Facundo (18) es fanático de los Wachiturros, Nene Malo y el Chaqueño Palavecino. Le encanta charlar y es muy revoltoso.
Si bien aún continúa en el post primario, participa de uno de los talleres de la Asociación de Padres de Niños Down (Apando), en el que se dedica a empaquetar jabones realizados con aceite vegetal reciclado. Junto a él trabajan Carla (23), Rodrigo (18) y otros siete chicos que se encuentran de lunes a viernes de 13.30 a 17.30 en un aula de la institución.
Divididos en grupos por tareas, sacan los jabones de las cajas, los introducen en pequeñas bolsas, las cierran, les pegan un sticker y los vuelven a ordenar en las cajas; listos para que salgan a la venta.
"Me gusta mucho venir y estar con mis compañeros", asegura Facu, quien va de acá para allá con cestas llenas de jabones e interpela a esta cronista sobre sus gustos musicales. Aunque dice estar triste porque extraña a su tío, su rostro dibuja una sonrisa.
Mientras tanto Laura Silvestri, instructora del taller, controla que todo funcione a la perfección. "Empezamos hace una semana y la verdad es que se han adaptado muy bien. Primero hicimos una etapa de diagnóstico para ver en qué parte cada uno se desempeñaba mejor y en dos días ya estaban distribuidos", relató la profesora de arte, quien detalló que algunos tienen tareas fijas y otros van rotando.
Luego de trabajar por algunas horas, se toman un recreo para merendar. "Por día empaquetamos entre 300 y 400 jabones", remarcó la docente guía del proceso.
Gonzalo (18) se siente muy cómodo en la institución ya que forma parte de ella desde chiquito. "A mí me toca ponerlos en las bolsitas", comentó con simpatía el joven, al que en su tiempo libre le encanta ver películas.
Inserción laboral
Este taller de jabones se suma a otros dos de panadería (masas saladas y masas finas) que ofrece Apando desde hace 13 años en su área de Aprestamiento Laboral. Los mismos tienen por objetivo capacitar a chicos de 18 a 35 años con síndrome de Down o retraso mental leve para que puedan insertarse en el mercado.
"La idea es que cada uno vaya trabajando minimizando la limitación y focalizando en sus habilidades", explicó Melisa Cabaña, licenciada en Psicología y gerente de los talleres. "Siempre se respetan sus motivaciones y les vamos poniendo objetivos posibles para que vayan cumpliendo", recalcó y precisó que a cambio los jóvenes cobran un incentivo económico.
También allí se dictan talleres de habilidades sociales para fomentar su autonomía y su preparación para salir al mundo exterior. "Están dirigidos tanto para los chicos como para los padres, porque muchas veces son ellos los que no están preparados", deslizó la psicóloga.
Para ella, el gran desafío es darles herramientas concretas para que puedan trabajar afuera aunque, de todos los que allí participan, sólo uno ha tenido la oportunidad hasta ahora.
"Todavía la sociedad no está preparada para emplearlos aunque estamos en camino. Va a costar muchísimo pero se está produciendo un cambio", expuso esperanzada Cabaña.
En la asociación, que cumple 30 años en noviembre (ver aparte), también les brindan a los chicos servicios terapéuticos (tratamientos fonoaudiológicos, psicológicos, kinesiología, entre otros) y educación primaria, post primario e integración en otras instituciones.
Ecológicos y al precio justo
El producto que los jóvenes empaquetan forman parte de una cadena de valor que impulsa la empresa Más Ambiente.
La firma creada hace un año busca lograr un triple impacto positivo: a nivel ambiental, porque los jabones se realizan con aceite reciclado; a nivel social, porque los elabora un grupo de mujeres emprendedoras y los empaquetan los chicos de Apando; y a nivel económico para sostener la iniciativa.
La empresa fue creada por Ivonne Hurtado, una ingeniera bioquímica nacida en Chile que llegó hace seis años a la provincia.
"Ella trabajaba en grandes compañías y a nivel laboral estaba bastante bien posicionada, pero igualmente no se sentía feliz", narró Magdalena Ibarbia, encargada de Asuntos Corporativos de la firma, que continuó: "Ella vio dos caminos: la vida ultra capitalista o la que se empeñaba en cambiar el mundo y decidió unirlas en una sola".
Así nació Más Ambiente, que comercializa jabones ecológicos con la modalidad del comercio justo. "El precio que la gente paga por cada jabón Sophiel -nombre de la marca- es de $ 14 y nosotros le mostramos cuánto de eso recibe cada eslabón de la cadena", señaló.
De ese total, $ 3,60 se utilizan en la red de recolección de aceite vegetal usado en 60 restaurantes y 25 hogares de Mendoza.
"Todos los meses esas instituciones nos entregan a partir de 3 litros de aceite que pasamos a buscar en una camioneta. Para ellos es un servicio gratuito y evitan tirarlo y dañar al medio ambiente", expuso Ibarbia.
A eso se le suman $ 2 para las productoras que lo elaboran en el Barrio San Martín y para los chicos de Apando, $ 2 más para que la empresa siga creciendo y $ 1,50 para la realización de talleres en las escuelas sobre la concientización del cuidado del medio ambiente.
Además $ 1,90 de cada jabón se va en impuestos y otros $ 3 son para la enlazadora, que es la persona que vende el producto.
"Hemos lanzado una red de venta directa porque queremos llegar al hogar. El target de consumidores son personas que creen que pueden cambiar el mundo con una simple acción, creen en todo lo que hay detrás de este jabón", destacó la representante de la firma, a la vez que detalló que son jabones naturales, con vitamina C y vienen en distintos aromas: pino, zanahoria, café y uva.