Irak: los negocios detrás de las redes del terror

Un país muy golpeado, como Irak, vuelve a vivir acciones divisionistas a partir de la acción del ISIS, el mayor y más despiadado ejército integrista surgido en aquella zona. Un conflicto que mantiene atenta a toda la región.

Irak: los negocios detrás de las redes del terror
Irak: los negocios detrás de las redes del terror

Obsérvense estas paradojas: la fuerza aérea de la dictadura siria combate en Irak con la asistencia de Irán, que comprometió tropas y una flota de drones. Sucede frente a la mirada complaciente de EEUU, que también suma sus aviones sin pilotos y una patrulla de “observadores”. Aquellos dos enemigos de Washington, el primero más endiablado que el segundo, forman hoy un eje impensable hasta hace apenas horas con su adversario norteamericano para contener la ofensiva en Irak del mayor y más despiadado ejército integrista surgido en la zona, el ISIS, siglas en inglés de Islamic State of Irak and al-Sham (Siria).

Esa banda terrorista es ferozmente antioccidental y liga con los peores espectros que han agitado EEUU y sus aliados para justificar la vidriosa guerra antiterrorista iniciada tras los atentados de 2001. Pero el ISIS, sin embargo, creció y prevaleció en el conflicto sirio con el auxilio de patrocinadores no tan clandestinos y cercanos a Washington. Dos diarios conservadores británicos como el Daily Express y el Daily Telegraph coincidieron en estas horas, casi con las mismas palabras, en señalar que “a través de aliados como Arabia Saudita y Qatar, Occidente ha apoyado a grupos rebeldes que se han transformado en ISIS u organizaciones del estilo de Al Qaeda”.

Según la investigación de la especialista italiana Loretta Napoleoni, circula un torrente de dinero entre esas organizaciones salafistas. “El promedio va entre 5 y 16 mil millones de dólares. Tan sólo Riad dona US$ 10 mil millones cada año a través del ministerio de Asuntos Religiosos”, escribió en su libro “Modern Jihad, los dólares detrás de las redes del terror”. Hoy ISIS tiene una fortuna superior a los US$ 2 mil millones, insumo central para una banda con una milicia de costosos mercenarios. No es tampoco obra de la casualidad que el grupo planee montar su califato en dos territorios que pretende controlar, el norte iraquí, y el nordeste de Siria, ambos ricos en petróleo. El envoltorio religioso también sirve para justificar estas audacias.

Es inútil preguntarse si este desastre es resultado de la improvisación o de un armado premeditado que acabó perdiendo el control. Al margen de que el ISIS en Siria, al revés de lo que pretendía, acabó fortaleciendo al régimen de Damasco, en Irak está acelerando la desintegración de un país de alto valor estratégico y parte clave del patio trasero iraní. Para comprender este presente quizá convenga estirar la mirada hasta el ocaso de la dictadura pro occidental de Saddam Hussein en Bagdad.

El zarpazo petrolero, que fue una de las razones de la invasión norteamericana en 2003, preveía el descuartizamiento de Irak. Según un informe de la firma privada de inteligencia Stratfor, el vicepresidente de George Bush, Dick Cheney, y el vice ministro de Defensa de entonces, Paul Wolfowitz, armaron un esquema según el cual la parte central de Irak, poblada por sunitas, incluyendo la capital Bagdad, se uniría con Jordania. El norte del pueblo kurdo y el noroeste de Irak, más Mosul y los campos petroleros de Kirkuk, se convertirían en un Estado autónomo.

Y el sudoeste iraquí, región chiíta, incluyendo Basora, quedaría como un canton o se uniría a Kuwait. La intención era prevenir un eventual conflicto interno entre sunitas, chiítas y kurdos que complicara el control externo del petróleo iraquí, que bombea 3,5 millones de barriles diarios, tres veces más que Libia o Irán.

Aunque la fractura no llegó a esos extremos, el premier Nuri al-Maliki, un populista chiíta pro iraní y pro norteamericano, ha gobernado Irak como si hubiera sucedido. Divisorio hasta la exuberancia, en un país empobrecido y lacerado, dejó a un lado a la enorme minoría sunita y a los kurdos. Eso explica que los asesinos de ISIS hayan podido ingresar sin resistencia. Muchos oficiales del Ejército desistieron de defender al gobierno. El desprestigio de Maliki es tal que este 1 de julio, cuando el Parlamento deba ratificarlo, la mayoría de los líderes sunitas no estarán y tampoco los kurdos.

Esta decadencia y fragmentación no es, sin embargo, obra única del gobierno marioneta de Bagdad. Sus raíces son anteriores. El politólogo británico Nafeez Ahmed reveló que, según fuentes de Paquistán en 2005, el Pentágono resolvió armar pequeñas milicias sunitas con ex miembros de la sección iraquí del partido nacionalista Baath para contener a los movimientos chiítas, mayoritarios en el país. Pero al mismo tiempo, el Pentágono también armó unidades con cuadros chiítas con capacidad para enfrentar a los sunitas si era requerido.

Ahmed relata que esa estrategia explosiva en Irak se extendió a la región. Tanto Bush como Obama, a través de sus aliados árabes, estimularon el extremismo sunita contra la influencia creciente de Irán. En el caso del califato saudita, la razón estratégica detrás de la financiación de estas bandas ha sido enfrentar la oleada republicana de la Primavera Arabe que, al sostener principios democráticos, devenía en una amenaza existencial para las coronas feudales y dictaduras de la región.

El carácter fascista del ISIS y sus colegas e imitadores, no sólo se reconoce en su metodología terrorista de control social sino en su condición de última herramienta de aquellas estructuras totalitarias. Un reporte de 2008 de la Rand Corp, una consultora militar financiada por Washington y el ejército, reconoció que esa estrategia divisiva incluye el riesgo de fortalecer al integrismo salafista. Pero concluyó que “eso puede ser algo bueno en el corto plazo si reduce la amenaza de Al Qaeda contra los intereses de EEUU” o si sirve para acosar “los intereses iraníes”.

Lo hecho ya es irreversible. Pero la situación se empecina en volver hacia atrás. El canciller israelí Avigdor Lieberman, cuyo interés nacional incluye demoler el poder de Irán, -y eso se hace también golpeando a Irak-, le acaba de plantear a su colega de EEUU John Kerry que la escisión del norte kurdo de Irak “es inevitable”.

Y según la agencia Reuters él aseguró que Israel esta dispuesta a reconocer de inmediato la independencia de esa región. De modo que, como otra paradoja (?!), la ofensiva demoledora del ISIS reconstruye los planes de Bush y Cheney en Irak. Y lo es a punto tal que Arabia Saudita ya esta moviendo sus tropas a la frontera con ese país atento quizá a un terremoto a punto de estallar.

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