Lo sucedido en Capital Federal y La Plata, con el lamentable saldo de decenas de muertos, debe constituir un severo llamado de atención para las autoridades provinciales, quienes tienen que redoblar esfuerzos a los efectos de evitar que Mendoza pueda llegar a sufrir situaciones similares. Obligación que también alcanza a la población en general, que pareciera haber perdido la cultura del cuidado de las acequias y de los cauces de riego, que son las principales fuentes de escurrimiento durante las lluvias importantes.
Aunque la violencia del temporal en Buenos Aires sorprendió a todos, los problemas se ampliaron por la desidia de las autoridades o por el descontrolado desarrollo inmobiliario, sumado a la falta de obras para mitigar el impacto de las inundaciones. Además del crecimiento de la ciudad, se han construido autopistas de manera transversal a canales, arroyos y zanjones, que se convierten en verdaderas compuertas, trabando el paso del agua.
Si trasladamos la situación a Mendoza no quedan dudas de que hay signos de preocupación.
A pesar de las advertencias de los especialistas, la ciudad sigue trasladándose hacia el Oeste, arrasando con la vegetación autóctona que se convertía en dique de contención natural para detener el agua que puede llegar a bajar desde los cerros durante las grandes tormentas. Muy por el contrario, las edificaciones y las urbanizaciones, incluyendo la pavimentación de las arterias, no hacen más que transformar la geografía y evitar el escurrimiento.
En ese esquema, cabría preguntarse qué hubiese sucedido en la provincia si las grandes tormentas del verano, que generaron avalanchas y cortes de rutas, se hubiesen producido aguas abajo del dique Potrerillos y no hacia el Oeste, como sucedió. Y con miras a futuro la preocupación se mantiene. Esencialmente por los planteos realizados por intendentes municipales -de Las Heras, Luján y Godoy Cruz- reclamando la propiedad para su comuna de los terrenos ubicados en las cercanías del dique Potrerillos.
Es muy factible que esa discusión tenga, como motivación común, la futura implementación de proyectos inmobiliarios. Esa situación debe ser advertida evitando proyecciones equivocadas, más aún cuando Mendoza cuenta con centenares de hectáreas en las cercanías de la ciudad, en la zona llana, que se encuentran sin cultivar y a las que resulta mucho más accesible llegar con los servicios de luz, gas y agua.
Otro aspecto a considerar se centra en lo señalado por el estudio de la Dirección de Hidráulica que indica que los desagües no pueden llegar a soportar una lluvia de proporciones, por el estado en que se encuentran los canales, zanjones y acequias de las zonas pobladas. Debemos recordar que cuando Irrigación procedió a la limpieza de los cauces se encontró con todo tipo de residuos, incluyendo heladeras, lavarropas y hasta un auto antiguo; mientras la Municipalidad de la Capital denunció en una oportunidad que más de 120 mil kilos de residuos y otros elementos son retirados, por día, de las acequias que están al cuidado de esa comuna.
Según se afirma, la cantidad de lluvia caída en Buenos Aires y Capital Federal fue la más importante de los últimos cincuenta años y, entre otros aspectos, algunos atribuyen la situación al cambio climático. Es factible también que lo sucedido durante el mes de enero, con los aluviones y derrumbes producidos por la lluvia en la alta cordillera, haya constituido una advertencia. Frente a ello es necesario actuar.
Las autoridades, con el estudio y la realización de obras correspondientes y las decisiones respecto de los nuevos emprendimientos inmobiliarios; y la gente, con la recuperación de una cultura del cuidado y limpieza de las acequias, que pareciera haberse perdido en el tiempo.
