Tengo que buscar un punto de armonía", dice Héctor "Bumby" Tokman (76) sentado con Los Andes. Una armonía entre sus recuerdos y los conocimientos que, desde el 16 de octubre de 1969 (día del estreno comercial en Buenos Aires), se fueron apilando en torno a "Invasión", de Hugo Santiago Muchnik, considerada por muchos la joya del cine argentino. Tokman asistió a la producción en el equipo y hoy, cincuenta años después, es un reconocido docente en Mendoza, donde hace poco tuvo un merecido homenaje en el festival Mirada Oeste.
"Invasión" es una película que brilla sola en el cine argentino por su extrañeza. Ese día de 1969, probablemente muchos fueron a verla por tratarse de "la película de Borges y Bioy Casares", guionistas junto al propio Santiago. La sinopsis, que quedó para la historia, había sido escrita por el entonces director de la Biblioteca Nacional: "'Invasión' es la leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes enemigos y defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Lucharán hasta el fin, sin sospechar que su batalla es infinita".
Protagonizada por Lautaro Murúa, Olga Zubarry, Juan Carlos Paz, Roberto Villanueva, Martín Adjemian y Oscar Cruz, "Invasión" se midió en las salas con películas como "El graduado" con Dustin Hoffman y "¡Viva la vida!" con Palito Ortega. Venía de ser reconocida en Locarno, Mannheim y Barcelona, donde seguramente destacaron su calidad "sui generis", que en realidad venía inspirada por la nouvelle vague y que, en todo caso, desde entonces tomó vuelo propio, como le gusta decir a Tokman.
Tokman, uno de los fundadores de la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video, estudiaba en ese entonces en la Escuela de Cine de La Plata, la primera de Latinoamérica. "Entre todos éramos 13, no era la explosión que hay ahora. Entonces las miradas son diferentes", explica.
Hugo Santiago era un cortometrajista que había vivido y estudiado cine en Francia y había sido asistente de Robert Bresson. Cuando volvió a la Argentina, fue especialmente a compartirle su idea a Borges, con quien diseñó el guion -ciertamente borgiano- de la película.
"Pero se dio una circunstancia especial desde el punto de vista de la producción", advierte Tokman. "Él es Hugo Santiago Muchnik, y la productora Proartel, que en ese tiempo era la dueña de Canal 13, era de su tío, el hermano de su mamá, Pedro Muchnik.
Pero en la Argentina, para hacer una película, la tenés que hacer dentro del marco de la ley con los sindicatos, como el SICA (Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina). Así que él tuvo que adaptarse, a pesar de que hubiera preferido hacerla con gente de la Escuela de Cine. Entonces, un porcentaje del equipo técnico fue desde ahí.
Como yo, que estaba en segundo año”, explica sobre el nexo que lo vinculó a la producción.
Remarca que, gracias al SICA, “Invasión” se enriqueció con profesionales que eran en ese entonces de los mejores del país, como Esteban Etcheverrito y Arnaldo Limansky, quien fue su jefe de producción.
¿El rodaje? Fue arduo, se estiró casi diez meses y eran sesiones larguísimas, en las que la producción tenía pedidos del tipo: 70 autos, 40 camiones volcadores con las luces prendidas, vacas en tal barrio, o subir a una ya anciana Hedy Crilla (maestra de la actuación) siete pisos en un edificio sin ascensor, porque correspondía con una visión que había tenido Borges.
La singularidad, el riesgo y la genialidad de la película se deben a una conjunción de cosas, para Tokman: "Él pertenecía a la intelectualidad francesa, esa cultura lo llevó a trabajar con los mejores profesionales que había. Y había una situación de producción envidiable, porque lo financiaba su tío. Quería hacer SU película, que era su ópera prima, y tenía los medios para hacerla".
Agrega: "Hay que entender que la lógica de Hugo Santiago funcionaba dentro de la lógica de los directores analógicos, que tenían en su mente cada toma y en la realidad la tenían luego que armar. Cada toma era una puesta casi teatral. Hasta que no lograba lo que quería no descansaba. Esa es una lógica que hoy no existe".
