El 26 de octubre, apareció en “Escribe el Lector” un artículo firmado por el ingeniero Enrique J. Sabatino, dando razones por las que se hace imposible la llegada de “grandes” inversiones a nuestro país.
Tales razones fueron argumentadas en base a otro artículo escrito anteriormente por el arquitecto Ricardo Bekerman, sobre la reactivación de la línea ferroviaria que une la región de Cuyo con la ciudad de Buenos Aires.
Las razones enunciadas fueron: 1) No hay seguridad pública, 2) Existencia de sindicalistas mafiosos y 3) El retorno de CFK al poder. Mencionaba las consecuencias económicas que generó el resultado de las PASO: fuga de inversores extranjeros y suba del riesgo país (a lo que habría que agregar suba incontrolada del dólar y pérdida de poder adquisitivo de la población en general).
Esta realidad que plantea el ingeniero no es una novedad en Argentina, es quizás, el “modus vivendi” nacional. Si en lugar de “seguridad pública” (es decir, ausencia de robos, crímenes, etc., debido a oportuna y eficiente actuación tanto policíaca como judicial), quiso realmente decir “seguridad jurídica” (existencia de leyes que protejan al inversor, real control y eficiente aplicación de las mismas)… es imposible, no siendo anglosajones, asegurarle a ningún inversionista que en el tiempo que debe transcurrir entre el día que coloque su primer dólar aquí y el último en que recupere el capital invertido e intereses, no vaya a cambiar el gobierno de turno de una derecha o centro derecha a una izquierda rabiosa o centro izquierda al tipo de los países nórdicos.
Esto es para un inversor decente, que debe esperar 20 o 30 años para recuperar lo invertido. No le ocurre lo mismo a los inversores buitres, esos que hoy ponen su dinero donde más renta les da y mañana lo retiran ante la más leve sospecha de peligro, por cuanto saben que tienen jueces neoyorquinos que les cuidan sus espaldas, como ya conocemos los argentinos. Pero ese primer punto no lo pudimos asegurar nunca, ni lo podremos hacer, ya que depende de muchas cosas, no solamente del gobernante de turno. Y si muchos argentinos tienen sus “caudales” en el exterior… ¿cómo vamos a convencer a extranjeros que traigan los suyos?
Quizás el segundo punto sea una traba para que llegue el capitalista “decente”, pero no un impedimento total, ya que se sabe que es mucho más poderoso el capital que el trabajo. Si no veamos quien ha subsistido, ¿el capitalismo o el comunismo? Está “más cerca” del gobernante en cualquier democracia, el inversor antes que el sindicalista.
Tal vez la razón que se mencionó en tercer lugar, aunque no se lo haya hecho explícitamente, sea una de las de mayor fuerza y razonabilidad. Esa sola causa es la que pone en movimiento las anteriores.
Lamentablemente la llegada al poder mediante el voto popular de fuerzas que en el fondo no creen en la democracia, y que borrarían de un plumazo derechos ya adquiridos de la población, hipotecando su futuro, no es algo que pueda preverse, sobre todo en países donde el nivel de educación (no de conocimientos, sino de valores morales, criterio, etc.) no es elevado o al menos no sobrepasa un mínimo indispensable. Entonces, el voto universal y obligatorio, se puede llegar a transformar en el arma que dirigentes inescrupulosos usen para llegar al poder, mediante el trueque de esos votos con carnadas llamadas dádivas, subsidios, o actualmente “planes”.