"En todo el mundo hay espíritus, buenos y malos, pero en Israel no hay", asegura Ilán, sentado frente al Muro de los Lamentos, en la ciudad vieja de Jerusalén. Ilán es un treintañero que nació en Israel, pero se crió en Florida, Estados Unidos, y viene todos los años de visita. Cuenta que cuando era un niño, los rabinos que iban a visitar a su padre le relataban un sinfín de historias como la que asevera que en esta tierra los espíritus no existen. "Cada vez que bajo del avión, siento el aire más leve, diferente. No puedo explicarlo".
Veinte horas de vuelo con escala en Roma se necesitan para llegar desde Buenos Aires hasta esta tierra, santa y prometida para las 3 religiones monoteístas. El aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv es tan moderno como algunos rincones de la capital financiera de Israel, una ciudad cosmopolita y secular en un país religioso, una ciudad que, dicen, no descansa.
Tel Aviv, la urbe blanca
“Menos es más. Y Dios está en los detalles”, dice Sharon Golán, arquitecta del departamento de conservación de Tel Aviv. La religión se cuela en la ciudad de la cultura secular. Es una metrópoli que ostenta cuatro mil edificios del estilo Bauhaus, razón suficiente para que la Unesco le diera el título de Patrimonio Mundial.
La Bauhaus (bau-construcción, haus-casa en alemán) fue una escuela de diseño, arte y arquitectura alemana, una usina del pensamiento del arte contemporáneo nacida a principios del siglo pasado, fundada por el arquitecto berlinés Walter Gropius. “Simplificar las formas y reducir el objeto a la mera funcionalidad”, pregonaba el hombre. La unión entre el uso y la estética. Diseños sencillos, minimalistas, líneas rectas.
“Tel Aviv estaba buscando un estilo que la definiera, que hablara de las ideas socialistas, de ajustarse al espacio y a las condiciones climáticas. Éste no es el estilo que vino de Europa sino uno nuevo que simbolizaba esa utopía”, señala la arquitecta. Tel Aviv es también una ciudad-jardín, como la soñó y proyectó el paisajista escocés Sir Patrick Geddes.
Limpia, prolija, una urbe con estilo europeo en el corazón de Oriente Medio. Amplios bulevares y arboledas, un delicado equilibrio entre los hoteles cinco estrellas que se alzan frente a la playa, los rascacielos modernos y los edificios bajos y racionalistas de la Bauhaus.
Hay un shopping ochentoso como el Dizengoff Center y una calle comercial como Ben Yehuda. Locales de ropa vintage y vestidos hippies de India, algunas librerías, puestos de comida callejera, panaderías, bares. El Shuk (mercado) Carmel, es un lugar bullicioso y caótico, pero al mismo tiempo limpio y organizado. Un festival de colores, sabores y aromas, donde se consiguen especias, carnes y verduras frescas; comidas típicas como el falafel, souvenires, DVD, ropa, zapatos y más.
Tel Aviv tiene 405 mil habitantes en 50 kilómetros cuadrados y unos diez kilómetros de playa frente al Mar Mediterráneo. Yafo, el casco histórico, es uno de los puertos más antiguos de Oriente Medio. Actualmente es un pintoresco barrio de casas de piedra y un laberinto de callecitas que se abren, suben y bajan desde y hacia el mar.
Hay mezquitas, museos, galerías de arte, y bares abiertos hasta altas horas de la noche. A la vera del mar, sobre la rambla, hay un viejo almacén portuario reciclado, una especie de hangar vidriado que contrasta con las edificaciones antiguas que predominan aquí. Adentro hay negocios variopintos y restaurantes para paladares exigentes.
Afuera, el mercado de pulgas se extiende por varias calles. Son más de 150 puestos donde se entremezclan alfombras persas con telas y vestidos del lejano oriente, muebles de segunda mano, bijouterie, recuerdos religiosos.
El Museo de Arte de Tel Aviv alberga una enorme colección de arte israelí; también obras de Chagall, Cezanne, Monet y Van Gogh. El nuevo edificio, inaugurado en 2011, está emplazado en el Shaul Ha Melech Boulevard, un complejo cultural al aire libre donde también están la Biblioteca, el Centro de Artes Escénicas y el edificio de la Corte.
