Los Andes divulgó en la edición del último domingo de mayo una auspiciosa investigación científica, consistente en el descubrimiento del genoma completo de la zanahoria, que es la información genética que posee un organismo o una especie en particular. Ese hallazgo permitirá comprender el origen, color y valor nutricional de una de las hortalizas más consumidas en el mundo.
La novedad sería igualmente importante aunque el equipo científico de la Universidad de Wisconsin-Madison, Estados Unidos, que realizó el trabajo, no hubiera contado con un argentino. Pero lo cierto es que un comprovinciano, Pablo Cavagnaro, egresado de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo, integró el grupo internacional de investigación, cuyos resultados fueron difundidos por la revista Nature.
El caso de Cavagnaro, quien además de ingeniero agrónomo es doctor en Biología, no es único y por el contrario integra una vasta nómina de profesionales locales que hacen quedar muy bien al país en el exterior.
También es un reconocimiento individual y a la universidad argentina en su papel de facilitadora de logros como el comentado. No debemos dejar de observar que el esfuerzo personal, la actitud y la perseverancia que se requieren para transitar los escarpadísimos caminos de la investigación, son imprescindibles.
Ese aspecto -la entrega de cada uno- configura un valor a tener en cuenta, y otro lo es, a pesar de críticas y reconvenciones, el grado de eficiencia de la educación gratuita en nuestro suelo, desde la etapa preescolar hasta llegar al título profesional y el doctorado.
Uno de los especialistas argentinos consultados por este diario hace un tiempo para profundizar sobre estos temas, el Dr. en Química Rodolfo Wuilloud, revelaba que “la formación académica a veces criticada en la Argentina como 'muy general', es también lo que permite a los argentinos solucionar problemas o situaciones a las que otra gente en el exterior no está habituada a enfrentarse”.
La experiencia de Pablo Cavagnaro es de significación para la comunidad estudiantil universitaria porque indica que logros de este tenor son posibles, con facilidades institucionales o sin ellas. Es más difícil “hacer cumbre” sin las externalidades referidas, pero no imposible.
La Argentina necesita, pese a las sucesivas crisis -económica, energética y laboral- mantener y agrandar la inversión pública en investigaciones y desarrollo (ID), ya que el talento y la creatividad de nuestros connacionales, pese a todo, no pierden vigencia y se extienden por todo el planeta.
Mendoza también es una interesante incubadora de proyectos que aceleran el progreso y favorecen el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes. Es injusto, y lo reconocemos, no poder nombrar a tantos centros públicos y privados de investigaciones científicas que afortunadamente tenemos, pero no podemos omitir la cita del Centro Científico Tecnológico-Conicet Mendoza (CCT) y su cadena de aportes, que sirven a las instituciones públicas, empresas y pymes, en definitiva, al habitante común.
También en el mismo marco debe valorarse la apuesta del gobierno nacional de mantener al frente de la cartera de Ciencia y Tecnología a un científico que venía de la administración anterior, y no nombrar a un político.
Finalmente, es esperable que descubrimientos del tipo en el que participó el mendocino Cavagnaro se repitan y se conviertan, más que en una larga cadena de esperanzas y expectativas, en hechos ciertos y comprobables por una Argentina mejor.