En esta columna venimos insistiendo sobre los factores que determinan el crecimiento de la economía y aquellos que, por el contrario, explican el estancamiento o el retroceso económico. Creemos que un proceso electoral, cuyo resultado será tan trascedente para nuestro país, estos temas deberían ser parte importantes, no los únicos por cierto, de las propuestas y debates de aquí a octubre.
Lo primero es tomar conciencia de la gravedad de los resultados del mal funcionamiento de la economía en conjunto. Más allá de, como es evidente, a algunos sectores o grupos sociales y económicos parece irles muy bien, como lo evidencian sus gastos y nivel de vida. Y a otros muchos, bastante mal como también lo marcan esos mismos indicadores.
Unos pocos datos muestran la magnitud del estancamiento y el retroceso. La variación del PBI total entre 2011 y 2018 fue de menos 0,2% anual y si tomamos dos décadas 1998-2018 fue de 1,7% variación anual positiva. Cuando se toma el PBI por habitante los datos son desoladores, entre 2011 y 2018 cayó 1,5% anual y entre 1998 y 2018 apenas 0,4% positivo. Simplemente el PBI por habitante es similar al de dos décadas atrás. Somos casi un caso único en el mundo. Si esta realidad no nos hace reflexionar, sobre todo a quienes disputan el poder, el futuro será tan más negro que ese pasado reciente.
Hemos insistido aquí en que hay factores innegables que causan esta situación, una organización económica que desalienta la inversión productiva e incentiva la especulación financiera; que crea innumerables “huecos” por los cuales fuertes grupos de interés aprovechan para su beneficio ventajas económicas, en perjuicio de otros sectores. Organización que se parece bastante a un “sálvese quien pueda”, y los que no puedan que se joroben.
Veamos el caso de la inversión productiva, tal como la hemos definido en columnas anteriores. Medida en relación porcentual al PBI ha sido muy baja en las últimas dos décadas, estando por debajo del 20%, cuando para generar crecimiento sostenido debería estar en el orden del 25% del PBI. Si distinguimos entre inversión privada y pública, en ambas se registran situaciones muy heterogéneas, aunque el promedio termina siendo pobre. En el caso de la inversión privada en maquinarias y equipos de producción ha ido bajando en los últimos años. Se ha invertido algo más en construcción, pero se sabe que el efecto de esa inversión no es prologando, se agota pronto. A simple vista también se advierte ciertos excesos de construcción suntuaria y costosas camionetas que no están dedicadas a servir a la producción.
La inversión pública que los últimos años ha sido importante, carece de criterios que jerarquicen los proyectos, en función de la importancia socioeconómica para el conjunto de la sociedad. Se hacen emprendimientos que ayudarán al crecimiento como la ruta 40 en nuestra provincia, pero muchas otras que han insumido cientos millones de pesos son trabajos de ornato, electorales. Millones de pesos gastados en remodelar plazas son recursos económicos enterrados, el producto futuro de esas obras es inexistente aunque a los vecinos, con razón, pueda agradarles.
Invierte bien el sector agroindustrial, pero también en los últimos años la aplicación de retenciones a las exportaciones, que fueron cambios de reglas de juego sorpresivas, desalentó el proceso. A ellos hay que agregar que la muy alta tasa de inflación y las de interés mucho más elevada, hacen imposible pensar que la inversión de mediano plazo y encontrar proyectos que puedan ser rentables. Las empresas tratan en subsistir, no de crecer. En resumen invertimos poco y en parte mal, el resultado es el estancamiento.
En consecuencia la dispersión en materia de productividad de los factores de producción es enorme. Mientras se obtienen notables rendimientos en maíz, soja, trigo, parte de la viticultura, hay sectores industriales con muy baja productividad que subsisten gracias a la alta protección de que gozan. Finalmente un párrafo para el agobiante gasto y empleo público, prestación de muy baja productividad y en algunos casos de productividad negativa. Como vemos Argentina necesita una profunda de su organización económica si queremos crecer.