Intolerables inequidades con la mujer

Las desigualdades minan la independencia económica de la mujer y dificultan su independencia. Y están basadas en puros prejuicios.

Intolerables inequidades con la mujer
Intolerables inequidades con la mujer

Año tras año aumenta la cantidad de organismos dependientes del Estado argentino que se comprometen con una agenda de género y que, atendiendo a sus temas de interés, producen campañas públicas para sensibilizar a la sociedad.

Ante la nueva celebración del Día Internacional de la Mujer ocurrida el 8 de este mes, el Banco Central se propuso informar sobre las injustas brechas económicas que perjudican a la mujer. A partir de estadísticas oficiales, destacaron cinco inequidades.

La primera se vincula con el trabajo no remunerado: a las actividades domésticas, las mujeres les destinan, en promedio, unas 42 horas semanales; 6 horas diarias, de lunes a domingo. Eso equivale casi exactamente a otra semana laboral. Los varones no llegan ni a la mitad: en el mejor de los casos, su contribución al ámbito doméstico ronda las 17 horas semanales. Apenas un 40% de lo que hacen ellas.

La segunda inequidad es que las mujeres participan en la actividad económica un 20% menos que los varones. Padecen más que ellos el desempleo y la informalidad; por eso, sólo 2 de cada 10 mujeres tienen cuentas sueldo en los bancos.

La tercera injusticia se ve en los ingresos, asociada con la anterior. Las mujeres perciben cerca de un 27% menos que los varones, aunque tengan mayor educación.

En consecuencia, la cuarta brecha describe su dificultad de acceder a un crédito. Cuanto mayores garantías requiere un crédito y más se alarga el plazo de repago, por cada mujer que lo consigue hay dos varones beneficiados.

Finalmente, la inserción social y profesional de la mujer se ve obstaculizada por el “techo de cristal”, una metáfora que se utiliza para describir las trabas invisibles que frenan su carrera y le impiden alcanzar puestos jerárquicos, tanto en la conducción de empresas como en las más variadas instituciones sociales.

Todas estas desigualdades minan la independencia económica de la mujer y dificultan su independencia. Y están basadas en puros prejuicios. Numerosos estudios lo demostran: por ejemplo, si en una selección de personal para distintas actividades se tacha en los currículos el género de los postulantes, los responsables de la selección eligen mayor cantidad de mujeres que cuando disponen previamente del dato en las planillas.

Por eso, aunque representan el 50% de la fuerza de trabajo disponible en el país, y pese a que está comprobado que sufren menor cantidad de accidentes de trabajo y litigan menos que los varones, no llegan al 40% de los cerca de nueve millones de trabajadores formales.

Si queremos una sociedad equitativa, no podemos seguir tolerando estas inequidades.

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