Irresponsabilidad fiscal de los gobiernos

Instituciones especializadas vienen alertando sobre la gravedad de la situación que muestran las erogaciones y los ingresos públicos. Y también sobre las consecuencias de una década en que el gasto estatal y la carga tributaria han alcanzado los niveles m

Irresponsabilidad fiscal de los gobiernos

Quizás en estos días de intensa pasión y justificada alegría futbolera parezca ser aguafiestas hablar de un tema árido y poco simpático como es el de las cuentas públicas.

Pero es deber de los medios que nos consideramos serios abordar aquellos temas de fondo que afectan al país; éste uno de ellos. Así lo revela una notable coincidencia en instituciones que desde hace mucho tiempo, con alto grado de especialización, estudian la evolución de gastos e ingresos públicos y resultado fiscal.

Instituciones como Idesa, Iaraf, Ieral, Economía y Regiones y varias más vienen alertando sobre la gravedad de la situación y sus posibles consecuencias.

Es necesario plantear el problema en el contexto de una década en que el gasto público y la carga  tributaria han alcanzado los niveles más altos de la historia, se midan ellos en cifras absolutas de moneda constante o como relación al PBI.

En ese contexto se advierte que el gasto viene creciendo a tasas bastante más altas que los ingresos; en consecuencia, el déficit es cada vez más grande.

Es conveniente recordar que el déficit se puede financiar genuinamente pidiendo prestado, es decir contrayendo deuda pública. Una forma no genuina es financiarlo con emisión de moneda, en definitiva con inflación.

El Gobierno nacional ha encontrado una tercera forma de financiamiento que es una mezcla de las dos anteriores, emite moneda y se apropia de recursos de Anses, que son de los jubilados presentes y futuros y recursos del Banco Central.

La vocación irresponsable de los gobiernos por gastar más de lo que se tiene viene de muy lejos, al menos de los años ’70 del siglo pasado ha sido una constante.

Las graves crisis económicas vividas han sido consecuencia directa del déficit y el endeudamiento. En las épocas en que se financió con emisión, el final fue graves situaciones de hiperinflación, como en los años ’80.

En los ’90 la imposibilidad de emitir moneda para financiar al Tesoro, establecida por la Ley de Convertibilidad monetaria, desembocó en enorme endeudamiento externo y la crisis de finales del 2001.

El resultado fue el default o cesación de pagos, situación de la que aún el país no ha podido salir. En realidad no son los que nos prestan los culpables de nuestros problemas sino nuestra incapacidad de manejar con sensatez los fondos públicos.

Volvamos a mirar lo que ha ocurrido en la última década, en que se han sucedido los gobiernos del matrimonio Kirchner. Según un análisis de Idesa, entre los años 2003 y 2008, el Estado nacional generó excedentes que, acumulados, alcanzaron 3,2% del PBI.

Bien explica el trabajo que ese resultado fue posible porque se dejó de pagar la deuda (por el default) y por la no actualización de las jubilaciones, generando miles de juicios que la contabilidad pública no registra.

Pero entre 2009 y 2013 el Estado nacional ha acumulado un déficit equivalente a 17,3% del PBI, es decir que el resultado neto fiscal en la década ha sido un déficit de 14,1%.

Hablando en plata, decenas miles de millones de dólares. Tan grave como la magnitud del déficit es ver de qué manera se ha financiado. La respuesta es sencilla, casi en su totalidad con emisión de moneda y saqueo al Fondo de la Anses.

Esos ingresos representan este año 8% del total de los ingresos del Estado nacional. Así las cosas, las estimaciones del déficit para el corriente año rondan 125.000 millones de pesos (3,5 veces el presupuesto de Mendoza) excluido esos ingresos no genuinos, 45.000 millones considerando los ingresos señalados.

Queda bastante claro que es una situación absolutamente insostenible en el tiempo, tal como está hoy la situación del país es muy difícil conseguir ese financiamiento en los mercados.

Todo ello muestra un irresponsable manejo de los fondos públicos por parte de quienes gobiernan. Pero debe decirse también que vivimos en una sociedad donde la mayoría de sus integrantes, personas, empresas, instituciones diversas, demandan constantemente recursos del Estado, sea empleo público, subsidios o asistencia de distinto tipo.

Por lo tanto las culpas son compartidas, un círculo vicioso de pedir e incapacidad de decir que no sigue comiendo las entrañas del país.

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