Italia ha sufrido muchas tragedias en los últimos 60 años. Han colapsado decenas de gobiernos. Los sismos y los terroristas han sacudido las ciudades. Los franceses empezaron a añadir crema a la típica carbonada peninsular, toda una ofensa.
Sin embargo, el fracaso que vivió la selección nacional italiana de fútbol el lunes pasado por la noche al no clasificarse al Mundial por primera vez desde 1958, parece estar ganando un sitio en el panteón de los desastres italianos.
“Vergüenza nacional”, se lamentaba Il Messaggero en el título principal de la tapa.
“Apocalipsis”, se leía en la primera plana de La Stampa.
“Una pifia histórica”, castigó el Corriere Della Sera. “Adiós, Copa del Mundo”.
Italia, una nación enloquecida por el fútbol y que ha ganado cuatro Mundiales, ya había perdido el partido de ida en contra de Suecia, en una eliminatoria de ida y vuelta, y necesitaba más que el empate 0 a 0 del lunes en la vuelta para clasificarse al torneo más importante de selecciones nacionales de fútbol, el cual se celebrará en Rusia en 2018.
Italia quedó eliminada de la última Copa del Mundo en la primera ronda, un revés que ya había provocado ansiedad respecto del futuro del fútbol italiano. No obstante, para un país que tiene al fútbol en un lugar tan central de su identidad nacional, la humillación del lunes por la noche provocó una crisis existencial.
Comentaristas de cultura señalaron que el resultado en el estadio San Siro de Milán reflejó el fracaso de la sociedad italiana para avanzar a la modernidad. Fue el producto de la podredumbre y la corrupción en la Federación Italiana de Fútbol, condenaron. Algunos políticos culparon a la inmigración.
Para ilustrar el dolor de la nación, la mayoría de las primeras planas utilizaron la expresión de angustia del arquero de 39 años Gianluigi Buffon, quien volteó a ver al cielo acongojado cuando sonó el pitido final.
El legendario guardavallas, quien tuvo un papel fundamental en la obtención de la Copa del Mundo para Italia en 2006, se retiró de la selección nacional después del encuentro, su aparición número 175 en 20 años.
“El tiempo pasa, y es un tirano, pero así son las cosas”, comentó después del juego mientras intentaba contener las lágrimas.
En una entrevista (tras el partido) con la televisión estatal italiana (la RAI), el capitán de la Juventus afirmó que había querido no llorar en frente de los niños italianos que estaban viendo el juego en casa porque quería que soñaran con jugar en la selección nacional.
“Lo lamento”, para después agregar, “les fallamos en algo que también tiene implicaciones a nivel social”.
El entrenador de Italia, Gian Piero Ventura, cuyo trabajo luce precario, pues los directivos y la mayoría del país ya están pidiendo su cabeza, fue el reflejo de lo que muchos perciben como una alergia nacional a la responsabilidad.
“El apocalipsis no es un hijo de esta noche solamente”, mencionó después del partido, para negar su renuncia.
Mientras los sitios web italianos se desbordaron con chistes de suecos inspirados en Ikea, entre ellos el instructivo paso por paso para que los italianos marcaran un “göl”, algunos políticos intentaron explotar la frustración.
“Demasiados extranjeros en el campo”, escribió en Twitter Matteo Salvini, el líder del partido antiinmigrantes, Liga Norte. “#AltoalaInvasión, y más espacio para los italianos, también en el campo de juego”.
Los analistas financieros proyectaron una pérdida de ganancias de 100 millones de euros (116 millones de dólares) para la selección nacional, a causa del fracaso que significa no calificarse al Mundial.
“Esta derrota traerá consecuencias económicas”, comentó Elisa Simoni, un miembro de un partido de izquierda del Parlamento, al canal de noticias Sky TG24.
Otras personas sugirieron que la victoria de Italia en la Copa del Mundo de 2006 había contribuido al alza del empleo y al producto interno bruto del país.
En estos momentos, esos días parecen muy lejanos.
En un video, Alessandro Vocalelli, el editor de Corriere dello Sport, señaló que el fracaso crearía una nueva descripción para la humillación nacional: “Fue 'un Suecia'. No calificarnos, agregó, fue “una vergüenza nacional sin precedentes”.
En una declaración característica del día, añadió que “generaciones enteras nunca habían vivido esta experiencia trágica”.
La televisión italiana ofreció cobertura total de la debacle: envió reporteros a Bari, Milán, Palermo, Roma y otros lugares para medir el impacto del desastre nacional.
En una espiral masoquista, los canales de televisión repitieron los peores momentos del partido, incluidas muchas oportunidades falladas para Italia y a los jugadores mientras caían sobre el césped al final del encuentro. Un comentarista la llamó “la noche más triste en la historia del fútbol italiano”.
En la radio, programas que suelen dar noticias esotéricas dedicaron tiempo al fracaso de Italia. Un experto tras otro dejó claro que no sólo se trató del deporte sino de la cultura y de cómo Italia palideció en comparación con Alemania, “país que sigue las reglas”.
También se culpó al escaso financiamiento de los equipos de fútbol en Italia y a la poca cultura de los aficionados, algunos de los cuales abuchearon el himno nacional de Suecia.
Los analistas hicieron notar que la cartera de talentos italianos, la que alguna vez fue un océano, se había reducido a un charco por la competencia con otros deportes.
Maurizio Crosetti, un periodista deportivo de La Repubblica, mencionó que el desastre del fútbol era un reflejo de la crisis en la que se encuentra la sociedad italiana.
“Esto nos demuestra de forma antropológica y cultural cómo nos hemos transformado, cómo nos hemos reducido”, escribió.
El martes pasado, el gobierno italiano anunció que la economía tuvo un mayor crecimiento este año, pero ese destello de buenas noticias fue eclipsado por el hecho de que habrá un Mundial sin Italia.
Luca Lotti, el ministro de Deportes de Italia, fue uno de los que quiso ver el lado positivo.
“Necesitamos explotar esta ocasión claramente negativa y convertirla en una oportunidad para reconstruir el fútbol italiano”, dijo a los periodistas.