La movida alternativa de arte y diseño emerge con fuerza en el barrio de Noga, como un Soho en miniatura. Son un par de calles nomás, pero hay varios locales y gente joven con ímpetu y espíritu emprendedor. Bloomfield es un espacio que agrupa a varios diseñadores.
"Si alguien te dice que no mezcles trabajo con placer, no lo escuches", pregona Ofer Shahar, que hace muebles reciclados. En Tel Aviv se puede salir todos los días de la semana "hasta que se vaya el último cliente", como suelen decir por aquí, en esta ciudad que no descansa, con bares y boliches por doquier, sobre todo en la calle Bograshov y las inmediaciones del boulevard Rothschild.
La playa es un espectáculo aparte. En la rambla se anda en bicicleta, en rollers y se corre. Unos veteranos le dan fuerte a la pelota paleta.
En la arena hay fútbol, voley y fut-voley. También hay quien toca melodías de fogón, pibes con amplificadores que despiden un tecno rabioso y música en los paradores. Andando por la rambla, en las inmediaciones de Yafo, se ven muchos más árabes que en Golden Beach, la playa céntrica. La convivencia parece ser buena, aunque árabes y judíos no se entremezclen. Las mujeres se bañan en el mar con sus velos de colores y vestidas hasta los tobillos. A su lado un par de rubias nórdicas toman sol de espaldas, y una pareja israelí hace un picnic playero. Cae el sol y los bares del puerto de Yafo son un buen lugar para disfrutar de una cerveza frente al Mediterráneo.
Cuna de las religiones
Abraham-Jesús-David-Salomón-Mahoma- Herodes-Nabucodonosor; romanos-cruzados babilonios-bizantinos-otomanos; judíos-cristianos-musulmanes; última cena-vía dolorosa-crucifixión; Santo Sepulcro-Domo de la Roca-Muro de los Lamentos. La cuna de las religiones.
Más de cinco mil años de historia fluyen ahora bajo mis pies, a mi alrededor, en un kilómetro cuadrado cercado por una muralla de ocho puertas que recibe a peregrinos de todo el planeta. Quieren ver, tocar, abrazar, sentir, rezar. La Ciudad Vieja de Jerusalén es apabullante, inabarcable, misteriosa. En excavación constante, siempre habrá algo nuevo por descubrir: Jerusalén es el súmmum del arqueólogo, la iluminación del peregrino, el destino inevitable del viajero.
Cuatro barrios: el judío, el cristiano, el armenio y el árabe, se encuentran en la ciudad vieja. Por fuera de esos muros tan bien conservados, cuya roca, la piedra de Jerusalén, se replica en toda la ciudad como norma inalterable de una construcción preservada, la leyenda continúa: el Monte de los Olivos y una panorámica grandiosa que permite ver la historia amurallada como si fuera una maqueta. En sus laderas se despliega un cementerio judío de tumbas límpidas; más abajo, al final de la senda que recorrió Jesús.
A su lado, retoños de olivos que vieron al hombre que sería crucificado un día después, quien pasó esa última noche orando: “... Después se alejó de ellos (los apóstoles) como a la distancia de un tiro de piedra y, doblando las rodillas oraba ...” (Lucas 22, 41). Enfrente, pegado al Monte Sión, donde se cree que está la tumba del rey David; donde fue la última cena, donde se instaló el barrio armenio. "Podemos hacer un tour de diez días allí dentro" dice Nurit Baram, guía del ministerio del Turismo de Israel.
Jerusalén es la capital de Israel y Patrimonio de la Humanidad. Cada baldosa de esta ciudad contenida en la muralla de ocho puertas construida por el turco Suleimán en el siglo XVI, alberga una porción importante del Viejo y el Nuevo Testamento; narraciones épicas, tradiciones milenarias, invasiones, destrucciones y reconstrucciones, mesías, santos y guerras santas.
Las puertas de Yafo y de Sión son las más cercanas al Muro de los Lamentos, en el barrio judío. Frente a ese paredón sagrado, el murmullo es permanente. Cada tanto, alguna voz se alza por sobre las demás. Un grito, un ruego, un canto, una súplica. Un rezo. Los judíos ortodoxos deambulan vestidos de riguroso negro, largas barbas y sombrero.
