muerto, enterrado con un nombre desconocido en aquel puerto al sur del mundo y, por lo tanto, en nada podía afectar al asesino?
Bajarlía precisa que Jack había fallecido "en un hotel de la calle Leandro N. Alem (hoy plaza Roma), en 1929".
Posteriormente el criminólogo continuó sus indagaciones, las que fueron publicadas en Clarín, en la revista mensual "Magazine" y varias otras.
Las tesis de Bajarlía alcanzaron tanta difusión que estando en Londres decidió visitar como turista el barrio de Whitechapel, en particular donde el Destripador cometió sus crímenes. Preguntado por el guía de dónde venía, al decir "de Buenos Aires" de inmediato el hombre les respondió "Oh, yes… Alfonzo Maduro."
Hay una historia más que cabe agregar. La relata el profesor universitario y escritor contemporáneo Juan José Delaney. Involucra al sacerdote irlandés Alfred Mac Conastair (que falleció en 1997), quien fuera capellán del Hospital Británico de Buenos Aires durante la segunda década del siglo XX, precisamente en los tiempos que se atribuye la presencia porteña del Destripador. Explica Delaney que, durante una conversación realizada en 1989, Mac Conastair explicó a Delaney que guardaba un delicado secreto de otro sacerdote de su misma congregación, la pasionista. Ese sacerdote, fallecido hacía ya años, había recibido la confesión de un moribundo quien dijo ser Jack el Destripador y que había cometido los crímenes en venganza por la muerte de su hijo debida a una enfermedad contraída en su trato con prostitutas. Había sido enterrado en el Cementerio del Oeste (hoy "de la Chacarita"), aunque no especifica que se refiere al Cementerio Británico.
Para finalizar, un comentario de un periodista contemporáneo: Andrew Graham Yooll (ex director del Buenos Aires Herald, periodista y escritor): "No me extraña en absoluto que el Destripador haya estado en Buenos Aires. Por aquellos tiempos todo pillo pensaba en venir a Buenos Aires a ocultarse para siempre."