“Si la comparás con el resto de las películas argentinas, es diferente a todo. Me hice muy amigo de una frase que casi tomé como mía: ‘Las películas son como los pájaros, y cada pájaro tiene su propio vuelo’”.
El vuelo
"El vuelo que tomó invasión es para pensarlo largamente. ¿Por qué tomó ese impulso?", reflexiona Tokman, padre de tres hijos, entre ellos dos reconocidos en la industria (Baltazar, director, e Iván, guionista).
Una respuesta posible: porque la Dictadura, en 1978, entró al laboratorio Alex y robó las 8 bobinas del negativo original la película y desde entonces pasó a estar virtualmente desaparecida. Pasaron muchos años hasta que Santiago creara otro, en base a cintas dispersas que habían perdido calidad y hubo que restaurar. Pero eso alimentó la fama de una película genial y perdida. Un objeto de culto.
-Por otro lado está el tema de las significaciones que ha desatado "Invasión"…
-Tanto Borges como Santiago fueron muy inocentes de la interpretación. Ellos hicieron una película cuyo conflicto eran los invasores que venían a instalar el mercado y el consumo. Incluso, en alguna entrevista que le hicieron a Santiago, él lo dice. Yo lo sé por aquella época. Hoy ese significado se ha multiplicado.
-¿Por ejemplo?
-Hoy esos chicos que se ven, a los cuales les están dando el arma, pueden ser los chilenos, los que quisieron un mundo mejor en los ‘70. O los invasores pueden ser los narcotraficantes, o el neoliberalismo... Hoy hay un montón de interpretaciones que superan. Incluso Aquilea es como un Google Maps: la ves desde arriba, en relieve.
Porque no hay caso, el arte se anticipa y multiplica los significados.
-¿Qué aprendiste de Santiago?
-Todos aprendimos muchísimo de la obsesión y obstinación que tenía. Cada cosa tenía que ser hecha con perfección. Él era joven, talentoso, poderoso en términos de producción, con una formación de la nouvelle vague y además buena gente, porque jamás lo vi discutir con nadie. Todo lo que lograba lo hacía con capacidad de transmitir con cariño lo que quería.
El después
Santiago continuó su notable trayectoria en Francia, hasta su fallecimiento el 27 de febrero de 2018, a los 78 años.
Tokman, por su parte, siguió vinculado a la industria en Buenos Aires y, a finales de los '70, viajó por Europa, donde trabajó la fotonovela y fue corresponsal de contenidos de tevé. "Estaba enojado con la industria, hoy lo llamarías 'pasión por el cine independiente'. Me dediqué al Súper 8", recuerda. En los '80, Tokman se instaló en Mendoza, donde se relacionó con el entonces Centro Regional Cuyano de Cine. Aquí también pudo filmar su primera película, "Crisis", que era la historia de un viñatero mendocino. Con el objetivo de lograr en ese trabajo una buena calidad de fotografía y sonido, convocó a sus amigos Andrés Senderowicz y José Grammático.
El mismo año del estreno de la película, 1990, este terceto, más la gestión de León Repetur en Godoy Cruz, le dio la primera fisionomía a la Escuela Regional Cuyo de Cine y Video.
Luego Tokman fue director de la Carrera de Cine, Video y Televisión de la Escuela de Comunicación de la Universidad del Mar en Valparaíso (2002-2011), donde llegó a coordinar ocho muestras anuales con más de 200 cortometrajes junto a sus estudiantes.
En el 2012 volvió a Mendoza, donde trabaja como docente en la escuela de la que fue cofundador y desarrolla proyectos como guionista y director, además de viajar todos los años a Cuba para brindar talleres de cine de bajo presupuesto.
En el marco del festival Mirada Oeste de Godoy Cruz, el sábado 12 de octubre fue distinguido por ser, como vemos, pionero en el cine mendocino.