Rezan sentados en pupitres o de pie, inclinando su cuerpo una y otra vez; caminan con la mirada perdida mientras murmuran plegarias, algunos parecen dormidos. ¿O están en trance? Otros apoyan su rostro y se aferran a un pedazo de esa roca sagrada, entre cuyos recovecos hay millones de papelitos enrollados que dejan turistas y peregrinos, con plegarias impresas a mano alzada.
Estas piedras son el único vestigio del Segundo Templo, destrozado por los romanos, aquél que contenía el Arca de la Alianza. Al costado, separadas por una valla, rezan las mujeres quienes, según las reglas del judaísmo ortodoxo, no pueden mezclarse con los hombres en los sitios sagrados. Tienen faldas largas, pañuelos que cubren sus cabezas. También deambulan, se sientan, se aferran al muro. También piden, agradecen, alaban.
Al otro lado está el barrio árabe, el más grande de los cuatro sectores. En la explanada de las Mezquitas, sobre el Monte Moria, se encuentran la mezquita de la Roca y la mezquita del Al Aqsa, uno de los lugares más sagrados para el Islam. Según el Corán (las escrituras sagradas del Islam), es en el Domo que el profeta Mahoma habría ascendido al cielo para encontrarse con Alá. El lugar es también de importancia vital para el judaísmo: el antiguo testamento dice que fue aquí donde Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac y donde se puso la piedra fundamental para construir el mundo.
Los horarios para visitar el Domo y la explanada de las mezquitas son restringidos para los que no practican el Islam. La puerta de Damasco es la entrada directa al barrio árabe, un shuk (mercado) infinito donde el regateo es regla y se vende de todo: souvenires, objetos religiosos, alfombras persas, camisetas de fútbol, comidas callejeras típicas como el falafel (pasta de garbanzo frita en pan árabe) y el shawarma (carne de cordero en fetas dentro de pan árabe).
Por esas mismas calles se pasa al barrio cristiano, la Vía Dolorosa y la Iglesia del Santo Sepulcro, donde Jesús fue crucificado, enterrado, y donde también resucitó. Allí la fe desborda a los fieles, los deja a corazón abierto, de rodillas, con súplicas y agradecimientos, revitalizando sus creencias.
El Museo del Holocausto
"Recordando el pasado, dando forma al futuro" es el lema de este museo que recuerda el horror del holocausto nazi sobre el pueblo judío, con 6 millones de víctimas.
El moderno edificio fue diseñado por el renombrado arquitecto Moshe Safdie. Es un prisma triangular que atraviesa de lado a lado la montaña en el que está emplazado. Al final del recorrido hay una terraza, como un respiro con vista a la ciudad. Adentro, una apabullante cantidad de testimonios de sobrevivientes, entre fotografías, videos, cartas, libros, diarios personales, pertenencias, dan cuenta de la terrible historia que azotó a Europa y a los judíos durante la persecución del régimen Nazi. A medida que se avanza, lo que puede llevar varias horas, el visitante se adentra en un mundo de guerra y horror, pero también de vida cotidiana, recuerdos, luchas y reivindicaciones.
También exhibe escenas de tiempos anteriores a la guerra, cuando los judíos estaban integrados a la sociedad alemana, hasta que el régimen sedujo a los germanos. Hay diversas galerías que muestran los guetos, campos de concentración, y estilos de vida de diversas comunidades.
Claro que no es un paseo agradable, un recorrido turístico convencional, pero es un espacio conmovedor que llama a la reflexión, esencial para comprender y, sobre todo, para que la historia no se repita. Un lugar de paso inevitable en la Tierra Santa y prometida.
Datos útiles
Cómo llegar
Alitalia, Turkish Airlines, Iberia, KLM y Lufthansa vuelan a Tel Aviv con escalas.
Dónde alojarse
Tel Aviv:
Hotel Rothschild. www.rothschild-hotel.co.il.
Jerusalén:
Mount Zion Hotel. www.mountzion.co.il
Dónde comer
Tel Aviv: Kalimera: www.kalimera.com.
Herbert Samuel. www.herbertsamuel.co.il.
Jerusalén:
Chakra: www.chakra-rest.com
Zuni: www.zuni.rest-e.co.il
Museo del Holocausto: www.yadvashem.org
Más información:www.goisrael.es